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Martes, 22 de octubre de 2013

MUSICA › LORENA MCKENNITT TOCA JUEVES Y VIERNES EN EL GRAN REX

Cómo hacer “celtic-eclectic”

Compositora, intérprete y multiinstrumentista –además del arpa, toca piano y acordeón–, McKennitt es una apasionada estudiosa no sólo de la música celta, de la cual es un referente a nivel mundial, sino también de otros ritmos y estilos folklóricos.

 Por María Zentner

En 1985, Lorena McKennitt cargaba cada fin de semana su arpa y una caja de casetes de Elemental, su primera producción, en su coche mientras recorría los 120 kilómetros que separan Stratford, Ontario, de Toronto. Se acomodaba bien temprano en el mercado de esa ciudad y pasaba el día tocando y cantando en sets de quince minutos. Entre set y set, aprovechaba para charlar con el público que se acercaba. Casi treinta años después, con doce álbumes editados y 14 millones de copias vendidas en todo el mundo, reparte su tiempo entre su carrera artística, la dirección de su propio sello discográfico, Quinlan Road, y la supervisión de una importante institución benéfica con la que fundó, entre otras actividades relacionadas con el desarrollo comunitario, un centro familiar. “Tocar en la calle en Toronto, Londres, Dublín o Vancouver se convirtió en una experiencia social al mismo tiempo que ganaba un poco de dinero. Así tuve la oportunidad de conocer a muchísima gente que había encontrado un lugar en su vida para mi música, el tipo de personas de las cuales probablemente habría terminado siendo muy amiga de haber tenido la oportunidad y el tiempo”, recuerda McKennitt en diálogo telefónico con Página/12. La artista se prepara para emprender la gira latinoamericana que la traerá por primera vez al país para actuar el jueves y el viernes en el teatro Gran Rex (Av. Corrientes 857).

Compositora, intérprete y multiinstrumentista –además del arpa, toca el piano y el acordeón–, se reconoce como una apasionada estudiosa no sólo de la música celta, de la cual es un referente a nivel mundial, sino también de ritmos y estilos folklóricos de otras regiones. Ese afán de investigación y búsqueda la llevó a crear un estilo propio, al que define como “celtic-eclectic”: una delicada combinación de gaitas, violoncello, zanfonas, laúd, guitarra eléctrica y percusión, y un repertorio en el que conviven composiciones originales, canciones tradicionales, poemas de William Butler Yeats y pasajes de obras de William Shakespeare musicalizados. “Creo que quienes se sienten atraídos por mi música son personas intelectualmente curiosas sobre la cultura o la historia que se acercan por esa cualidad contagiosa de la música celta, que es la misma cualidad que me atrajo a mí misma en un primer momento”, arriesga. La gira le servirá para presentar el recientemente editado The Journey So Far - The Best of Loreena McKennitt, un disco doble de versiones de estudio y en vivo de temas de toda su carrera.

–En una entrevista de 1991, usted habla del impulso creativo como si se tratara de una visita. Después de más de veinte años, ¿todavía vive la inspiración de esa manera?

–Estoy muy de acuerdo con esa declaración de 1991. Creo que fue Leonard Cohen al que le preguntaron “¿De dónde vienen los hits?” y él respondió: “Si supiera dónde queda ese lugar, iría más seguido”. Pienso que la mayoría de la gente es creativa y no está al tanto de ello. Generalmente, se asocia la creatividad a lo artístico como si fuera una exclusividad de ese campo. Me parece que cada idea es un acto de creatividad en sí misma y es difícil identificar de dónde viene: es como la electricidad. En ese sentido, siento que hay ciertos aspectos de la experiencia creativa que se viven como ser visitado por otra entidad. Uno también podría entenderlo como la convergencia de la experiencia y la curiosidad que se fusionan en una chispa de imaginación.

–¿Piensa que es posible entrenar la creatividad?

–No lo sé, ¡hasta ahora yo no fui capaz de hacerlo! Lo que sí puedo decir acerca de mi propia experiencia es que conozco las condiciones dentro de las cuales puedo ser más creativa. Literalmente es como irme a un lugar diferente de mi cerebro, que es como una casa con muchas habitaciones: de vez en cuando, uno visita una habitación con cualidades especiales.

–Su música es frecuentemente relacionada con el new age, ¿es ése el espíritu original de sus producciones?

–Al principio de los ’90, en Norteamérica, el término new age se refería a un tipo de música que servía a fines terapéuticos, que era tranquila, atmosférica, sin demasiada dinámica. Sin embargo, en mis viajes por Europa me di cuenta de que el término new age era utilizado de manera muy diferente: entraban en esa canasta músicos como Peter Gabriel, Tori Amos o hasta Kate Bush. Pienso que eso sucedió porque, en esa época, fueron muchos los estilos musicales que comenzaron a emerger y que no encajaban dentro del rock, el jazz, la música clásica o de etiquetas ya establecidas. No se sabía bien dónde ubicarlos. Entre ellos estaba el mío. La única objeción que tengo acerca de que mi música sea catalogada como new age es que el término es un tanto limitado para describirla, porque en realidad tiene bastantes influencias de otros géneros. Entiendo que la gente pueda incluirla dentro de ese estilo desde el punto de vista de la sonoridad o del clima que genera.

–Usted suele mostrarse interesada en aspectos científicos, teóricos e históricos de la música y, al mismo tiempo, está fuertemente identificada con la espiritualidad y la meditación, ¿si tuviera que definir a la música, lo haría más en relación con la ciencia o con la religión?

–Creo que vivimos en un tiempo tan fascinante de tanto desarrollo en lo referido a tecnología y ciencia que permanentemente se nos permite examinar preguntas del estilo de “¿Cómo pasa esto?” o “¿Qué pasa cuando pasa lo otro?”. Hay escritores como Steven Pinker (psicólogo experimental, científico cognitivo lingüista y escritor canadiense) que argumentan que la existencia humana es simplemente un impulso genético y que no existen cosas como la religión, la espiritualidad o el altruismo. Yo prefiero disentir respetuosamente. Aunque tengamos a la ciencia y la tecnología tratando de descifrar cómo funcionan las cosas, lo que no pudimos establecer, todavía, es el porqué: una gran incógnita que todavía no se puede responder desde la ciencia.

–¿Quiere decir que no es una cosa o la otra, sino las dos?

–Sí, diría que son las dos. Y también diría que estamos de alguna manera tan impresionados con los avances de la ciencia y la tecnología, que dejamos de lado el aspecto teológico o filosófico. La ciencia nos permite hacer pruebas en el cerebro, con escáneres y tomografías y entender qué pasa cuando se escucha esta música o la otra. Podemos comprender cómo responde a determinados estímulos a través de la ciencia y eso es tremendamente interesante. Pero hay algo que descansa en una parte menos explorada, fascinante y mucho más subjetiva... que es el porqué.

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“Quienes se sienten atraídos por mi música son personas intelectualmente curiosas”, dice McKennitt.
 
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