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Jueves, 23 de octubre de 2014

MUSICA › ROXANA CARABAJAL GRABó Y PUBLICó SOY, SU SEXTO DISCO SOLISTA

Cantora de chacareras con vuelo propio

En su nuevo CD, ocho de las trece canciones llevan su firma, lo que marca su madurez artística. Por supuesto, prevalecen las chacareras, pero también hay canciones, zambas y hasta un aire de vidala, “con todo respeto hacia las copleras del norte”.

 Por Cristian Vitale

Roxana Carabajal se planta. Marca territorio. Soy, así de llano, se llama su nuevo disco y la intención despeja dudas de entrada: ocho de las trece piezas que lo pueblan llevan su firma. “Siempre tuve temas y no me animaba a mostrarlos. Pero uno va cambiando... me saqué esa mochila que se pone medio pesada cuando tienes una provincia con tan grandes poetas y compositores como Santiago”, determina la mujer mimada del clan. La mujer que Carlos Carabajal –abuelo biológico, “papi” del corazón– trasplantó desde Ramos Mejía a Santiago del Estero, donde vivió entre los 4 años y los 17. Que le impregnó razones y sentires para llegar a esto que es hoy: una cantora de chacareras con vuelo propio y seis discos editados, una compositora que va derribando temores según pasan los años y, claro, una militante todoterreno de la santiagueñidad, que atravesó el umbral de los 40. “Como dije, siempre tuve temas míos, sólo que ya en Mujer santiagueña, mi disco anterior, y sobre todo en éste me animé a darle una forma definitiva a canciones que no estaban terminadas, que estaban por la mitad.”

–¿Sólo por eso le puso Soy?

–Me autodefine, sí. Y es amplio, también, porque digo que soy chacarera, tierra, raíz, Santiago y provinciana. Peteco siempre me decía que no hay nada mejor que poner cosas de uno en un disco, porque éste es como un documento de identidad.

La Carabajal aprovechó la calma y la belleza del paraje cercano a Villa Allende, Córdoba –donde vive desde hace dos años–, para darle forma definitiva a aquellas canciones inconclusas que conforman el grueso del disco. Una de ellas, “A mis hijos”, resultó una balada que pergeñó dedicada a Lautaro, su hijo mayor, y terminó siendo para los tres que tiene hoy. Otra, “Madre”, direcciona una instrumentación minimal –piano y cello– hacia la figura de una tía –ex mujer de Cuti Carabajal y madre de Camilo– que murió joven. “Lo más notable es que la pude grabar con una genia como Elvira Ceballos, gran pianista, gran mujer y ejemplo de vida”, refiere sobre la participación de la entrañable música ciega, nacida en el valle de Punilla. La saga personal sigue con “Por los caminos”, una chacarera que nació en las sierras chicas de Unquillo, y “Soñemos unidos”, otra chacarera, pero dedicada a un chico muerto en Carnaval. “Es algo paradójico, porque viví quince años en Buenos Aires y ni siquiera me habían robado...y cuando fui a vivir a Unquillo mataron a un chico en un corso. Tenía 14 años y lo mataron por una chica... no me entra en la cabeza que pase eso. Era un changuito bueno al que los padres no dejaban salir justamente por esos temores. Es algo que he vivido muy de cerca por ser madre de un adolescente”, agrega ella, sobre una letra que habla por sí: “Si matas al niño / muere tu paz / triste destino / tendrás para andar”.

–La idea de eternidad es un tópico constante en sus letras...

–Cuando hablo de la eternidad hablo de algo que está más allá de cada uno, de lo físico ¿no?, porque si no creo en eso no puedo concebir la vida. Siento que cuando la vida se termine aquí, va a empezar en otro espacio, en otra dimensión, porque somos almas puestas en un cuerpo, y estamos de paso en esta vida. Yo sé que mi padre me espera en algún lugar, por ejemplo.

–Otro está dado por la cosa familiera. ¿Es imposible evitarlo, siendo una Carabajal?

–(Risas.) Sí, la mayoría son como homenajes. “Mi sueño”, por ejemplo, es la zamba con que se despidió mi papi antes de morir... algo que transmite una cosa muy fuerte, o “Chacarera del bombisto”. Pero ojo, porque también está “Venite pa’Santiago”, una chacarera bien criollita, que refleja una especie de recomendación turística sobre mi provincia, una manera musical de explicar todo lo que ofrece Santiago.

Soy es el sexto trabajo solista de Roxana y no sólo se nutre de chacareras. También, dicho está, hay canciones, zambas y hasta un aire de vidala (“Vidalita”). “Digo que es un aire, porque fue hecha con todo respeto hacia las copleras del Norte, que tienen ese canto tan gutural, esa cosa tan innata de las montañas. Nació siendo una canción, y me animé a la vidala cuando vi que en el toque de la caja bagualera podía entrar la copla”, define ella, acerca de uno de los temas más logrados del sucesor de Mujer santiagueña, que fue grabado en El 34, el estudio de Tevi Cavotti enclavado entre haras y caballos. “El disco se ha hecho en el campo, y refleja esa tranquilidad... las sierras, el río, los caballos... un lujo.”

–¿Se fue de Buenos Aires para buscar esa tranquilidad?

–Sí. Le agradezco a esta ciudad lo que me dio, como decía mi papi en una zamba “gracias Buenos Aires por todo lo que nos das, pero me voy porque este no es mi lugar”, pero para nosotros, al cabo, es un lugar de paso.

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Roxana Carabajal, la “mimada” del clan santiagueño.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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