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Jueves, 22 de enero de 2015

MUSICA › STUKA, EX GUITARRISTA DE LOS VIOLADORES, VUELVE A TOCAR EN ARGENTINA

“Argentina dejó de ser el país rockero que yo conocía”

Vive en Miami y preparó para este verano una minigira por la costa y un show en Buenos Aires. Festejará los 30 años del disco ¿Y ahora qué pasa, eh? y presentará sus nuevos temas como solista. Dice que vuelve porque no le gusta “cómo se mezcla el rock con esa cosa tropical”.

 Por Yumber Vera Rojas

Si en agosto todo era felicidad entre Stuka y Pil Trafa, pues volvieron a reunirse en un mismo escenario luego de que la discordia los separara durante años, hace algunos días el infortunio reunió nuevamente al alma y al corazón de Los Violadores. “Estaba en casa, y a las 10 de la mañana recibí un mensaje de Pil en el que me avisaba que su madre falleció”, relata el histórico guitarrista del punk nacional, mientras espera su cerveza en un bar de Palermo. “Fui uno de los primeros con los que se comunicó porque sabía que había llegado. Como su manager no se encontraba, me ofrecí a buscarlo al aeropuerto. Lo acompañé en el velatorio, y en el entierro. No me lo podía creer: se había ido la hermosa Carmen, que fue la que nos bancó en las peores y mejores épocas de Los Violadores. A pesar de que éramos cuatro desaforados que ensayábamos en su casa, ella nos tuvo mucha paciencia. Nunca perdió la parsimonia, ni la calma, ni esa paz divina con nosotros. Fue una persona fundamental en la primera etapa de la agrupación”.

–¿Por qué se distanció de Pil?

–Tras un primer ataque a Los Violadores, en la Universidad de Belgrano, que fue positivo porque nos ayudó a salida del under, en 1991, luego de que el juez Piotti nos mandara a la cárcel por componerle “Contra la pared”, le pedí a Pil que dejáramos de actuar por tiempo. Me dijo que sí, me fui de vacaciones, y al regreso estaban tocando con otro. Sin embargo, a finales de 2001, año de la celebración de los 20 años del grupo, retomamos la amistad. Desde esa época, no lo volví a ver, hasta el año pasado.

–¿A qué se debió la reconciliación?

–Yo vine a Buenos Aires de casualidad porque se había enfermado mi abuela. Pil se enteró, me llamó para ver cómo estaba ella, y me invitó al show que iba a dar en Uniclub. Para tipos que se criaron haciendo esto fue una cosa natural. Fijate que no ensayamos, no hubo nada previo. Subimos al escenario, y fue mágico. No por lo que pasó allá arriba, sino por la respuesta de la gente. Estaban con nosotros a morir. Para mí que estoy medio desaparecido de la escena, fue genial encontrarme con ese calor y esa energía.

Stuka siguió dedicándose a la música, pero desde Estados Unidos, donde se estableció tras tomar distancia de Los Violadores. Gustavo Fossá, el nombre detrás del álter ego, se encuentra en campaña para reencontrarse activamente con la escena local. Por eso preparó para este verano una minigira por la costa atlántica que lo llevará a Pinamar mañana, a Mar del Plata el 24, y a Mar de Ajó el 25, para luego volver a Buenos Aires, el 6 de febrero (un día después de su cumpleaños), en Uniclub. Allí repasará los clásicos de su banda, festejará los 30 años del disco ¿Y ahora qué pasa, eh?, y presentará sus nuevos temas como solista. “El proyecto lo comencé a armar con Fernando Bonanno (ex Sentimiento Incontrolable), y los hermanos Ubalton, y ya estamos afianzados”, describe el músico, que además adelanta que está pensando en bautizar a este proyecto Stuka & The Fusers, en honor al apodo “rugbier” del Che Guevara. “Lo banco. Aunque no entiendo cómo puede existir en el país una zona llamada Palermo Hollywood”.

–¿Qué lo motivó a mudarse a Estados Unidos?

–Me fui en 2000 por intuición, porque la crisis sucedió el año siguiente. Tuve un hijo y quise salir de acá. Había pasado el auge de Los Violadores, fui buscando nuevos horizontes, y la vida del artista se nutre un poco de viajar, de moverte, de conocer el mundo, y más en Estados Unidos, donde cada estado es un país diferente.

–¿Disfruta del anonimato?

–No, por eso vivo en Miami: me gusta que me choluleen. Viví un año y medio en Seattle y otro en Los Angeles, pero, además de que es muy cómoda para viajar a otras ciudades, tiene la ventaja de que voy caminando por la calle, y de pronto me encuentro con familia mía que no sabía que estaba viviendo allá o me paran para tomarse fotos conmigo. Miami es como vivir en Belgrano: todos quieren hacer shopping.

–¿Cómo es su vida allá?

–Miami tiene de todo, menos rock. Pero es agradable para vivir. Siempre me gustó la playa, al punto de que antes de irme para allá, estuve en Brasil. Aunque la ciudad te ofrece otras ventajas. Como me gusta hacer de todo artísticamente, pinto y llevo adelante mis ideas. Mi vida gira en torno de mi estudio, en el que produzco a grupos y solistas. Además soy vecino de Iggy Pop, al que ves paseando con su Cadillac. También viajo mucho a la costa oeste debido a que mi hijo está en Seattle desde hace siete años. Así que tengo una banda en ambos extremos del país.

–¿Por qué no volvió a la Argentina?

–Nunca dejé de venir a la Argentina, pero tuve una etapa, desde 2001 hasta 2010, en la que regresé, pero no a tocar. Había pasado el auge del grupo, y estaba medio reticente a presentarme en vivo. Aunque a partir de ese año volví como Stuka. Saqué un disco llamado Loop neurótico, que editó un sello puertorriqueño, y en el que repaso los temas de Los Violadores. Si bien estoy volviendo con más frecuencia, quiero afianzarme en la producción de un próximo álbum, que tendrá canciones totalmente nuevas.

–¿En qué consistirá ese nuevo disco?

–La idea es que los temas que hice estos años, y que saqué virtualmente, porque los compongo en mi estudio, y luego los subo, formen parte de un álbum, de algo más concreto. El sencillo está bueno, pero a mí me gusta más un concepto. En Estados Unidos hice dos discos: uno cantado en inglés, llamado Fucking English, que lo compuse en plena crisis económica norteamericana, y otro, denominado Lejos de casa, cuya temática está más orientada a la inmigración. Por lo que mi intención es juntar ambas producciones y hacer algo especialmente para Argentina.

–¿Le costó sostener su carrera solista?

–Lo que más me gustó de los discos de Stukas en vuelo fue la crítica de los ortodoxos del punk. Cuando comencé con ese proyecto, me di cuenta de eso. Es horrible lo que te digo. ¿Cómo me vas a criticar a mí si yo quiero cambiar y hacer lo que se me cantan las pelotas? ¿De qué libertad me estás hablando? Fui el primer criticado del punk por los propios punks. Es genial.

–A pesar de que forma parte de otra generación de la industria musical, supo adaptarse a la consigna de la autogestión que impuso esta época. ¿Cómo lo logró?

–La base del capitalismo es la escasez, pero el mundo está orientado, a través de la tecnología, a que empiece a haber abundancia. Creo que tanto Karl Marx como el Che Guevara no se equivocaron, los que sí lo hicieron fueron los que pusieron en práctica sus ideas, porque terminaron vendiéndole a la gente algo inviable y se transformaron en flor de capitalistas.

–¿Se volvería a juntar con Los Violadores?

–La última parte de Los Violadores fue confusa, caótica, por eso quise aflojar. Es lo que le critiqué a Pil, porque dejás de ser vos, y te convertís en un producto. Por ahora no hay nada planteado para la celebración de los 30 años de ¿Y ahora qué pasa, eh? (ver recuadro). Estoy haciendo mi historia, mi disco nuevo, y después se verá. Yo tengo ganas, pero con el deseo no alcanza.

–¿Sostiene aún la bandera del punk de la vieja escuela?

–Lo que fundamenta todo es la idea del rock. El punk sale del rock en el sentido de que fue liberación de un sistema casi victoriano. Una vez que la sociedad se tragó al rock, saltó el punk. Rock y punk son sinónimos, por eso está lo de punk rock. A veces critico en Argentina que los músicos se entreguen tanto al sistema, porque siempre hay algo que no está bien. Necesitás liberarte de las estructuras para hacer rock and roll.

–¿Está al tanto de la actual escena del rock argentino?

–A veces me da lástima. Argentina dejó de ser el país rockero que yo conocía, y la radio lo confirma. Cuando era chico, iba a buscar la información. Pappo, Spinetta, entendía todo, loco: las letras, la música, la estética, la energía. Lo que sucedió en los ’90, a partir de Los Piojos o la Bersuit, arruinó y cagó todo. Este no es un país tropical. Si bien esa música está bien para un casamiento, es inconcebible que mueva masas y que tenga algo para decir. Ese cumbiancherío no es rock, a mí me gusta la cosa pura. Si mezclás, y no sabés qué es, no tiene sentido.

–Pero el rock evolucionó en muchos estilos...

–Antes del punk no existía eso, luego comenzaron los estilos. Ya no saben qué más nombres ponerles a las cosas. No sólo en el rock. Hoy la diferencia la hace el mismo músico, existe una revolución constante. Pero eso me parece bien, la diversidad es positiva. Ya no hay más etiquetas, sino artistas. Foo Fighters es una banda de rock que ya no sabés cómo catalogarla.

–En esta época, al mismo tiempo que surgen nuevos géneros, también se reivindican precursores y se reescribe la historia de corrientes establecidas. Y eso pasó en el punk latinoamericano con Los Saicos. ¿Le sorprendió que la medalla de pionero que les colgaba a Los Violadores se la quitaran para dársela a ellos?

–Curiosamente, en Perú fue donde mejor nos fue en la historia de Los Violadores. Nosotros llegamos con la bandera del punk rock hacia arriba, y allá nos enteramos de que existían Los Saicos. “¿De qué nos están hablando”, les dijimos. “Ellos hace surf”. Lo que pasa es que tenían un tema que hablaba de demoler la estación de trenes, cuando en Argentina había represión militar. Fijate que el punk se destruyó en 10 segundos. Los Sex Pistols no duraron nada. Quizás al reunir a Los Violadores claudicamos con nuestra leyenda. Si para mí fuese importante hacerlo, pues no me gusta que vean cuatro jovatos tocando lo mismo, lo haría sólo para tocar en México. Nunca lo hicimos. Sería un buen lugar para que las viejas ideas se renueven.

–Ahora que va a cumplir 57 años, ¿cómo vive ese mito anacrónico de que el rock, y más especialmente el punk, era un fenómeno juvenil?

–Ahora el rock es cosa de viejos. El rock no está identificado más con la juventud, sino con el espíritu joven. Me acuerdo de que cuando tenía 20 años pensaba que a los 35 no iba a poder rockear, porque iba a ser un jovato de mierda. Yo veo fotos de mi abuelo y de mis tíos cuando tenían 40, y parecían ancianos. Ves a Iggy, y se le nota el aura de joven. Por eso al rock hay que respetarlo. Me da mucha bronca, nuevamente, ver cómo se mezcla el rock con esa cosa tropical. Eso déjenselo a los cubanos. Creo que por eso estoy volviendo.

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“Fui el primer criticado del punk por los propios punks”, señala Stuka.
Imagen: Bernardino Avila
 
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