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Martes, 3 de marzo de 2015

MUSICA › GRATEFUL DEAD CELEBRA 50 AñOS CON REEDICIONES Y UN DOCUMENTAL DE MARTIN SCORSESE

Nada mal para una banda de hippies

Entraron al Libro Guinness con la banda que dio más conciertos para más gente. Pero eso es sólo la punta del iceberg encabezado por Jerry Garcia, que este año tendrá los homenajes correspondientes y un trío de shows de reunión en Chicago, en junio.

 Por Andy Gill *

Este año, The Grateful Dead celebra su 50º aniversario, un hito jalonado por una serie de lanzamientos –el primero de los cuales será un inminente álbum doble compilatorio– y un documental producido nada menos que por Martin Scorsese. La banda no está en funcionamiento desde la muerte de Jerry Garcia en 1995, un hecho al que el mismo ayuntamiento de San Francisco rindió tributo con una bandera teñida de Grateful Dead flameando a media asta. Pero su espíritu se mantiene alto por una extendida comunidad de fanáticos –conocidos como Deadheads–, y alimentado por una permanente edición de discos en vivo con performances de vieja data.

Formada en 1965, Grateful Dead fue una mezcla única de rock psicodélico, música de raíz americana y experimentación avant garde, cuyas extendidas experimentaciones de forma libre llegaron para ejemplificar el sonido de San Francisco en el primer estallido del hippismo de Haight-Ashbury. Jerry Garcia era un banjista fanático del bluegrass que se reconvirtió como guitarrista principal; en el otro extremo, el bajista Phil Lesh era un aficionado entrenado de manera clásica y amante de la experimentación, lleno de ideas bizarras. Junto a Lesh y Garcia estaba el joven pop rocker Bobby “Ace” Weir y el cantante y organista de blues Ron “Pigpen” McKernan, con sus instrumentaciones libres cabalgando el polirrítmico entramado que proveían los bateristas Bill Kreutzmann y Mickey Hart.

La más temprana apelación a la fama de los Dead fue como la banda de la casa para los happenings hippie de Ken Kesey y los Merry Pranksters. Ken Babb, socio de Kesey, los señalaba como “el motor principal para la nave espacial de los Pranksters”. Esos happenings, a su tiempo, llevaron a los “Test del Acido” que se presentaban en la Costa Oeste de Estados Unidos, en los cuales todos los participantes, tanto artistas como integrantes del público, tomaban dosis de LSD. Los Dead tenían acceso irrestricto a la nueva y poderosa droga alteradora de la mente, ya que el legendario químico Owsley Stanley III (conocido como El Oso) también era su ingeniero de sonido. No sólo hacía el ácido más puro del planeta, sino que le construyó a la banda el mejor sistema de sonido, una enorme pared de parlantes diseñada para llenar los estadios con música.

Aunque Garcia era el guía espiritual del grupo, éste se regía por líneas colectivas, con cada miembro de la extendida familia de los Deads –de los músicos al equipo de gira y los administradores– recibiendo los mismos 25 dólares por semana. Joe Smith, ejecutivo de Warner Bros Records, se desesperaba con su colectivismo deliberadamente anárquico: cuando se arrreglaban encuentros de trabajo, podían aparecer 60 personas a negociar, incluyendo madres amamantando a sus hijos y probablemente un perro o dos. El espíritu familiar de los Dead se contagió a su base de fanáticos, creando una sensación general de comunidad. Mientras otros artistas solían perseguir a los responsables de grabaciones piratas, los Dead los alentaban, reservando áreas en sus conciertos donde podían colocar micrófonos que consiguieran un sonido óptimo. La banda se dio cuenta de que esta miniindustria, lejos de reducir sus ingresos, sostenía y diseminaba su encanto.

Esta falta de mundanismo llevó a algunas decisiones de negocios desastrosas, como la decisión de hacer una película que llevó a la banda a la bancarrota. O la legendaria visita para tocar en las pirámides de Egipto, cuyos costos iban a ser recuperados con la edición de un disco triple que debió ser abandonado porque el piano estaba desafinado. La nave estuvo a punto de irse a pique. En esos comienzos no ayudó en nada su incapacidad para manejar la disciplina en el estudio de grabación: como típica banda de improvisación, se les hacía muy difícil destilar su música en porciones del tamaño de un disco. Enfrentados a la decepcionante performance de su disco debut, eligieron cavar un agujero aún más profundo con el segundo, Anthem of the sun. La banda gastó en el estudio una suma sin precedentes (100 mil dólares) para cortar minuciosamente fragmentos de sus shows en vivo, tomas de estudio, solos de batería y grabaciones de sonidos naturales y pegarlos en un collage musical. Aun con sus defectos (y la reacción de Smith, que lo consideró “el proyecto más irracional en el que nos hayamos involucrado”), Anthem of the sun sigue siendo uno de sus discos más encantadores, un testimonio de la actitud alternativa de la banda.

La salvación llegó en la forma de Live Dead, un disco doble que retrató la fuerza en vivo de la banda y le dio espacio a tracks como “Dark star”, de 25 minutos de duración. Live Dead se convirtió en un favorito de los fans, estableciendo la estrategia de intercalar lanzamientos de estudio con producciones en vivo, tal como el álbum triple Europe ‘72. Los Dead finalmente maduraron como banda de estudio en 1970 con Workingman’s Dead y American Beauty, un par de discos que fue un regreso a las raíces de folk rock, inspirado en bandas como Crosby, Stills & Nash y The Band, y que les aseguró su primera aparición en los rankings de venta y se convirtieron en sus discos más acccesibles. El último es un trabajo admirable, que encuentra a la banda practicando armonías vocales de un modo que nunca antes habían abordado.

En 1973 fundaron sus propios sellos –Round Records y Grateful Dead Records– para los siguientes lanzamientos, el primero de los cuales fue Wake of the flood. El disco llegó al Top 20, pero lo que le dio un significado más duradero fueron las innovaciones de merchandising que se implementaron en la gira. Los fans fueron alentados a unirse a la lista de correspondencia, que en 1975 llegó a 80 mil personas y le permitió a la banda vender directamente remeras y tickets para los shows. En pocos años se habían convertido en la compañía anarquista más exitosa del mundo.

En los ’80, sus shows crecieron en popularidad y sus cuentas engordaron de manera acorde. La revista Forbes los puso entre los 30 artistas mejor pagos de 1989, con un ingreso anual estimado en 12,5 millones de dólares; para 1991 tenían la gira más recaudadora del mundo, con una asistencia anual de 1,6 millón de personas. Su merchandising se había extendido a comics, corbatas, mochilas, muñecos, equipamiento para golf y esquí, mientras que el fabricante de helados Ben & Jerry’s era forzado a entregar una porción de ganancias del sabor Cherry Garcia. Y aunque la reputación de drogones no era exagerada, no todas sus ganancias se perdieron: una porción fue a Rex Foundation, un fondo de beneficencia establecido en 1983 que ya ha donado ocho millones a diversas causas.

La muerte de Garcia detuvo a la banda, pero los demás miembros han tocado solos y en varias agrupaciones. En julio de este año, Weir, Lesh, Hart y Kreutzmann se reunirán para tres shows en Chicago, con Trey Anastasio (de Phish) ocupando el lugar de Jerry. En 1998, los Dead fueron reconocidos por el Libro Guinness como la banda que tocó más conciertos de rock (2318) para más personas (unos 25 millones). Nada mal para una manga de viejos hippies.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Por sus giras y su método de merchandising, los Deads fueron la compañía anarquista más exitosa del mundo.
 
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