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Lunes, 29 de junio de 2015

MUSICA › A LOS 67 MURIó CHRIS SQUIRE, UNO DE LOS FUNDADORES DE YES

Un prócer del rock progresivo

Bajista y compositor, atravesó todas las etapas de la cambiante banda británica. Le puso su sello a la base de Yes y fue la voz que acompañó al personalísimo Jon Anderson. Falleció como consecuencia de un “raro tipo de leucemia”, según el comunicado oficial.

 Por Cristian Vitale

El primero en dar la fea noticia fue Geoff Downes, un tecladista del millón que le había salvado la vida a Yes, cuando la formidable agrupación británica caía en el pozo de principios de los ochenta. “Totalmente devastado, me toca informar de la triste noticia del fallecimiento de mi querido amigo, compañero de banda e inspiración Chris Squire”, escribió ayer Downes que, además de aquella incursión en la que suplía a Rick Wakeman y posibilitaba la grabación de Drama (1980), había vuelto a la banda en 2011 para quedarse hasta hoy. La noticia –impensado en los tiempos de Close to The Edge– corrió más rápido que la luz a través de las arterias de twitter y de la página oficial del grupo –o lo que quedaba de él– en Facebook. “Es con el más pesado dolor del corazón y con una insoportable tristeza que debemos informar de la muerte de nuestro querido amigo y cofundador”, fue el frío “comunicado oficial”, que envolvió a las huestes progresivas de los setenta en un baño de triste realidad. Dejaba este mundo uno de sus máximos exponentes a causa de un “raro tipo de leucemia”, en un hospital de Phoenix, Arizona, a más de ocho mil trescientos kilómetros del suburbio londinense, donde había nacido sesenta y siete años atrás: Kingsbury.

El punto geográfico del que el futuro “contratenor” de Anderson, cultor militante del Rickenbacker 4001 con wah-wah y compositor, partía hacia una búsqueda que se pobló de experiencias, vivencias y matices antes de fundar Yes, junto a Jon Anderson, en 1968. Muy cerca de su casa suburbana fue donde Squire mezcló deber (cantar en el coro de la iglesia) con ser (dejarse el pelo largo, tocar el bajo en banditas under y escuchar música beat), y también donde optó definitivamente por la música luego de que las autoridades de un victoriano “college” inglés lo echara por su aspecto sucio y desprolijo. El hiato entre tal despertar libertario y la juntada con otro de su estirpe (Anderson) en un bar del soho londinense fue apenas un detalle. La verdad, en rigor, llegó después. Llegó con el entendimiento y las ganas de ambos, la fusión con otros lords jipones (Peter Banks, Bill Brudford y Tony Kaye) y un mágico y maravilloso viaje sonoro que arrancó leve con el disco epónimo publicado en 1969, subió el tono con Time And A World (1970), y encandiló a medio Occidente –o un poco más– con aquella trilogía inolvidable que conformaron The Yes Album-Fragile-Close to The Edge, cuando arrancaba la década y los nombres iban y venían: Steve Howe por Banks y Wakeman por Kaye, por caso. O, poco después de la tríada, Alan White por Brudford. O, bastante después, Trevor Horn por Anderson, el mismo Downes por Wakeman (que había vuelto para otra instancia interesante, la de Going for The One (1977) y Tormato (1978), y se había vuelto a ir) y una danza de nombres que también incluyó a los guitarristas Trevor Rabin y Billy Sherwood; a los tecladistas Patrick Moraz, Igor Khoroshev, Tom Brislin y al hijo’e tigre Oliver Wakeman, y a los cantantes Benoit David y Jon Davison.

Todo este marco para destacar lo que hoy resulta la data madre de la coyuntura: que el autodidacta Chris Squire fue el único Yes con presente cantado en todas sus épocas, discos, sonidos, estéticas, luces y sombras. El único bajo que atravesó con el mismo nombre cuarenta y siete años de trayectoria (o cuarenta redondos, si se consideran los dos períodos de inactividad) y veintiséis discos. Que dejó su sello inolvidable en complejos moños y sentidas maravillas sonoras que se pueden manotear de a bellos racimos en cada uno de los discos. Y que repercuten y retroalimentan al Squire compositor, que también configura un mundo aparte. Más allá de los cinco temas de ese disco solista –y poco feliz, hay que decirlo– que compuso, arregló, produjo, tocó y grabó en 1975 bajo el autorreferencial nombre de Fish out of Water, y de alguna pieza perdida de XYZ, banda que formó con Alan White y Jimmy Page tras la grabación de Drama o de otro proyecto de escaso vuelo (Conspiracy), el bajista le brindó a Yes desde los tempraneros “Beyond And Before” (Yes, 1969) y la épica “The Prophet”, que compuso junto a su alter ego Anderson para Time And A World, hasta gemas de la época de oro de la banda como “Disisllusion” (parte B, de “Starship Trooper”, pieza clave del The Yes Album); el poderoso y también autorreferencial “The Fish” (Fragile); “And You And Me” (Close to The Edge), cuya excelsa pluma musical compartió con Howe y Brudford –la letra es de Anderson– o “Dont Kill The Whale”, de Tormato, disco que, lejos de transformarse en el último de Yes –como se sospechó en aquel momento– fue el primero de una serie de despedidas –y reencuentros– infinita.

Al menos hasta ésta, que parece ser la última: Christopher Russell Edward Squire, de Kingsbury, Inglaterra, murió hace apenas un día, y el cosmos –o la breve parte que le corresponde– se desmarcó un poco de su habitual equilibrio.

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Squire, más de cuarenta años de trayectoria y veintisiete discos grabados.
 
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