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Miércoles, 10 de febrero de 2016

MUSICA › NO TE VA GUSTAR, LAS PELOTAS Y BABASóNICOS CERRARON LA 16ª EDICIóN DE COSQUíN ROCK

Una experiencia única e intransferible

El festival de rock más federal de la Argentina volvió a entregar esas postales que sólo se viven allí, con contundentes shows en los diferentes escenarios. Para el año próximo, los organizadores sueñan con exportarlo a Perú y Chile.

 Por Juan Ignacio Provéndola

Desde Santa María de Punilla

¿Cómo será recordada este edición? ¿Por el celebrado cierre con invitados de No Te Va Gustar? ¿Por el diluvio bíblico que amenazó con suspender el festival? ¿La fiesta ardiente de La Bomba de Tiempo? ¿Las multitudinarias presentaciones de La Beriso y Don Osvaldo? ¿El celebrado –y concurrido– set de Dancing Mood? ¿El encuentro “piojoso” entre Andrés Ciro Martínez y Micky Rodríguez? ¿El soberbio show de Eruca Sativa tras el vendaval? ¿Las intervenciones de Fuerza Bruta entre medio del público? ¿La ridiculización que el Mono de Kapanga hizo de Nelson Castro justo cuando TN estaba transmitiéndolo en vivo? ¿La encendida conferencia de prensa de Ricardo Iorio? ¿La apuesta de Catupecu Machu por su formato Madera Microchip? ¿O el grito de “¡vamos a volver!” que el público de Científicos del Palo arengó espontáneamente durante largo rato?

El Cosquín Rock llegó a su fin y el proclamado “mito de las sierras” necesita nuevos abonos para darle entidad y continuidad al eslogan impuesto por los organizadores. El festival, como tal, no es sólo la acumulación de shows en un predio y en una grilla. A la dimensión artística se le debe añadir una mística capaz de dotar al conjunto de elementos de esa pátina épica que luego le permitirá a los asistentes decir con orgullo la frase “yo estuve ahí”. Ese es el carácter diferencial que motiva a gente de todo el país a trasladarse cientos de kilómetros (miles, incluso) para ver un show que probablemente tendrán cerca de casa en otro momento del año. ¿Sucedió algo de eso en la edición 2016? La respuesta estará en cada uno: la “experiencia Cosquín” es única e intransferible.

El tercer y último día comenzó desde temprano con atractivos que movilizaron a los más curiosos. En la carpa Geiser se presentó Benito Cerati con su banda Zero Kill en formato trío de voz, guitarra y batería, más la apoyatura de secuencias y pistas programadas. Tímido pero de buena parada, el cantante se dejó volar por la sonoridad de una propuesta interesante, llena de inquietudes que seguramente lo empujarán a una búsqueda personal que recién está comenzando. Ajustada presentación en sociedad ante un público que se encontró con él de casualidad, pero que seguramente recibirá con interés las próximas novedades (entre ellas, el disco debut, a lanzarse en el transcurso del año).

Más que el día “del palo”, el lunes fue la jornada “de tal palo...”. Hablar de “hijos de” muchas veces suena a desdeñable, pues la frase parece subrayar que el único mérito de los vástagos es haber sido creados por una semilla célebre. En este caso sería más ajustado hablar de delfines, a la vieja usanza real: muchachos con un mandato genético que luego deberán refrendar en actividad. El sábado ya había estado Florián Fernández Capello (hijo de Vicentico) con su grupo Callate Mark y el domingo Armant, proyecto liderado por Saimon Bosio, vástago de Zeta. Y el lunes, además de Zero Kill, también estuvo Huevo, la banda del cantante Julián Baglietto, hijo de Juan Carlos, y de su tocayo bajista, retoño del experimentado escenógrafo del rock Marcelo López Cariló. El grupo comenzó a rodar su juego casi al término del proyecto del heredero de Gustavo Cerati, aunque en el Escenario Alternativo. Una propuesta demoledora con la clásica alineación voz-guitarra-bajo-batería que siempre da que hablar en cada edición del Cosquín.

El Escenario Temático del lunes fue para el rock. Así lo denominó la organización. Parece una etiqueta amplia y ambigua, aunque basta con ver la lista para definir el perfil: Andando Descalzo, La Mocosa, Villanos, Jóvenes Pordioseros, Cielo Razzo. Una selección de bandas de larga trayectoria que en su tiempo supieron insinuar un salto a la masividad que no terminaron de concretar del todo. La excepción tal vez sea El Bordo –uno de los protagonistas centrales de este escenario en la jornada final–, que logró cruzar el Rubicón de la convocatoria y alcanzar el standard de Luna Park (donde tocará en mayo). Asimismo, el escenario Hangar sirvió para contener a una decena de bandas heavies nuevas de todo el país.

El clima se portó muy bien, incluso con largos momentos de sol radiante, aunque no lo suficiente como para recomponer un campo forrado en lodo. De todos modos, el hecho de que no haya caído ni una sola gota de agua en toda la jornada del lunes constituyó de por sí un acontecimiento celebrable, sobre todo por quienes padecieron las violentas precipitaciones de los dos días anteriores.

Después de La Que Faltaba (del ex bajista de Los Piojos, Micky Rodríguez, quien apostó mucho al autocover) llegó el primer peso pesado de la jornada: Massacre. “¡Hola, caramelos!” saludó su siempre mimoso cantante Walas tras arrancar con “Te leo al revés”. Luego siguió Bersuit, que volvió al festival tras doce años, ya sin Gustavo Cordera pero con un disco nuevo (La nube rosa) y muchos hits. Entre ellos, “Sencillamente”, con Emiliano Brancciari de No Te Va Gustar como invitado.

Mientras tanto, en el Escenario Alternativo se daban cita espectáculos menos convencionales como el dúo de cuentos y canciones compuesto por Hernán Casciari y Zambayonni, o la presentación de la murga uruguaya Agarrate Catalina. El último turno fue para Científicos del Palo, al término de cuyo show el público comenzó a cantar de manera espontáneo aquello de “vamos a volver”. Otros juraban haber visto en esa carpa a Charly García la noche anterior: en realidad se trató de su imitador animando la versión coscoína de la itinerante Bizarren Miusik Parti.

La recta final comenzó a ser trazada por Babasónicos, uno de los puntos altos de todo el festival. El grupo se ganó el escenario poco antes de las 22 con un juego de luces e imágenes hipnotizantes y la fuerza chamánica de Adrián Dárgelos, uno de los mejores performers de la historia del rock argentino toda, y una lista contundente que casi no ofreció descansos ni respiros. “Vamos a festejar nuestros 25 años repasando temas de todos los discos”, prometió el cantante, dispuesto a dar cátedra escénica tanto en un show propio como ante los públicos ajenos de todo festival. Y cumplió: uno tras otro se sucedieron “D-generación” (del disco Pasto), “Malón” (Trance Zomba), “Viva Satana!” (Dopádromo), “Egocripta” (Babasónica) y “Desfachatados” (Miami), repasando la discografía noventosa pre-Jessico.

Mientras en la carpa de prensa el organizador José Palazzo hablaba de la posibilidad de replicar el Cosquín en Perú y Chile (con el objetivo de traer bandas internacionales de fuste en los tres), Las Pelotas se preparaba para ofrecer una de sus mejores presentaciones en la historia del evento. Su mística festivalera se huele en sus canciones, a través de las cuales puede mojonearse toda la década y media de ediciones del Cosquín Rock. “Ahora tocaremos un tema nuevo. ¡Bánquesela!”, dijo Germán Daffunchio en un momento, presentando “Era”. Antes habían hecho “El amor hace falta”. Fueron las dos únicas excepciones de un repertorio lleno de clásicos, desde el comienzo explosivo con “Esperando el milagro” hasta el infaltable set reggae (esta vez con “Y que estés sonriendo”, “Si supieras” y “Hawai”), para un final junto a Fernando Ruiz Díaz de Catupecu haciendo “Shine”.

Preludió el acto final un show de marionetas del Indio y Skay que primero fue tomado con sorpresa y, recién al final, con aplausos. Estuvo a cargo de Emiliano López y Susana Cayo, artistas callejeros de Hurlingham que mueven los piolines de distintos muñecos en trenes y subtes. Una muestra más de que nuestro rock sigue teniendo capacidad de prohijar expresiones insospechadas.

Por último, No Te Va Gustar se adueñó del Cosquín pasada la 1 de la madrugada. Ante las 20 mil personas que esperaban por ellos, los uruguayos se despacharon con un show de dos horas que no sólo tuvo clásicos propios (“Cero a la izquierda”, “Tan lejos”, “Al vacío”, “Fuera de control”, “No hay dolor”), sino también un desfile de covers e invitados: “De música ligera” con Bersuit y “Pasos al costado” con Turf, además de contar con sus paisanos de Agarrate Catalina en “Clara y la puerta de atrás”, y de Fernando Ruiz Díaz en “Sin pena ni gloria” y “No era cierto”, guardado para el cierre. La banda del sonido del final le bajó el telón a la edición número 16 del Cosquín. Desde hoy, las sierras descansan y el rock vuelve a esperar un año para tener a su festival más importante.

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Las Pelotas dieron una de sus mejores presentaciones en la historia de Cosquín Rock.
Imagen: Gonzalo Martinez
 
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