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Domingo, 22 de mayo de 2016

MUSICA › CHRIS CORNELL, DEL RUIDO DE SOUNDGARDEN A UNA GIRA Y UN DISCO ACUSTICOS

“¿Cuán real soy si no puedo entretener con una guitarra?”

No es la primera vez que el cantante experimenta en terrenos alejados del grunge, pero Higher truth es ciertamente un desafío que deja sus huellas.

 Por Remfry Dedman *

Como todos los artistas excepcionales, Chris Cornell es un maestro de la transformación. De gemir sobre riffs retorcidos de guitarra a cantar suavemente en melancólicas baladas cargadas de pena, Cornell puede mover su mano (o, para decirlo con propiedad, su voz) hacia prácticamente cualquier derivación, y resolverlo con aplomo. Su más reciente encarnación es la de un trovador, un cantante y compositor acústico que le provee una oportunidad de atar todos los cabos sueltos de su carrera y presentar un show que bien podría bautizarse The Chris Cornell Experience. “La respuesta de los fanáticos hacia la primera gira acústica fue realmente alentadora, se mostraron muy partidarios de eso”, dice. “De algún modo extraño, tuvo sentido en la perspectiva de mis extraños 30 años de carrera escribiendo canciones. Todas las diferentes bandas y proyectos solistas, y todo lo que hubo en el medio, son muy variadas, algo muy ecléctico. De algún modo, quise condensar todo eso en un show acústico. Y creo que es la primera vez que todo eso puede estar en un solo concierto y tener sentido”.

A pesar del éxito que Cornell ha tenido como performer acústico, tocando el lugares tan prestigiosos como la Opera House de Sydney y el Carnegie Hall, hubo una aprensión inicial desde ciertos sectores de su propio campamento. “En el comienzo, hubo ciertas perturbaciones rodeando a este proyecto”, detalla. “En ese momento tenía un manager que tenía muchas prevenciones sobre la idea de que yo saliera con una gira acústica. El quería que primero simplemente probara las aguas, con lo que hice unas pocas presentaciones en Los Angeles. Y estuvo bastante bien pero el show no cambiaba, no evolucionaba de ninguna manera. Con lo que, contra el consejo de todos los que me rodeaban, reservé lugares en Estados Unidos para un tour de 30 fechas, y me imaginé que para el final de ese recorrido quizá ya sería capaz de hacerlo. Pero hacia el séptimo u octavo show ya sentí que podía hacerlo bien, y se ha mantenido así desde entonces”.

Parte del éxito del tour tiene que ver seguramente con la oportunidad que tienen los fans de escuchar una ecléctica colección de canciones que aparecen bajo una nueva luz, y descubrir detalles profundamente ocultos, alguna vez enterrados bajo la cacofonía de una banda de rock. Pero al desnudar el tema, al quitarle el ruido de la distorsión, también puede enfocarse la atención en la maravillosa voz de Cornell, una fuerza de la naturaleza que se expande por cuatro octavas, que puede pasar de una seda dulce al vidrio molido en solo un latido. Escuchar casi al desnudo esta voz, seguramente una de las más mejores en la historia de la música moderna, es sin lugar a dudas la razón principal del asombroso éxito de la gira. “En mí siempre hubo un deseo de mantener la atención de una sala llena de gente con solo una estúpida guitarra y nada más”, dice Cornell. “Le tenía miedo a eso, lo que no me hacía sentir muy bien; ¿por qué no debería hacer algo solo porque le tengo miedo? También hizo que me formulara la pregunta ¿cuán real soy como músico si no puedo entretener al público solo con una guitarra acústica? Con lo que empecé a ponerme a mí mismo en una posición en la que pudiera hacer eso. Siempre me estoy desafiando a tratar de volver a traer canciones muy ocultas de mi catálogo y ponerlas en este contexto. Pero al mismo tiempo estoy al tanto de que hay ciertas canciones que todo el mundo quiere volver a escuchar, con lo que hago malabarismos con eso. No es que me esté quejando: ¡siempre es bueno que la gente quiera escuchar canciones! Y como el nuevo disco está escrito desde la perspectiva de una performance acústica, ahora tengo todas estas nuevas canciones que puedo usar como reserva”.

En rigor de verdad, algunos miembros de la base de seguidores de Cornell le dan una corta atención a su obra solista (y en el caso de Scream, su colaboración de 2011 con el superproductor de R&B Timbaland, quizá eso haya sido lo mejor); pero su último álbum, Higher truth, integra una de las más ricas y hermosas colecciones de canciones que haya hecho bajo su nombre. Títulos como “Worried moon”, “Before we disappear” y el que sirve de nombre al disco contienen algunas de las melodías más atrapantes de toda su trayectoria. Hay una instrumentación muy sutil que se usa muy esporádicamente, ya que las canciones fueron escritas con la encarnación de su reciente tour en mente. “Quería escribir nuevo material que pudiera ser interpretado en este contexto acústico, y que tuviera sentido”, remarca. “Para mí era muy importante que estos conciertos tuvieran vigencia por sí, que no fueran solo una mirada hacia atrás y sencillamente hacer versiones acústicas, despojadas, de mi viejo material”.

Despojarse de los pertrechos le ha dado mayor énfasis a las letras de Cornell, una parte enormemente subvalorada de sus capacidades como escritor de canciones. El está al tanto de que crear una versión alternativa de una canción fuerza al oyente a enfocarse en diferentes aspectos, que quizá no hayan sido tan discernibles en su formato original. “Cuando Johnny Cash hizo su versión de ‘Rusty cage’ (originalmente incluida en Badmotorfinger, el disco grabado por Soundgarden en 1991), la gente me dejaba mensajes en mi contestador telefónico diciéndome lo buenas que le parecían las letras, y que no habían pensado ni dicho lo mismo cuando escuchaban la versión de Soundgarden. No me sorprendió mucho, pero fue una especie de pequeña lección, una que señala que las letras no son necesariamente el principal foco de atención: depende de quién esté escuchando y qué es lo que está esperando cuando escucha. No hay dudas de que comunicás las letras de una manera mucho más directa cuando todo lo demás desaparece, cuando no estás en competición con todos esos otros instrumentos y todas esas capas de sonido”.

Nacido y criado en Seattle, Washington, Cornell fue uno de los arquitectos principales del movimiento grunge, al formar Soundgarden junto al guitarrista Kim Thayil y el bajista Hiro Yamamoto en 1984. Como multifacéticos pioneros del alt-rock, fueron modelando su sonido casando los arrastrados sonidos stoner de los riffs de Black Sabbath con la sensibilidad más melódica de The Beatles. En el proceso crearon una armonía evocativa, entre la luz y la oscuridad. Los Soundgarden se hicieron famosos al ser la primera banda grunge que firmó con una compañía grande (A&M, en 1988), pavimentando el camino para que otros como Nirvana, Pearl Jam y Alice in Chains salieran de la burbuja de Seattle y conquistaran al mundo, aunque brevemente. A pesar de su éxito inicial, el grunge como género se convirtió en una creciente parodia de sí mismo, descendiendo rápidamente a un pozo en el que abundaban las poses y una disminución creativa, aunque no comercial. Quizá de manera sensata, Soundgarden eligió despedirse en 1997, justo cuando la crema empezaba a agriarse. Cornell se reinventó a sí mismo como un exitoso artista solista al lanzar su debut Euphoria morning en 1999. Desde entonces ha habido otros proyectos musicales, incluyendo a Audioslave, el supergrupo formado con el trío instrumental que significaba las tres cuartas partes de Rage Against the Machine. En 2010 Soundgarden anunció que volvía a formarse; dos años más tarde lanzó un nuevo disco, King Animal. Pero a través de todos estos proyectos y colaboraciones, Cornell vuelve una y otra vez a su carrera solista, explorando nuevos territorios y géneros con cada sucesivo lanzamiento.

El 16 de abril de este año se cumplió el 25º aniversario de uno de los proyectos más personales del cantante. Adorado por los fans pero menos conocido entre los oyentes ocasionales, Temple of the Dog fue lanzado como un tributo a Andrew Wood, cantante de Mother Love Bone, ex compañero de cuarto de Cornell. Cuando Wood murió a causa de una sobredosis de heroína, el 19 de marzo de 1990, Cornell se acercó a dos miembros de Mother Love Bone (Stone Gossard y Jeff Ament, que luego formarían Pearl Jam) para trabajar en material que tributara al amigo fallecido. Inevitablemente, como suele suceder con los aniversarios, los recuerdos de aquella época siguen acudiendo. “Con todo lo que se ha escrito recientemente sobre Temple of the Dog, me recordó los significados originales de esas canciones. ‘Say hello 2 heaven’, por ejemplo, fue una de las canciones que escribí directamente para Andy Wood, y fueron numerosas las veces que alguien me ha pedido que toque esa canción para alguna otra persona que murió. Se convirtió en una especie de himno que hace que alguien pueda sentirse confortado cuando ha perdido a alguien; pero recientemente me he vuelto más posesivo con la idea de que esta canción fue escrita en realidad para una persona específica, una persona que no he olvidado. Con lo que me he estado recordando a mí mismo y a la audiencia de dónde viene esa canción”, dice.

El disco Temple of the Dog a veces es citado errónameante como el catalizador que juntó a los miembros de Pearl Jam (fue el primer disco oficial que unió al frontman Eddie Vedder y el guitarrista Mike McCready, ganándole al debut de Pearl Jam, Ten, por cuatro meses). Cornell descarta la versión como uno de los grandes mitos del grunge. “No hay dudas de que Pearl Jam iba a conformarse de cualquier manera, se hubiera hecho ese disco o no”, dice. “Aunque quizá no se hubieran integrado como banda si Andy no hubiese muerto, y es algo que consideramos cada tanto. Es fácil mirar atrás de manera romántica y decir que el hecho de que Pearl Jam naciera de Mother Love Bone fue de alguna manera un modo de corregir las cosas. Pero como alguien que no cree particularmente en el destino, simplemente pienso que es una estupidez. Nunca creí realmente que fuera momento de que uno de nuestros jóvenes amigos se fuera; simplemente lo veo como un accidente, con gente que consiguió seguir adelante”.

Más recientemente, Cornell proveyó un hermoso tributo a Prince, quien murió el 21 de abril en su estudio Paisley Park de Minnesota. Cornell venía tocando su canción “Nothing compares 2U” desde meses antes de la muerte del músico, pero desde ese momento adquirió para Cornell un nuevo significado. “Honestamente, no puedo decir que sea un gran fan, pero seas fanático o no, tenés que ser capaz de apreciar a Prince. Hay algo único en lo que hizo, y yo me siento continuamente inspirado por el maravilloso performer que era. Su composición de canciones era extremadamente variada, y era terriblemente competente en cada instrumento que tocaba... eso sería inspirador para cualquiera. Es difícil decir que algo positivo pueda salir de algo como eso, pero diré que me hace feliz ver la respuesta que llegó de una cantidad enormemente variada de músicos que lo honraron de alguna manera. Gene Simmons, Bruce Springsteen, The Dixie Chicks, todos hicieron alguna clase de tributo en las últimas semanas. Esa es la parte que me hace sentir bien, como que todos se dieron cuenta cuán grande era este tipo: me hace feliz”.

A algunos les puede sorprender saber que Cornell lleva ya diez años haciendo shows acústicos: el primero fue el 7 de septiembre de 2006 en Estocolmo, Suecia. Aun cuando los primeros conciertos fueron intimidantes, como sería para cualquier músico, le dieron a Cornell los medios para expresarse a sí mismo de maneras nuevas y excitantes, de un modo que no era posible dentro de los límites de tener que ser una parte de una banda. “Las canciones tienen más potencial para evolucionar y cambiar en un ambiente en vivo cuando están despojadas, porque tengo la libertad para hacer cualquier cosa”, explica. “Puedo acelerarlas, ralentarlas, empezarlas de modo diferente, cantarlas distinto... cualquier cosa que quiera hacer. Eso hace mucho más difícil caer en un modo repetitivo de interpretar canciones; no estoy seguro de si eso le importa mucho al público, pero sí importa al performer, en términos de sentirse inspirado por la canción que estás tocando en ese momento. Si voy a empezar a tocar una canción y no siento que me entusiasme, mi acercamiento a esa canción va a cambiar; aun si me lleva parte de la primera estrofa darme cuenta de eso, estoy a tiempo y es fácil alterarlo”.

Cornell ha superado las expectativas de sus fans, e incluso las de quienes han trabajado con él a la hora de armar esta cadena de performances acústicas. Seguramente, ahora que ha dominado el miedo a estar parado frente a un vasto océano de fanáticos con solo una guitarra acústica para acompañarse, puede hacer cualquier cosa. “Al principio, tocar solo era casi una carga, un obstáculo que tenía que superar de alguna manera. Necesitaba sentirme confortable con estar allí en el escenario sin nada más que el micrófono y la guitarra. Pero una vez que sucedió, empecé a sentir que ya no había límites para lo que puedo hacer”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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