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Domingo, 5 de junio de 2016

MUSICA › DANIEL GRINBANK, SU REGRESO A LA ESCENA Y EL BUE

“Quiero que este festival sea como una insignia cultural”

Terminado su ostracismo en el mundo de la producción musical, Grinbank reactiva un encuentro que combinó nombres resonantes y un espíritu de curaduría artística. Habla de la edición 2016 y del estado de la industria y las posibilidades de volver a tener una radio.

 Por Eduardo Fabregat

La prehistoria se ubica en tres noches de 1980: entre el festival que significó toda una rareza en una época en que las visitas internacionales no abundaban y su era moderna hubo un salto de casi un cuarto de siglo. Solo los muy veteranos recuerdan las veladas del Luna Park (ver aparte), pero no hace falta Carbono 14 para ponerle imágenes y sonido a las tres ediciones más recientes del Festival BUE: en 2004, 2005 y 2006, el empresario Daniel Grinbank supo construir en el Club Ciudad un festival que iba más allá del concepto de apilar nombres convocantes. El concepto de curaduría, de dibujar un line up conducido por una búsqueda artística más que marketinera, le dio forma a encuentros donde, por añadidura, el público argentino saldó deudas importantes. Agujeros que se cubrían. La misma sensación se instaló cuando llegó la confirmación de que la versión 2016 del BUE, los días 14 y 15 de octubre, incluirá nada menos que a Wilco, una de esas figuritas difíciles en una escena que se ha dado innumerables gustos. Si a eso se le suman unos Iggy Pop y Pet Shop Boys en plenitud (basta escuchar Post Pop Depression y Super), The Flaming Lips, la primera visita de la leyenda jamaiquina Toots & The Maytals, The Libertines y un nutrido panorama del rock argentino –más las sorpresas que quedan para el próximo miércoles, cuando se anuncie el cartel definitivo–, lo que sucederá en Tecnópolis asoma como una cita imperdible.

Con el festival, como con los shows de The Rolling Stones en La Plata, Grinbank sigue cimentando su regreso a la actividad que lo convirtió en referente ineludible del rock en vivo en la Argentina. Su ausencia, claro, tuvo que ver con la cláusula de “no compete” (“No competencia”) que firmó al desvincularse del conglomerado CIE–RP; en el medio se volcó con éxito a la producción teatral, pero una vez vencida aquella restricción no tuvo dudas en volver a aquello que más lo apasiona. Porque al dialogar con él queda claro que Grinbank no es el típico empresario: obviamente lo es y está atento a cifras y organizaciones, pero no puede evitar hablar de música, de bandas que descubre, de sonidos que le interesan, del disfrute por las canciones.

–¿En qué momento dijo “quiero reflotar el BUE”?

–Fue a partir del fin de la cláusula, porque lo siento como un patrimonio de mi empresa muy querido. Las ediciones anteriores fueron experiencias muy gratificantes; quizás no tanto en lo económico pero sí en sentar base sobre cómo creía que tenía que ser un festival. En estos 10 años fue creciendo el mito de lo que eran los BUE, porque creo que no se volvió a repetir un festival que tuviera ese espíritu. Hubo otros, claro, que tuvieron otras características. Pero creo que para todos los que vivieron el BUE fue una experiencia única en la Argentina. Es muy difícil lograr que un festival adquiera una personalidad. Una vez que retomé la actividad, el BUE cayó de entrada como proyecto a realizar.

–Antes de empezar la entrevista hablamos largo y tendido de música. A veces con los empresarios eso no pasa tanto.

–En el festival, en otro aspecto la radio, o en el perfil de productora, cuando produje discos... todos mis proyectos radiales, ya sea Rock and Pop, Metro o Kabul, surgieron de un concepto absolutamente musical. Yo no soy músico pero trabajo en esto por una alta conexión con el placer que me genera escuchar música. Yo sigo buscando bandas nuevas, escuchando cosas clásicas. Sigo comprando CDs, discos en vinilo... después veo que puedo tener todo en un aparatito que me ocupa lo que ocupa un teléfono y digo “estoy loco, si no tengo más espacio”. Pero siguen siendo cuestiones que me gustan, desde que empecé como DJ. Evidentemente es algo que vivo con placer. Si voy a perder plata, siempre es más económico tomarme un avión e ir a ver las bandas que hacerlo acá. Es probable que goce mucho más de ver a ciertas bandas en el Primavera Sound (donde me reuní con la gente de Pitchfork para delinear su lanzamiento en Argentina y el escenario que van a tener en el BUE) de lo que vaya a gozarlas cuando las vea tocando en Tecnópolis, donde estoy pendiente de un montón de factores organizativos. Pero viví una vida ligado a la música y a la industria de la música... yo puedo ver Vinyl y sentirme identificado con una etapa de mi vida, y tuve la suerte de haber tenido contacto, influencia, o haber sido productor de un montón de leyendas... de hecho, en este primer semestre, con los obituarios de David Bowie y de Prince, no puedo negar que me llena de orgullo haberlos traído. Y bueno es que no tengo ganas de vivir de la nostalgia, estoy muy excitado con el nuevo BUE, laburándolo muy a fondo.

–La industria de la música, por otra parte, ha sufrido enormes cambios en los últimos tiempos. ¿Qué mirada tiene sobre un escenario que es radicalmente diferente al de los 80, 90 y 00?

–Aunque tenga esta ridiculez de seguir comprando en formato físico, es innegable la posibilidad que ofrecen las nuevas tecnologías, tener una discoteca extraordinaria a través de Apple Music o Spotify. Lo único que uno puede tener constante es que estamos en una industria absolutamente dinámica en el cambio. Lo que sí ha pasado es que la dinámica antes estaba manejada por las corporaciones: cuando ya te habías comprado tus discos en vinilo apareció el casete y los volviste a comprar en casete, y después apareció el CD y te los volviste a comprar en CD. No es casualidad que lo que era Philips como compañía discográfica –que después fue Universal– necesitaba que se fabricaran nuevos formatos para vender nuevos reproductores. Lo mismo pasó con Sony cuando compró Columbia. La digitalización volvió todo mucho más anárquico. Y este tsunami que estamos viviendo y que de por sí se llevó puesta buena parte de la industria discográfica... no sabemos dónde termina. Y tampoco las grandes corporaciones, que siguen existiendo y tienen vigencia en el 360: hoy existe una corporación como Live Nation que tiene ticketera, hace shows y ediciones discográficas, y desarrolla plataformas de streaming. O la revolución que genera Netflix con respecto al cable. Pero está bien esta diversidad: yo puedo lanzar el BUE y tengo mucho más definido qué medios puedo usar de target. Por más que me regalen un spot en el prime time, en el lanzamiento de Tinelli, no me sirve. No me interesa. Voy a gente que no es el público que va a ir al BUE. Al mismo tiempo, esta segmentación y esta facilidad de que tanta gente pueda acceder a un disco obviamente diversifica, hace difícil concentrar. Porque hay que ver de todos estos artistas cuántos llegan a 30, 40 años de carrera. Pero es muy bueno que sea tan fácil acceder una difusión masiva o a las posibilidades que dan las redes sociales.

–Esto favorece lo que por ahí no están dando los medios mainstream: investigar, encontrarse con artistas como algunos que van a estar en el BUE, que hace cosas super interesantes pero no suenan en lo medios.

–Hoy florecen sellos que en otra época les hubiera sido más difícil, y acceden a muchas más posibilidades de por lo menos el primer paso; después la gente puede elegir. También es verdad que hay un exceso de información, de lanzamientos... es algo inabarcable. Pero estamos frente a esta realidad, esta dinámica.

Quedan los artistas

–¿Por qué hubo que esperar tanto por Wilco? ¿Eran difíciles de traer, eran caros o qué?

–Surgió pura y exclusivamente la decisión de ellos de venir. Hubo los intentos fallidos, yo estuve algunos años fuera de la actividad... Justo los maneja la misma gente con la que trabajamos para traer a Patti Smith, y cuando decidí hacer el BUE fue uno de los primeros artistas que buscamos. También, en un país que consume tanto reggae, que nunca haya venido Toots & The Maytals era un agujero de información importante. O un grupo como The Libertines, que se separó justo cuando explotó y ahora se reúne en la mejor forma. Todo tiene que ver con presentes artísticos: si yo hacía el BUE hace tres años no sé si traía a Pet Shop Boys, pero con Super están en un momento excepcional de su carrera, no es al azar que también vayan a tocar en el Royal Albert Hall en julio. Sacaron un disco que tiene un sonido absolutamente actual y mantienen su esencia, esas melodías tan reconocibles. Se pudo conformar un buen line up, con cabezas de cartel interesantes, distintos, y de ahí empezar a construir.

–En Argentina abundan los ejemplos de festivales con varias propuestas que debieron lidiar con cierta intolerancia del público, expresada incluso de forma violenta. ¿Que eso haya cambiado tiene que ver solo con una cuestión generacional o con qué?

–Hay un segmento importante de público que ha abierto más su mente, la información a la que se accede hoy con redes sociales lo hace más abierto; es sin dudas una evolución de la sociedad, un cambio cultural importante y positivo. En segundo lugar, tiene que ver con una propuesta donde determinamos headliners un poco más abiertos. No sé si bancaban a cualquier artista que tocara antes de los Stones en La Plata: hay un sector más abierto, pero a veces en 50 mil personas 500 te cagan un festival y es un 1 por ciento pero tenés que tener cuidado. En los BUE anteriores, si bien había un perfil más rockero, había bandas como Rhinocerose o MIA: tratamos de que haya una coherencia, así como es ecléctico y abierto en lo musical tratamos de que se trate de mentes abiertas para recibir información.

–¿Y los argentinos?

–En Barcelona le pasamos muchos artistas a la gente de Pitchfork para que elijan cuáles tener en su escenario. Y aparecieron artistas de los cuales me sorprendieron el nivel de calidad que tienen y el nivel de desconocimiento de esa calidad. Barco, Mi amigo invencible, Francisca y los exploradores... escucho y digo “puta, cómo esta gente no está sonando en radios de circulación masiva, cómo se los está ignorando”. Me parece buenísimo que el BUE le dé espacio a este tipo de bandas y no caiga a algo más trillado. Me parece interesante Lo Pibitos o Miss Bolivia, un segmento llamado a crecer mucho. Y se agrega el lujo de Juana Molina o El Mató a un Policía Motorizado, que creció muchísimo, es una banda con trascendencia internacional. Estoy muy conforme con el cartel que se fue armando. Cuando uno ve tantas franquicias... no estoy en contra de las franquicias, pero cuando dicen “vamos a hacer Rock in Rio en Buenos Aires”... no, Buenos Aires es el BUE. Queremos convertirnos por excelencia en un festival como el Primavera Sound, que la gente viaje a ver el BUE porque es una insignia cultural de lo que pasa en el mundo y lo que pasa en Argentina en materia de música.

–¿Cómo toma algunas críticas sobre el hecho de que se haga en Tecnópolis?

–Tecnópolis es un lugar extraordinario, y yo lamento el prejuicio político que algunos sectores puedan tener hacia el lugar. Y este no es el primer evento privado que se hace en el lugar, ya hubo experiencias antes. Es un predio único; era muy difícil reemplazar el Club Ciudad y este cumple con creces eso. En lo operativo, que es un aspecto muy importante; en la circulación, en la distribución de los sectores y escenarios, es ideal.

–¿Le preocupa la disparada del dólar y la situación económica? Aunque es cierto que, por ejemplo con los Derby Rock, hizo festivales en situaciones económicas desastrosas...

–Sí, ¡pero esta vez preferiría no fundirme! (se ríe). Sí, obviamente, es un equilibrio muy delicado poner el precio final, por eso salimos con un descuento, e hicimos tanto énfasis en poner 3 cuotas con tarjeta para que a la gente se le pueda hacer más accesible, le impacte menos en el bolsillo. Si uno hace un promedio estamos más bajos que un recital, tomando en cuenta la oferta y calidad de artistas. Obviamente que todo es caro cuando la gente no llega a fin de mes con el pago de la luz, del colegio del hijo o necesidades tan vitales, pero creo que logramos el mejor precio posible.

–Rock and Pop, Metro, Spika, Kabul... ¿le da ganas de volver a intentar con la radio?

–Sí, pero cuando se estabilice un poco más el tema publicitario. Me gustaría no estar dependiendo de la publicidad oficial como era en la época del kirchnerismo o la no época de ahora. Me gustaría hacer lo que siempre hice, radios absolutamente independientes con un standard de publicidad. Hay una crisis publicitaria, de hecho lo estoy viendo con los sponsors para el BUE que no es tan fácil como años anteriores. Estamos en un período de transición, y cuando tenga una radio quiero tener la misma libertad que tuve con las anteriores, donde no tuve ningún tipo de condicionamiento de línea editorial y pude trabajar con libertad.

–¿Escucha radio?

–Escucho conductores, pero escucho mucha más música que radios. Hoy la Metro de alguna manera ocupa un poco el espacio que tenía la Rock and Pop, BitBox hace un trabajo interesante, pero creo que también hay carencias. La cocina, el cuerpo central de Kabul era la discoteca, donde se musicalizaba artesanalmente. Existen radios que pasan buena música, pero pasar buena música no quiere decir que esté bien musicalizada: pasar buena música es también pensar qué pongo antes y qué después para que tenga una coherencia estética-artística. Y ese sistema de dirección artística que tuvo Kabul siento que hoy no está en ninguna radio.

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“Trabajo en esto por una alta conexión con el placer que me genera escuchar música.”
 
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