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Viernes, 23 de mayo de 2008

LITERATURA › PAGINA/12 REGALA, A PARTIR DE MAÑANA, EL DECAMERON, CON ILUSTRACIONES DE RENATA SCHUSSHEIM

“Yo creo que a Boccaccio le va a gustar”

La artista habla del desafío que representa para ella darle carácter contemporáneo a uno de los clásicos de la cultura universal.

Desde un tiempo que ya no existe, llega el Decamerón, una de las pocas criaturas que se mantienen vivas a pesar los años. Siete siglos, casi desde que Giovanni Boccaccio, inspirado por la peste que arrasó una forma completa de entender el mundo, o por un catastrófico desengaño amoroso –que confiesa con mucho humor en su prólogo– se puso a escribir las cien historias que componen el Decamerón. En aquel entonces significo el puntapié para el surgimiento de una literatura popular: las clases ilustradas lo reclamaron y lograron sacarlo de la tutela de los monasterios. En el siglo XX, las interpretaciones de otros escritores como Bataille y Pasolini lo elevaron a su máxima potencia erótica y de crítica social. Decamerón, a estas alturas, no pertenece únicamente a Boccaccio sino a todas las lecturas y a cada una de las ilustraciones que provocó. Su presencia en la biblioteca, más allá de cuántas veces sea leído, es testimonio de la curiosidad, la necesidad y la atracción que provoca todavía. Justamente, para alentar el magnetismo entre sus lectores, Página/12 publica este clásico de la literatura universal con ilustraciones realizadas especialmente por la artista Renata Schussheim. El primer fascículo se distribuye mañana en forma gratuita junto con el diario. Así es que esta obra, que se irá completando cada sábado a lo largo de unos treinta fascículos, se suma a la biblioteca ilustrada por artistas argentinos donde ya figuran El Quijote con dibujos de Rep y el informe Nunca Más con sus Anexos ilustrados por León Ferrari.

Renata y Boccaccio:
lujo y lujuria

El rol de la ilustración tiene una importancia fundamental en el Decamerón. Al menos así parece haberlo entendido el mismo Boccaccio: la primera versión que se conserva, y que data de 1370, contiene unas trece figuras firmadas por él. Desde entonces, muchos pintores fueron tentados por sus historias: Dalí, Marc Chagall y William Hoghart, por nombrar sólo algunos. La mirada personal de Renata Schussheim parece concentrarse en un erotismo contenido así como también en el contraste entre la presencia de la muerte que trae la peste y la obligación de divertirse y reírse de tantas cosas de este mundo.

–¿Hay mucha diferencia entre el Decamerón que recordaba y el que leyó ahora para hacer las ilustraciones?

–Sí, mucha. Siempre me lo imaginé como una gran orgía. Y veo que no es así, hay erotismo y fragmentos, te diría “sexuales” pero no son mayoría. Es como si Boccaccio siempre estuviera amenazando con eso, pone grupos, pone tríos, pero la orgía se hace esperar. A su vez me impresionó mucho la cosa anticlerical que tiene, en esto es feroz, no hay tibieza.

–¿Sus dibujos se ajustan a la época del autor?

–Absolutamente no. Me pareció más interesante hacer algo más atemporal y, de ese modo, más contemporáneo. La época se define por los elementos de la ropa, y aquí la gente no está vestida. No hay tocados ni trajes ni sombreros, mi intención es despojar, no vestir. La intención es más abstracta. Definir el carácter con la ropa y con las características personales de los personajes creo que empobrece más que enriquece.

–¿Cómo elige qué parte de la historia ilustrar?

–Los dibujos están relacionados con cada cuento y entre ellos elijo lo que claramente tiene más afinidad con un mundo mío. La verdad es que me es más difícil desarrollar la otra parte. Por ejemplo, yo no dibujé un cura en mi vida. ¡Y el Decamerón está lleno de curas! Bueno, ahora tengo esa obligación, es parte del desafío. Obviamente para todo esto me tuve que documentar, mirar otros trabajos, mucho arte erótico, una serie de cosas que sirvieron de alimento antes de empezar.

–Hasta ahora, al menos en los primeros fascículos, hizo muchas más mujeres que hombres...

–Bueno, me es más fácil dibujar mujeres, los hombres me cuestan más. Pero también es cierto que Boccaccio tiene una mirada muy especial sobre ellas, les rinde una especie de homenaje, las presenta más hábiles que los hombres, que salvo excepciones, tienen un rol paupérrimo. Pero por sobre todo me llama la atención la sensualidad con la que las describe. La mujer como fruto de placer, relacionada casi con la comida: hay mejillas que se arrebatan, piel de durazno. Pienso en Boccaccio y recuerdo a Vinicius, lo imagino como un gran amador.

–¿Qué es lo que le está resultando más difícil?

–Dificultades con el dibujo hay todo el tiempo. Desde que tu cerebro tiene una idea hasta que se proyecta y sale por la mano, en ese transcurrir, hay problemas, todo se modifica. Además, no estoy acostumbrada a ilustrar libros; en teatro la mediación es diferente: hay un texto pero también hay un imaginario, un espacio, actores. En el libro están el texto, la ilustración y el lector. Nada más. Eso me perturba un poco y me obliga a pensar más cosas. Lo cual me gusta, los límites te acotan, te disciplinan y te obligan. No está nada mal.

–¿Es la primera vez que hace un trabajo como este que implica trabajar con plazo y por entregas?

–Sí, y es uno de los desafíos más terribles para mí, que soy una obsesiva, que quiero tener todo controlado, que me adelanto siempre unos pasos a todo, no sólo en el trabajo sino en las amistades y en todas las relaciones. Un trabajo casi simultáneo con la salida al público implica un pico altísimo de adrenalina. Nunca hice algo así y debo decir que ha sido motivo de largas sesiones de terapia... Pero los desafíos hacen muy bien. Además, desde que me lo propusieron enseguida me encantó la idea. Me gusta que sea un diario, que los dibujos tengan un acceso popular, que no sea un tiraje de serigrafías sofisticadas, que sea algo accesible.

–¿Considera ese carácter popular a la hora de hacer los dibujos?

–¡No! Yo cuando dibujo no pienso, gracias al cielo. Si me pongo a pensar en lo que piensa el otro, voy muerta. Hago lo que me gusta.

Mientras dice esto con todo énfasis, Renata muestra los dibujos que piensa incluir en el próximo fascículo, despliega para las fotos su melena colorada que ya es un sello tan fuerte como sus propios cuadros. Y una botella de champagne, para brindar por Boccaccio. Desde la mesa, una serie de personajes se enreda en una rueda sinfín, difícil determinar si es el amor o la muerte. Llega el momento de la pregunta obligada:

–¿Y Boccaccio? ¿Piensa mucho en él a la hora de ponerse a dibujar?

Renata mira con cierta complicidad a sus dibujos y enseguida, con la seguridad de quien ha estado compartiendo misterios con este autor que tiene casi siete siglos de edad, responde muy segura:

–Yo creo que a Boccaccio le va a gustar.

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“Imagino a Boccaccio como un gran amador”, señala Schussheim.
Imagen: Arnaldo Pampillón
 
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