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Miércoles, 29 de octubre de 2014

LITERATURA › ATENTAMENTE, CHE, UNA IMPERDIBLE SELECCIóN DE TEXTOS

La pluma más allá del fusil

La selección de cartas y discursos publicados por Ediciones La Minga se asoma a una faceta a veces olvidada de Ernesto Guevara y revela sus capacidades literarias. El volumen, que se presenta mañana en el C. C. de la Memoria Haroldo Conti, incluye un CD de audios.

 Por Silvina Friera

Ser escritor era el título más sagrado del mundo para Ernesto Guevara. Aunque el revolucionario se imponga, en el campo de batalla de la letra impresa el Che será siempre un escritor de primera línea. “No sé qué dejarte de recuerdo; te obligo pues a internarte en la economía y en la caña de azúcar. Mi casa rodante tendrá dos patas otra vez y mis sueños no tendrán frontera, hasta que las balas digan al menos...”, escribe el Che a su amigo Alberto Granados en uno de los textos incluidos en Atentamente, Che, una selección de cartas y discursos publicados por Ediciones La Minga –una cooperativa integrada por militantes de derechos humanos que realiza trabajos gráficos y discográficos con el objetivo de difundir expresiones culturales invisibilizadas en el mercado de la cultura–, que se presenta mañana a las 18 en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (CCMH Conti) con la participación de Eduardo Jozami, Juan Martín Guevara (hermano del Che), Héctor Biqui López (miembro de La Minga) y Daniel Aveni (dirigente del movimiento cooperativista). El libro incluye un puñado de fotografías de Gustavo Molfino, un dibujo de Daniel Bidón Chanal –detenido desaparecido en 1978– y un CD con audios de los discursos en Santa Clara (1961), en el Foro de Energía Eléctrica (1963) y en la Asamblea General de las Naciones Unidas (1964), entre otros.

La primera carta, desde Villa María (Córdoba), está dirigida a su padre, fechada el 21 de enero de 1947. La última, de octubre de 1966, es para sus hijos. Mucha agua corre bajo el puente de este epistolario. Leer esta selección es como tutearse con un Che que convierte su lengua escrita en un entrañable diccionario de palabras y expresiones paladeadas como “ya me cortaron el gañote”, “un chucho bárbaro”, “gato encerrado”, “intelijudo” o “matufia”, por mencionar algunas. A su tía Beatriz (desde Iquitos, 1º de junio de 1952) le hace una confesión: “Lo que puse sobre los cazadores de cabezas, etc., es mentira. Parece que desgraciadamente el Amazonas es tan seguro como el Paraná y el Putumayo como el Paraguay, de modo que no te voy a poder llevar de regalo una cabecita como era mi deseo, en fin, supongo que sabrás perdonar a tu amantísimo sobrino que víctima de la impetuosidad de su corta edad hizo planes descabellados. También pensaba lucir mis cualidades de mártir en medio de las fiebres palúdica y amarilla y resulta que tampoco hay más, es desesperante”. Desde Bogotá, el 6 de julio de 1952 le manda a su madre “un abrazo de tu hijo que te añora por los codos, talones y fundillos”. En este itinerario hacia el “Hombre Nuevo” emerge la distancia entre las expectativas y las experiencias, desencanto macerado con una dosis de humor. “Aquí estoy en el fin de la primera etapa de nuestro viaje, molido, desengañado del mundo impío y sin ningún centavo en el bolsillo y como, para colmo, ni siquiera puedo contarte aventuras sabrosas de la selva y otras hazañas que dejáramos desparramadas por tierras americanas, porque esta última parte del viaje ha sido de una aterradora esterilidad en cuanto a hechos heroicos se refiere...”, le dice a su “vieja del alma” desde Caracas, el 19 de julio de 1952.

Varias cartas son de Guatemala, país donde estuvo poco más de nueve meses en 1954. “Este es un país en donde uno puede dilatar los pulmones y henchirlos de democracia. Hay cada diario que mantiene la United Fruit que si yo fuera Arbenz lo cierro en cinco minutos, porque son una vergüenza y sin embargo dicen lo que se les da la gana y contribuyen a formar el ambiente que quiere Norteamérica, mostrando esto como una cueva de ladrones, comunistas, traidores, etc.”, advierte desde Guatemala a su tía Beatriz, el 5 de enero de 1954. A fines de ese año, en México, refugio ideal para los perseguidos políticos del mundo, el joven Guevara, que pronto se casará con Hilda Gadea –economista peruana con la que tendrá a su primera hija, Hilda Beatriz–, va perfilando su ideario político: “La forma en que los gringos tratan a América (acordate que gringos son yanquis) me iba provocando una indignación creciente”, le confiesa a su madre. Guevara se integra al grupo del Movimiento 26 de Julio, en México, junto con los hermanos Fidel y Raúl Castro, quienes serán arrestados por la policía mexicana. Desde la cárcel de la Gobernación de México, el 6 de julio de 1956, afirma: “Mi futuro está ligado a la revolución cubana. O triunfo con ésta o muero allá”. En otro fragmento de esta carta a sus padres agrega: “Por la vida he pasado buscando mi verdad a los tropezones y ya en el camino y con una hija que me perpetúa he cerrado el ciclo. Desde ahora no consideraría mi muerte una frustración, apenas como Hikmet: ‘Sólo llevaré a la tumba la pesadumbre de un canto inconcluso’”. En una línea conmovedora está citando al poeta y dramaturgo turco, exiliado de su país por su militancia comunista. Hikmet, que todavía vivía cuando es evocado por Guevara, moriría en 1963 como ciudadano polaco.

“Aquí, desde la manigua cubana, vivo y sediento de sangre escribo estas encendidas líneas martianas”, se lee en la carta que le dirige a Hilda Gadea, desde Sierra Maestra (Cuba), el 28 de enero de 1957. “Como si realmente fuera un soldado (sucio y harapiento estoy, por lo menos), escribo sobre un plato de campaña con el fusil a mi lado y un nuevo aditamento entre los labios: un tabaco. La cosa fue dura. Como sabrás, después de siete días de estar hacinados como sardinas en el ya famoso Granma, desembarcamos en un manglar infecto, por culpa de los prácticos, y siguieron nuestras desventuras hasta ser sorprendidos en la también célebre Alegría y desbandados como palomas. Me hirieron en el cuello y quedé vivo nada más que por mi suerte gatuna, pues una bala de ametralladora dio en una caja de balas que llevaba en el pecho y el rebote me dio en el cuello. Caminé unos días por el monte creyéndome mal herido, pues el golpe de la bala me había dejado un buen dolor en el pecho.” En esta recopilación no podía faltar la carta del Che a Ernesto Sabato (12 de abril de 1960) en la que le revela que le fascinó Uno y el universo y que Sabato es “poseedor de lo que para mí era lo más sagrado del mundo, el título de escritor”.

Qué escritor fue el Che: hasta en las cartas más informativas pone en juego sus lecturas y su erudición. Quizás el mejor estilo, el más depurado, se condensa en la carta en la que se despide de sus padres, el 12 de marzo de 1965, antes de iniciar la última etapa de su periplo político-existencial. “Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante: vuelvo al camino con mi adarga al brazo (...) Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que luchan por liberarse y soy consecuente con mis creencias. Muchos me dirán aventurero, y lo soy; sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades”.

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La primera carta, del 21 de enero de 1947, es para su padre; la última, de octubre de 1966, para sus hijos.
Imagen: AFP
 
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