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Viernes, 26 de agosto de 2016

LITERATURA › A LOS 89 AÑOS, MURIO EL ESCRITOR FRANCES MICHEL BUTOR

“Un viejo novelista y un joven poeta”

Era el último representante de la “nouveau roman”, la vanguardia literaria de la década del 50: después de publicar cinco novelas, se inclinó hacia la poesía, el ensayo, el arte, mixturas que dieron cuenta de un espíritu inquieto.

 Por Silvina Friera

El viejo novelista de barba blanca, el joven poeta que tenía una curiosidad insaciable, proclamaba que la vida es un taller y el arte nunca está donde se espera. El escritor francés Michel Butor, representante de la última vanguardia literaria de la década del 50 conocida como “nouveau roman” (nueva novela) –junto a Alain Robbe-Grillet, Claude Simon y Nathalie Sarraute–, murió el miércoles a los 89 años en Contamine-sur-Arve, en Alta Saboya, en el este de Francia, donde vivía desde 1991, cuando se retiró de la docencia. El autor de La modificación (1957), ese viaje en tren del atribulado León Delmont de París a Roma para encontrarse con su amante Cécile, novela narrada en segunda persona del singular, nunca dejó de interrogarse sobre el sentido fundamental de la escritura. Después de publicar cinco novelas, decidió inclinarse hacia la poesía, el ensayo, el arte, la mescolanza de géneros y experiencias, como si no le alcanzara el taller de la existencia para experimentar y escapar de las clasificaciones que ordenan y simplifican el mundo.

“Escribir es destruir las barreras”, dijo el escritor francés en 2006, cuando la Biblioteca Nacional de Francia (BNF) le dedicó una exposición. Butor nació el 14 de septiembre de 1926 en Mons-en-Baroeul, cerca de Lille, en el norte de Francia. Aunque quiso ser músico, pintor o fotógrafo, estudió filosofía y se graduó de la Sorbona con una tesis sobre las matemáticas y la idea de necesidad, dirigida por Gaston Bachelard. Publicó su primera novela en 1954, Pasaje Milán, donde escenifica la vida en un edificio a partir de las seis de la tarde hasta el día siguiente. Su período novelístico continuó con El empleo del tiempo (1956), La modificación (1957) –obra por la que recibió el Premio Renaudot–, El genio del lugar (1958) y Grados (1960), su última novela. Inquieto y movedizo, enseñó en Egipto, Inglaterra, Grecia (1954-1957) y en las universidades de Niza (1970-1973) y en Ginebra (Suiza), donde fue profesor de lengua y literatura francesa moderna de 1975 a 1991. Viajó a Estados Unidos, Japón y Australia, países que fueron sus principales fuentes de inspiración. En la línea del ensayo narrativo y artístico, publicó Mobile (1962), una interpretación de Estados Unidos inspirada en la obra del escultor estadounidense Alexander Calder (1898-1976); y Repertoire I, II y III (que fueron publicados en español como Sobre literatura el primer y segundo tomo, mientras que el tercero se tradujo como Repertorio), que reúne análisis críticos de los clásicos de franceses desde François Rabelais a Émile Zola. Ediciones La Différence inició la edición de las obras completas del escritor francés en 2006.

Butor buscaba imperiosamente comunicarse con otros artistas, necesitaba comprender otros lenguajes más allá de la palabra. Por eso sus textos transgreden los géneros y nunca se encuentran donde ciertas convenciones institucionales creen que debería estar, como sucede con Matière de rêves (cuya traducción sería “La materia de los sueños”), una obra que ensambla cinco textos, suerte de poemas en prosa escritos entre 1975 y 1985. “Soy un viejo novelista y un joven poeta. Mi escritura ha cambiado porque yo he cambiado también. Decidí buscar otras maneras de hablar, una especie de poema diferente de la poesía habitual”, se definió durante su visita a Caracas en junio de 2012, donde participó del 9° Festival Mundial de Poesía. “La poesía es un catalizador de la historia. Se hacen pequeñas cosas para lograr grandes cambios. En la química, con un catalizador, uno pone un poquito de una sustancia, pero eso es un cambio enorme lo que produce. Lo mismo pasa con la escritura, pero hace falta tiempo. La poesía puede cambiar el mundo poco a poco”, aseguró Butor, que fue galardonado en 2013 con el gran Premio de Literatura de la Academia Francesa por el conjunto de su obra.

En la década del 80 el autor afirmó que el nouveau roman es “un capítulo más de los manuales de historia de la literatura francesa del siglo XX, y yo soy mencionado obligatoriamente en el interior de ese capítulo”, y agregó que fue una “experiencia realmente apasionante, pero mucho más individual de lo que se suele creer”. “No constituíamos un grupo al estilo de los surrealistas o de los existencialistas que se movían en torno a Sartre”, comparó. “Hubo gente que quiso aplicarnos ese concepto, pero no funcionó por diversas razones. En cuanto a mí concierne, fue sobre todo porque yo no vivía en París, viajaba mucho, era profesor en países extranjeros. Además, no existía un acuerdo teórico claro, no había un manifiesto que nos uniese. Alain Robbe-Grillet trató de redactarlo, pero fue tan sólo circunstancial, porque cada uno seguía su propio camino”.

El itinerario de Butor chispea en un texto que él escribió en 1986 en su famosa Requête aux peintres, sculpteurs et Cie (“Una súplica a los pintores, escultores y Cía”): “No me dejen a solas con mis palabras / balbuceos–farfulleos / desvaríos y rumias / con mis emborronamientos–embrollos / con el jadeo de mi palabrería / en mi torre mazmorra torre de babel: necesito con todas mis fuerzas sus imágenes”.

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Butor residía en Alta Saboya (Francia) desde 1991, cuando se retiró de la docencia.
 
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