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Viernes, 28 de noviembre de 2008

CINE › FADOS, NUEVA INCURSION EN EL MUNDO MUSICAL DE CARLOS SAURA

La melancolía y el videoclip

 Por Luciano Monteagudo

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p>FADOS
Portugal/España, 2007.

Dirección: Carlos Saura.
Guión: Ivan Dias y Carlos Saura.
Fotografía: José Luis López Linares y Eduardo Serra.
Edición: Julia Juániz.
Intérpretes: Mariza, Camané, Carlos do Carmo, Vicente da Camara, Maria de Nazaré, Carminho, Ana Sofia Varela, Ricardo Ribeiro, Pedro Moutinho, Cuca Roseta, Argentina Santos, Caetano Veloso, Chico Buarque y otros.

Hace ya mucho tiempo –más de un cuarto de siglo– que el español Carlos Saura viene incursionando en una suerte de cine-teatro musical. Primero fue a través de Lorca (Bodas de sangre, 1981), Bizet (Carmen, 1983) y Manuel de Falla (El amor brujo, 1986), en los tres casos con la colaboración esencial de Antonio Gades. A pesar de que en esa trilogía lo importante era sobre todo la danza, había todavía un núcleo dramático, del que luego Saura fue prescindiendo, para emprender un nuevo conjunto de films sobre la tradición coreográfica y musical española: Sevillanas (1992) y Flamenco (1995). La veta resultó tan fecunda y exitosa que Saura decidió seguir explotándola, con el único problema de que ya casi no le quedaba nada por filmar del folklore español, por lo que pasó a otras tierras. Empezando por Buenos Aires, que sufrió el embate de Tango (1998), una de las aventuras más desafortunadas del cine en la música porteña. Ahora con Fados –estrenada en el Festival de Toronto 07–, Saura, quizá para evitar una guerra fronteriza, se muestra un poco más respetuoso de la cultura lusitana. Su nueva película hilvana una serie de números en los que hay una estupenda música, pero en los que sobra la danza y se extraña el cine.

El recurso es un poco el mismo de Flamenco: un estudio vacío, vestido apenas por pantallas, espejos y transparencias, frente a los cuales la cámara del director ubica a sus intérpretes. Si los dejara cantar nomás, sería no sólo lo ideal, sino lo indispensable, porque por su propia naturaleza –esencialmente reflexiva y melancólica– el fado pide que se lo escuche con atención y recogimiento, para disfrutar de la añoranza de su música y de la sabiduría de sus letras. Pero como si quisiera marcar su presencia, decir que es él y no otro cualquiera quien está allí detrás de las bambalinas, Saura no se queda quieto: desplaza innecesariamente la cámara, proyecta diapositivas turísticas de Lisboa detrás de sus intérpretes y sobre todo decora el plató con coreografías en la mayoría de los casos improcedentes, que distraen de lo esencial en vez de sumar al conjunto.

No es casual que el Ayuntamiento de Lisboa y la Secretaría de Turismo de Portugal figuren en los créditos de la película, que en más de un tramo corre el riesgo de confundirse con un audiovisual publicitario previsto para su difusión en canales de videoclips. Es sintomático, por ejemplo, que algunos de los momentos visualmente más intensos de Fados correspondan a material de archivo, en blanco y negro, como si allí radicara una nobleza y una verdad que no se encuentran en las lustrosas imágenes de Saura.

Pero si se hace abstracción de estos adornos, si en algún tramo particularmente desafortunado (como el que baila la estrella del reggae brasileño Toni Garrido) incluso se cierran los ojos, se puede disfrutar, en la mayoría de los casos, de una banda de sonido de primera. Entre los especialistas, habrá quien objete quizá la presencia excesiva de Mariza, nueva estrella de la world music, y no puede sino lamentarse en cambio la evidente ausencia de Misia, que denunció haber sido excluida del proyecto por el director musical del film, el veterano Carlos do Carmo, en favor de los intérpretes que él representa. Aun así hay algún pasaje estremecedor, como el que canta Argentina Santos, la última fadista sobreviviente de la edad de oro, y otros muy emotivos, como el breve homenaje de Caetano Veloso a Amália Rodrigues y el de Chico Buarque a la Revolución de los Claveles (1974), que puso fin a la dictadura salazarista.

Un información útil para espectadores interesados: Fados se exhibe en Buenos Aires en sólo dos cines, el Arteplex Centro y el Village Recoleta. En el primero se pasa en dvd, por lo cual conviene elegir el segundo, donde hay una proyección en 35 mm con Dolby Stereo, como corresponde.

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