espectaculos

Martes, 13 de octubre de 2009

CINE › JUAN BALDANA HABLA DE LOS ANGELES, QUE SE ESTRENA EL JUEVES

Una carrera por la felicidad

La historia que cuenta el cineasta arranca con el cierre del ferrocarril, que convierte en un pueblo fantasma a la localidad que da nombre al film. Entonces, un joven viaja a Buenos Aires a buscar una jubilación y, sobre todo, a su amor.

 Por Oscar Ranzani

Hace unos años, durante un asado, Juan Baldana abrió el diario y vislumbró que comenzaba su carrera cinematográfica. Había leído una noticia que le impactó y, a la vez, le generó curiosidad: en un pueblo fantasma por el cierre del ferrocarril se batieron a duelo dos hombres a fuerza de pistola y motosierra. Ese duelo lo reproduce en su ópera prima Los Angeles –que se estrena este jueves–, sólo que en este caso es entre un terrateniente (Carlos Boccardo) y un leñador (Juan Palomino). Esta historia está narrada en paralelo a la principal, que no sucede en el campo sino en la ciudad: Matheo (Miguel Di Lemme) es un joven oriundo del pueblo de Los Angeles, cuyo padre, Mendoza (Oscar Núñez), se vio afectado por el cierre del ferrocarril, al igual que la mayoría del pueblo. Es por eso que su hijo decide ir a Buenos Aires a ver cómo puede cobrar su jubilación. Pero éste no es el único motivo que moviliza a Matheo a trasladarse, sino que va en busca de un viejo amor, Lena (Victoria Maurette). Cuando llega, la cosa se le hace más que difícil: Lena está en pareja y embarazada, y conseguir la jubilación de su padre no le será tarea sencilla. En Buenos Aires tiene a su antiguo amigo Beto (Nazareno Casero), que se fue de Los Angeles hace más tiempo, y ahora es un gran conocedor del código callejero y pichón de pibe chorro. De algún modo, Beto será una especie de sostén de Matheo en una ciudad inmensa, difícil y cargada de violencia. Si bien transcurre entre el campo y la ciudad, no hay duda de que Los Angeles es una película urbana que remite al incipiente Nuevo Cine Argentino que focalizaba en los códigos juveniles callejeros.

El cierre del ferrocarril es el disparador de la historia porque el padre de Matheo se queda sin empleo y el joven decide probar suerte en Buenos Aires. “Si bien no es el único, es el factor más importante”, dice Baldana en entrevista con Página/12. “Esa especie de progreso que tenemos va dejando secuelas importantes en los lugares que son pequeños y cada vez menos abastecidos. Esos lugares prácticamente no tienen juventud. Sólo tienen personas de la tercera edad y niños. Entonces, la brecha es cada vez peor”, agrega el director. Si bien el film muestra a quienes decidieron probar suerte en Buenos Aires ante esa situación tan dramática gestada en la Argentina privatizadora de los ’90, la temática tiene que ver con “gente que tampoco encuentra su lugar en la ciudad”. “Vienen indefensos, de otro territorio, de otro modo de vida y no sé si están preparados para soportar la presión de una gran ciudad como Buenos Aires”, dice Baldana.

–¿La idea fue también mostrar cómo resisten aquellos que quedaron fuera del sistema?

–Sí, claramente. Uno tiene miles de posibilidades y, de alguna manera, el destino es la causa de sus actos. No es que si hacés bien las cosas vas a llegar a buen puerto, podés tener mala suerte. Por ejemplo, Beto intentó, pero absolutamente solo, y se cansó. Pero también ya se sabe que Mendoza, el padre de Matheo, va a seguir siempre en la suya, no se va a meter en ninguna cosa extraña. Ya es un tipo grande, fue jefe de la estación, se quedó sin trabajo. Incluso, si no era por esa problemática del pueblo, él preferiría ser el capitán de un barco hundido en Los Angeles antes que emigrar de su territorio. La película también trata mucho sobre la cuestión de la propiedad. Hoy por hoy, la propiedad es un bien que tenés que ganarte a la fuerza, porque si no es una inestabilidad segura a futuro. Y estas personas que estaban seguras, que tenían su propiedad, sin grandes ambiciones más allá de pasarla bien, se vieron quebradas por un factor externo. Entonces es cuando empezás a decir: “Prefiero estar donde estoy por más que me muera acá”. Pero eso nunca le va a pasar a un adolescente.

–Entonces, la película tiene mucha inspiración en la realidad social argentina...

–Sí. Y también tira puntas, como esa búsqueda de felicidad que siempre va a ser por instantes. Es como una carrera en la que, si bien nunca se alcanza la meta, se va en busca de esos pequeños pedazos que a uno le alegran la vida: mirar una puesta de sol en una ciudad o en el campo, estar con los amigos, o el amor. Matheo busca a su chica: ella tiene un “problema grande” en la panza y, sin embargo, él la ama. Quizás en otro contexto se hubiera ido a la mierda.

–Matheo decide ir a Buenos Aires por dos motivos, pero en ese transitar aprende a sobrevivir, a pesar del drama que ello implica. En ese sentido, la soledad del personaje parece deberse más al tema afectivo que a la decisión de trasladarse a otro lugar.

–Sí, en realidad el sueño de él no es trasladarse sino volver al pueblo con Lena. De hecho, Matheo sigue firme con sus convicciones: además de venir por la jubilación del viejo, porque es la única manera de que Mendoza pueda sobrevivir, viene por Lena. Claramente viene en busca de su amor perdido. Y, seguramente, si su viejo no hubiera estado solo, Matheo habría venido mucho antes a buscarla.

–¿Matheo y Beto conocen el germen de la violencia en la ciudad?

–Más Beto, porque está hace mucho más tiempo en la ciudad. Y de hecho, Beto es –en el buen sentido– el guardaespaldas de Matheo, el que le dice: “Vení que te voy a dar la tranquilidad de un techo, te voy a enseñar las reglas de este sistema perverso”. Si bien Beto está intoxicado, Matheo no es el Padre Murphy, pero intenta decirle a su amigo que hay otra manera de vivir. De hecho, Beto está en esa disyuntiva. No es que es un chorro, está dudando, como necesitando el consejo de alguien o esa especie de simbiosis: que Beto lo ayude a Matheo y viceversa. Al fin y al cabo, la película habla de que esa gente desperdigada de Los Angeles, perdida en la ciudad, si se junta se puede ayudar.

–¿El reflejo de los códigos juveniles de la calle fue a partir de su propia experiencia?

–Tuve la suerte de tener una familia que me dio educación, pero siempre me gustó observar el tema de la calle. La película está filmada en el sur de la capital: Parque Patricios, Lugano, Pompeya. Es una zona más dura dentro de la Capital. Siempre me interesó la temática.

–¿Uno de los mensajes del film es que la ciudad excluye a seres indefensos o menos aptos para sobrevivir en ella?

–Generalmente. No digo que sea así en lo absoluto, pero si las cosas te van mal, tenés que tener una fuerza de voluntad bastante grande. Capaz tuviste suerte y te fue bárbaro. Pero cada vez es más difícil, sobre todo si no estás preparado.

Compartir: 

Twitter

La noticia de un duelo a punta de pistola y motosierra fue el disparador de la película de Baldana.
Imagen: Bernardino Avila
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.