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Jueves, 29 de octubre de 2009

CINE › UN EXCELENTE DIRECTOR EN SU APOGEO

Distancias insalvables

La aldea, el pueblo de sus orígenes, da la impresión de habitar en el interior más recóndito del protagonista, un fotógrafo de prestigio (como en sus comienzos fue el propio Bilge Ceylan) hastiado en Estambul de los lujos de la vida burguesa.

 Por Luciano Monteagudo

Desde su mismo comienzo, el cine –una invención eminentemente urbana, nacida, crecida y desarrollada al amparo de las grandes ciudades– se interesó por los pequeños mundos, la vida rural, los pueblos, buscando allí una pureza muchas veces idealizada. El contraste aldea/bondad versus ciudad/perdición fue una constante en el período mudo y tuvo su cumbre expresiva en esa obra maestra de Murnau que fue Amanecer (1927). Tras un siglo de cine, ¿cambió realmente ese paradigma? El cine de Nuri Bilge Ceylan, sin dudas el director turco de mayor proyección internacional, puede ayudar a despejar este interrogante, en la medida en que ya desde su primer largo, Kasaba (1997), Ceylan volvía su mirada sobre el pequeño pueblo que lo vio nacer y exponía tanto las delicias que le deparó durante su infancia como los límites y las incertidumbres al acercarse a la vida adulta. Y en Lejano, la película que lo consagró en Cannes y que llega a la cartelera porteña con seis años de demora, el pueblo está visto de manera espejada, reflejado a través de las luces de la vida en la gran ciudad.

En Lejano, la aldea da la impresión de habitar en el interior más recóndito del protagonista. Mahmut, un fotógrafo de prestigio (como en sus comienzos fue el propio Bilge Ceylan), disfruta en Estambul de los lujos de la vida burguesa: un magnífico estudio con vista al Bósforo, equipos de primera marca de audio y fotografía y todo el confort al que puede aspirar un hombre soltero de cierta clase media acomodada. Pero de lo que Mahmut no puede desprenderse es de los lazos que lo atan a sus orígenes, empezando por Yusuf, su primo del campo, quien se le instala en su moderno departamento, trayendo consigo toda la rudeza de su vida rural.

Esos dos parientes unidos por lazos de sangre pero distanciados enormemente por sus modos de vida deben compartir el mismo techo durante una temporada, mientras el ingenuo Yusuf busca trabajo en los barcos que parten de Estambul, ofreciéndole la ilusión de conocer el mundo. Y lo que filma Bilge Ceylan –y lo que hace de él un cineasta moderno, a la manera en que lo enseñó Antonioni, que tiene más discípulos fuera de Europa (Tsai Ming-liang, Abbas Kiarostami) que en su propio continente– no es precisamente lo que une a Mahmut y Yusuf, sino en todo caso las distancias que hay entre ellos, las brechas, los espacios vacíos.

No hay trama propiamente dicha en Lejano, sino una serie de situaciones que expresan el malestar existencial de cada uno de esos hombres: el hastío y la insatisfacción permanente de Mahmut, la soledad y la tristeza de Yusuf. Se diría que el estrecho del Bósforo, que se impone siempre desde la ventana del departamento de Mahmut, habla a su vez de esas dos orillas distantes que son los primos, de ese vano que se abre entre ellos y que pareciera que ningún puente puede salvar.

Los desencuentros son un tópico central en el cine de Nuri Bilge Ceylan, al punto que en Climas y Tres monos avanzó incluso hasta el extremo de las rupturas, de lo irreconciliable. Aquí en Lejano, en cambio, el director todavía parece pensar que, a pesar de esas fracturas, de esos desencuentros que describe con sutileza, solidez y maestría, hay aún la ilusión de algún punto de acercamiento, aunque más no sea a través de alguna pincelada de humor, que el director cada tanto distribuye casi secretamente en su lienzo, como cuando Mahmut está viendo Stalker de Andrei Tarkovski en la televisión pero cambia a una película porno no bien su primo se retira a dormir.

Visto con la perspectiva que dan los años, Lejano es quizá la cumbre del cine de Nuri Bilge Ceylan y por lo tanto, también, el punto a partir del cual también comenzó a descender. La fotografía, por ejemplo, que él mismo tomó a su cargo, es de una gran belleza y sofisticación y transmite (si la proyección en dvd de las salas porteñas lo permite) la melancolía no sólo del paisaje, sino también de sus personajes, perdidos en el invierno de su descontento. Pero en los films siguientes del director ese equilibrio se iría perdiendo, al punto de ceder a un formalismo por momentos gratuito. Aquí nunca es el caso. Por el contrario, Lejano ofrece la oportunidad de encontrar a un excelente director en su apogeo.

8-LEJANO

Uzak, Turquía/2003

Dirección y guión: Nuri Bilge Ceylan.

Fotografía, montaje y producción: Nuri Bilge Ceylan.

Música: extractos de W. A. Mozart.

Intérpretes: Muzaffer Özdemir, Emin Toprak, Zuhal Gencer Erkaya, Nazan Kirilmis y Fatma Ceylan.

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Lo que filma Bilge Ceylan de Mahmut y Yusuf son las distancias entre ellos, las brechas, los espacios vacíos.
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