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Miércoles, 8 de diciembre de 2010

CINE › PECADOS DE MI PADRE SE PRESENTó EN EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE LA HABANA

Recuerdo de la Colombia de los sicarios

El film del argentino Nicolás Entel sigue al arquitecto Sebastián Marroquín, que es en realidad hijo del capo narco Pablo Escobar Gaviria. También en la competencia oficial, se destacó la película uruguaya La vida útil, ideal para cinéfilos.

 Por Oscar Ranzani

Desde La Habana

Sebastián Marroquín es un arquitecto que todos los días va a su estudio en Palermo. Parece un hombre común y corriente, pero en Colombia es una de las personas más conocidas. Cuando habla, transmite una tranquilidad asombrosa. Esa paz interior que queda expuesta cuando conversa, contrasta notoriamente con la violencia ejercida por su padre, Pablo Escobar Gaviria, el mayor narcotraficante de la historia de Colombia, líder del Cartel de Medellín. Marroquín tenía dieciséis años cuando, en diciembre de 1993, su padre murió en un operativo policial en Medellín. Marroquín (que debió adoptar esta identidad por seguridad personal), aceptó el desafío que le propuso el director argentino Nicolás Entel para que fuera el protagonista de Pecados de mi padre, documental que se estrenó en abril en Argentina –donde reside Marroquín– y que narra la historia de Escobar Gaviria y su hijo combinando el relato íntimo y público, complementado con un importante material de archivo audiovisual de la familia. El film es uno de los programados en la competencia oficial de documentales del 32º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Hasta el momento de participar en el documental, Marroquín había mantenido el anonimato. Lo que lo motivó a exponerse fue “la experiencia vivida que quería compartir con los jóvenes –según comenta a Página/12–. Para mí, esa experiencia solamente me iba a servir en un nivel personal, pero me parecía importante compartir las lecciones acerca de la violencia que genera el narcotráfico, de autodestrucción y el abandono de la ambición. Yo lo aprendí a punta de golpes. Me parecía importante tener ese acercamiento con los jóvenes de Colombia que muchas veces han querido seguir el estilo gangster que generó mi padre en vida en ese entonces”.

El principal objetivo de Pecados... “es poder dar un paso efectivo y concreto para la paz. Se trata de abandonar el discurso acerca de la paz y dar un paso hacia adelante y concretarla”, admite Marroquín, quien menciona “el hartazgo que estamos viviendo todos los colombianos acerca de la violencia y el deseo de querer reparar esa situación y salirnos de los círculos de violencia en los que estamos inmersos”. El documental habla precisamente “de que el perdón y la reconciliación es un camino muchísimo más corto hacia la paz que la guerra”, analiza Marroquín.

Sebastián Marroquín nació en 1978. Es el único hijo varón de Pablo Escobar y su infancia fue lujosa pero también clandestina, ya que en 1984, unos sicarios de Escobar asesinaron al ex ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, y a partir de entonces su vida tomó otro rumbo. Y la muerte comenzó a acecharlo día a día, ya que fue un objetivo de los enemigos de su padre. Otro de los asesinados por quienes respondían a las órdenes de su padre fue el candidato presidencial y periodista Luis Carlos Galán. A los hijos de ambos, Marroquín les pide perdón en Pecados... Con respecto a qué sentimientos se le despertaron cuando se encontró con estos jóvenes, Marroquín comenta que “es algo para lo que nadie te puede preparar. Intenté prepararme, pero desistí de hacerlo porque me parecía que había que vivir el momento. Y me encontré con unos jóvenes que dejaron sus trajes de políticos afuera, jóvenes que querían y quieren como yo un país mejor, libre de violencia, libre de venganzas”.

Uno de los aspectos más intrigantes es cómo se combinaron en una misma persona la vida lujosa de una infancia clandestina y la toma de conciencia para no repetir los errores –y horrores– de su padre: “Había dos caminos: uno era continuar esa historia que ya conocía su principio y su final. Y el otro era absolutamente desconocido, un camino que yo nunca había recorrido: abandonar la ambición, el camino de la violencia y de la venganza”, comenta Marroquín. “Sin duda, no fue un proceso sencillo. Las apuestas estaban hechas para que yo continuara con la historia de mi padre y me convirtiera en Escobar 2.0. Pero al haber sido tan crítico de mi padre cuando vivía, yo tomé conciencia de la violencia que él ejercía porque conocía que sus consecuencias eran cada vez mayores hacia su familia como rebote. Entonces, me parecía injusto con el país y con mi familia. No creo que la violencia sea el camino para solucionar absolutamente nada. Y creo que si alguna idea hay que defenderla con armas, hay que revisar la idea”, asegura Marroquín.

En cuanto a la competencia de largometrajes de ficción, se presentó La vida de los peces, del chileno Matías Bize, que es la película elegida para representar a Chile en los Oscar. El film tiene como protagonista a Andrés (muy buen trabajo del actor Santiago Cabrera), quien vive desde hace diez años en Alemania, donde debió emigrar por cuestiones profesionales. Andrés viaja a su ciudad natal tratando de ultimar algunos asuntos pendientes, pero en la noche anterior a su regreso a Berlín lo invitan a una fiesta del hermano de un amigo suyo que murió hace unos años pero que todos recuerdan. En la fiesta se va encontrando con distintas personas hasta que se topa con Beatriz, un viejo amor, tal vez el más importante que tuvo en su vida. Es entonces cuando se produce un acercamiento entre Andrés y Beatriz, en el que saldrán a flote las culpas y las reconciliaciones, en medio de un intento de Andrés por reconquistarla. Con un estilo que recuerda a Antes del atardecer, de Richard Linklater, La vida de los peces es una película tremendamente emotiva que habla de la debilidad de los lazos sentimentales, el temor al compromiso, la necesidad de comunicarse pero a la vez su ausencia, la posibilidad de las segundas oportunidades, el deseo de cerrar etapas en la vida y el peso del pasado en las relaciones humanas.

Otro largo en competencia de ficciones es el uruguayo La vida útil, de Federico Veiroj, cineasta conocido en Argentina por su ópera prima Acné. Elegida por el comité de cine uruguayo como la representante de su país para los Oscar, La vida útil es de esas películas que ningún cinéfilo debería perderse, especialmente porque el clima, el ambiente de la historia está notoriamente vinculado con el cine. De hecho, tiene como protagonista a Jorge (Jorge Jellinek, ex vicepresidente de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay), un hombre de 45 años que trabaja en una cinemateca realizando trabajos técnicos de programación. Jorge también es el conductor de un programa de radio sobre cine. Pero la cinemateca atraviesa una situación complicada, y Jorge se queda sin trabajo. Deberá, entonces, buscar la manera de sobrevivir, viéndoselas con un destino incierto en el cual tal vez ese conocimiento que tiene le facilite conseguir trabajo nuevamente. Y tal vez sea el momento en que Jorge comience a vivir en la realidad su propia película y a ser el principal protagonista de su propia existencia. A pesar de que el film establece una especie de diálogo entre realidad y ficción, una leyenda aclara desde un comienzo que la historia que narra La vida útil no tiene nada que ver con la de la Cinemateca uruguaya. Pero otra relación que puede establecerse con la realidad, como es el caso del problema de la difusión del cine de autor, resulta más difícil de contradecir. Filmada en blanco y negro, La vida útil rinde homenaje a un cine alejado de los parámetros comerciales de la industria.

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“Creo que si alguna idea hay que defenderla con armas, hay que revisar la idea”, dice Marroquín.
 
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