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Viernes, 17 de diciembre de 2010

CINE › GRISELDA MORENO, VIVIANA GARCIA Y LA AVENTURA QUE SIGNIFICO RECORRER LATINOAMERICA CON CINE A LA INTEMPERIE

“En la travesía nos encontramos con muchas realidades”

Fueron 40 mil kilómetros recorridos en dos años y medio, en los que atravesaron diecinueve fronteras y no sólo mostraron material argentino, sino que además recolectaron obras de todo el continente. Ahora preparan un documental y una segunda etapa.

 Por María Daniela Yaccar

Dos mujeres al volante, una estanciera modelo ’61 y una historia de película. Conviene empezar por los números: 40 mil kilómetros recorridos en dos años y medio, diecinueve fronteras. Ni una goma pinchada. Un centenar de proyecciones de alto contenido social, a lo largo y a lo ancho de América latina. No fue un viaje improvisado, la tentación de dos mochileras hambrientas de nuevas experiencias. Las hubo, sí. Pero fue más bien la concreción de un proyecto con nombre y apellido que todavía no terminó: se llama Cine a la Intemperie y sus protagonistas son Griselda Moreno y Viviana García. Al poco tiempo de terminar la travesía, la salteña y la cordobesa cayeron en Buenos Aires con un extraño acento latinoamericano, contrastante con la velocidad urbana y acorde al relato de un cine que vagó por pueblos inhóspitos y por la periferia de grandes ciudades, desde Córdoba hasta Tijuana, ida y vuelta.

Es el relato de dos mujeres al volante de un sueño, que desveló primero a García. De profesión cineasta y de vida viajera, un día de 2007 decidió combinar sus dos pasiones. Envuelta en una remera de Cine a la Intemperie y agotada porque está en pleno proceso de edición de un documental que retrata el trance, resume en tres ítems la idea inicial: “Difundir el cine independiente argentino por Latinoamérica, fortalecer la diversidad cultural y generar reflexiones en los espectadores”. En un año y medio consiguió cincuenta audiovisuales para cargar en el baúl. Finalmente, el proyecto se amplió a trabajos latinoamericanos. Si bien hay un equipo detrás, en todos los detalles (desde el logo hasta el cálculo de la nafta), sólo ellas persistieron en el cacharro, acompañadas inicialmente por una amiga que se bajó en el segundo paso por Córdoba. A mediados de 2008, García, de 34 años, ya había vendido todos sus muebles para adquirir un equipo de sonido y el viaje había comenzado, el 24 de junio.

Moreno tiene 35, es periodista, fotógrafa y alpinista, y también está acostumbrada a los viajes. Ella, que vive en tránsito para contar historias, ahora se entusiasma al exponer la suya. Se sumó a Cine a la Intemperie en los últimos meses y acabó siendo un personaje principal. “Cuando decidí emprender este proyecto estaba en Ghana. No me olvido más. Estaba parada en el puerto del que salían los esclavos africanos. Era emprender un desafío, porque nunca había viajado acompañada”, relata. Sin dudas el plan estaba plagado de eso, de desafíos. Hasta hubo que dedicarle un curso de mecánica a la estanciera, para “llevar sus mañas”. El trasto, oriundo de Rosario, venía con cama adentro y las chicas le agregaron un portaequipaje. Aquel 24 de junio, en Córdoba, despedida por amigos, colegas y familiares de las jóvenes, fue bautizado como “Juana”, por Azurduy.

Un galope audaz

“Juana” se la aguantó desde Córdoba hasta Jujuy, pasando por Catamarca y Salta. “Era muy linda, pero nos superaba”, cuenta García. Se destartaló en Bolivia, donde buscaron algo más moderno, una Toyota, y pensaron otro nombre. “Nos fuimos con ‘Machaca’ por toda Latinoamérica”, expresa la cineasta con entusiasmo, como si recién estuviera iniciando el viaje hacia rutas salvajes, y sus ojos transparentan miles de paisajes. Cuando pusieron primera, García y Moreno ya contaban con algo de apoyo económico de fundaciones nacionales y, en algunos detalles, de las secretarías de Cultura de Salta y de Córdoba. En el camino consiguieron más.

Contrariamente al de “Juana”, el de ellas sí fue un galope audaz, como el que Félix Luna le atribuyó a la heroína del Alto Perú. “Nos encontramos con muchas realidades a lo largo de la travesía”, aseguran. Y empieza la lista. Desde la Bolivia de Evo, al momento del referéndum; el “No a las minas a cielo abierto” ecuatoriano; una Honduras “sumida en una crisis social”; un México “cargado de crímenes impunes y altísimos niveles de femicidios”; una Nicaragua en pleno festejo del aniversario de la Revolución Sandinista, “donde muchas personas dejaron de ir al encuentro público porque creen que esos valores y principios por los cuales se luchó se desvirtuaron”. También arribaron a un El Salvador “pujante y con equidad de géneros”; a una Costa Rica “que se opone a la instalación de granjas atuneras en el frágil ecosistema del Golfo Dulce”; a una Cuba “cargada de un gran espíritu luchador, de amor, de solidaridad y de hospitalidad”. La lista está incompleta: recorrieron el continente de punta a punta.

El ritual ocurría en pequeños pueblos, también en los márgenes de las ciudades. “Al principio era ir nada más que a lugares bien apartados”, comenta García. Y coinciden en que Cine a la Intemperie fue variando a medida que avanzaba. “Se fue ampliando el objetivo. La confrontación existía: por un lado, las chicas que viajaban y, por el otro, los pueblos. Pero cedíamos. Y en eso está la buena relación”, completa su compañera. La rigidez no estaba en la esencia del proyecto: ellas llegaban al lugar, se fijaban si tenían algún contacto (de alguna ONG, por ejemplo) y programaban el encuentro. El audiovisual que proyectaban era elegido en relación con la realidad del lugar. En el camino, cineastas de todos lados les fueron acercando sus trabajos y alcanzaron un número ambicioso. “Tenemos más de 500 audiovisuales de toda Latinoamérica”, se enorgullece García. “Cortos, medios, largos, ficciones, animaciones y documentales.”

Llegaban a pueblos como Uyuni (Bolivia), en los que no había cines, y transformaban el lugar. No importaba el espacio físico: plazas, calles, escuelas rurales, canchas de básquet, geriátricos, hospitales, cárceles, iglesias. Tuvieron que dejar atrás algunos prejuicios. “En Coveñas, Colombia, hablamos con un coronel de la base naval de infantería, adonde están los aspirantes de Marina, para pedirle un dato de un barco para poder cruzar. Y nos dijo ‘¿por qué no hacen una proyección acá?’. Yo le decía a Griselda, ‘¿qué vamos a hacer acá? El proyecto no tiene este objetivo’. Decidimos llegar a esa gente con documentales sobre los derechos humanos.” Ahora festejan que la proyección haya sido un éxito. En muchos casos, todo terminaba en largos debates. “A veces te pedían otra hora de audiovisual. Otras tenías nenes agarrándote del brazo, pidiendo más. Y en otras te levantaban así nomás”, explica Moreno. El público fue de lo más amplio: niños de escuelas en Perú, campesinos en huelga en Ecuador, obreras nicaragüenses, por mencionar algunos. “Hay una necesidad de cine del pueblo latinoamericano. No es que la gente no quiera, no lo sabe. Al enterarse, lo desea”, concluye. Con un record en la función para aspirantes de Marina con 2300 personas, el promedio de público rondaba las 80.

El galope sigue

Desde sus comienzos, Cine a la Intemperie tuvo un fin menos visible: “generar pantalla para el cine independiente”. La información para presentar audiovisuales se encuentra en el sitio web www.cinealaintemperie.com.ar. Si la primera intención era que fuera un “nexo para los festivales internacionales”, en septiembre se hizo evidente que el proyecto llegó fue más lejos: las chicas organizaron el primer Festival de Cines Móviles de Latinoamérica, con el apoyo del Primer Festival Internacional de Cine de Puebla, México. En ese entonces, grupos itinerantes similares se unieron a ellas en una red: trece proyectos de ocho países, uno de Holanda y el resto latinoamericanos. El objetivo es “organizar giras en conjunto y motivar a quienes quieran hacer lo mismo”, detalla García.

Lo que comenzó como delirio de una joven cineasta lleva hoy el aval de la Secretaría de Cultura de la Nación, ya que Cine a la Intemperie fue declarado de interés cultural. Lo mismo por parte de las secretarías de Cultura de Córdoba, de Santiago del Estero y de Salta. Tiene un documental en preparación –en el que trabajan la Universidad del Cine y Magoya Films– y también un libro. Y no falta tanto para que Machaca vuelva a encenderse: será a mediados del año próximo y las llevará por todo el país para que presenten este material. Después, retomarán el viaje por Latinoamérica, y tienen pensado adentrarse en Estados Unidos, Europa y Marruecos. Y entonces volverán a las rutas estas precavidas mujeres al volante que, según consta en su cuaderno de viajes, se jactan de no haberse quedado nunca sin combustible.

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En 2011 el dúo recorrerá Argentina, seguirá por Latinoamérica y buscará adentrarse en Estados Unidos, viajar a Marruecos y Europa.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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