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Viernes, 31 de marzo de 2006

CINE › “NORDESTE”, PRIMER LARGOMETRAJE DE JUAN SOLANAS, CON CAROLE BOUQUET

Viaje a la miseria profunda del país

El director del premiado corto El hombre sin cabeza se sumerge en un tema delicado: la adopción ilegal de niños del Tercer Mundo.

 Por Angel Berlanga

5

NORDESTE
Francia/España/Bélgiga/
Argentina, 2003.


Dirección: Juan Solanas.

Guión: J. Solanas y Eduardo Berti.

Fotografía: Félix Monti.

Intérpretes: Carole Bouquet, Aymará Rovera, Mercedes Sampietro, Ignacio Ramón Jiménez, Juan Pablo Domenech, Jorge Román y Daniel Valenzuela.

De penas y miserias habla la copla compuesta por Dino Saluzzi que se deja oír sobre las primeras imágenes de Nordeste. Penas y miserias es lo que la película de Juan Solanas desplegará largamente, a partir de allí. Seleccionada para la sección “Una cierta mirada” del pasado Festival de Cannes, la ópera prima en el largometraje del hijo de Pino Solanas (tras su premiadísimo corto El hombre sin cabeza) es uno de esos films que tienen una agenda clara. Esa agenda no pasa tanto por el que a primera vista parecería ser su tema principal (la adopción ilegal de niños del Tercer Mundo, a cargo de viajeros del primero), sino por la exposición de las distintas formas de la miseria que aquejan al interior más pobre de Latinoamérica.

El guión de Nordeste (coescrito por Juan Solanas y el novelista Eduardo Berti) trabaja sobre una clara oposición, que las dos protagonistas vienen a encarnar. Oposición que, durante toda la primera parte del metraje, el montaje alterno se ocupa de subrayar. Por un lado está la francesa Hélène (Carole Bouquet), ejecutiva de una empresa farmacéutica y mujer soltera, que viaja hasta Buenos Aires con la intención de adoptar a un niño. Por otro, Juana (Aymará Rovera), madre también soltera y sin trabajo estable, que sin embargo ha logrado que su hijo de 12 años, Martín (el debutante Ignacio Ramón Jiménez), siga yendo todos los días a la escuela. Como es de prever, los destinos de ambas mujeres se cruzarán, después de que Hélène encuentre que trabas burocráticas le impiden adoptar legalmente y opte por la sugerencia de un abogado amigo que cuenta con contactos para hacerlo “por izquierda”, allí en Formosa.

Esa previsibilidad, ese carácter tan indefectible como lineal de los acontecimientos –derivado de la agenda de hierro que preexiste al film– es uno de los problemas de Nordeste. Se ve venir que todo irá de mal en peor para Juana y seguramente también para Hélène. Lo único que queda por ver es, en tal caso, si ante la falta de pago desalojarán a Juana con violencia o sin ella, hasta qué punto afectarán las malas compañías al pequeño Martín, cuántas personas les darán la espalda a ambas heroínas o intentarán lucrar con ellas, y así sucesivamente. Como si la copla del comienzo fuera, más que simples letra y música, un mandato a cumplir férreamente, Nordeste expone un catálogo de violaciones, hijos no deseados, amantes ingratos, drogadicción y criminalidad infantil, capataces golpeadores, vigilantes de gatillo fácil, corrupción y complicidades policiales... Todo eso sin mencionar la línea principal del relato, hecha de madres necesitadas de vender a sus hijos desde el propio vientre, enfermeras aprovechadoras, redes de ilegalidad y, en última instancia, venta de “productos fallados”, si se permite la expresión.

Es verdad que esta verdadera cabalgata de desgracias se ve en buena medida atenuada por un modo de exposición que tiende a asordinar antes que llevar a la máxima intensificación, pero eso no evita que el cuadro de fondo se pinte con un único color. Con Carole Bouquet luchando contra un castellano que sin querer se le italianiza (pero aun así tan intensa como nunca antes se la vio), es posible que el rubro de las actuaciones sea lo más sólido que Nordeste tiene para ofrecer. En ese rubro es de destacar la muy sobria y convincente Aymará Rovera, así como una Mercedes Sampietro dilapidada en un papelito de monja con agallas que dura apenas un par de minutos. Si esto llama tanto la atención como la figuración en el elenco de Emilio Bardi (que jamás aparece en la película) es seguramente porque, para dar con una calificación aceptable, el realizador se vio obligado a eliminar escenas que el comité calificador había juzgado inadmisibles. Esto da también por resultado más de una referencia que queda en el aire.

Pero si algo definitivamente no cuaja en Nordeste es el estilo fotográfico elegido (a cargo del prestigioso Félix “Chango” Monti), con abundancia de poéticas brumas, perfectos encuadres y, sobre todo, persistentes atardeceres azafranados, al más puro estilo tarjeta postal. Todo lo cual puede llevar a pensar, en más de un momento, que la que aquí se exhibe es la miseria más linda del mundo.

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El estilo fotográfico elegido tiene abundancia de brumas poéticas y encuadres perfectos.
 
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