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Miércoles, 14 de septiembre de 2011

CINE › SANTIAGO PALAVECINO ESTRENA LA NUEVA VIDA, EN LA TERCERA EDICIóN DE RíO NEGRO PROYECTA

“Quise hacer un film intenso, sincopado”

El realizador de Otra vuelta se concentra esta vez en cuatro personajes enfrentados a circunstancias que los obligan a tomar decisiones personales. Los protagonistas son Martina Gusmán, Alan Pauls –en su debut como actor–, Germán Palacios y Ailin Salas.

 Por Diego Brodersen

“El nombre de la película juega con las contradicciones porque, ¿cuándo empieza esa vida nueva?”, se pregunta Santiago Palavecino al comienzo de la entrevista. El segundo largometraje del realizador de Otra vuelta se concentra en un cuarteto de personajes enfrentado a circunstancias que los obligan a vencer la inercia y tomar alguna clase de decisión personal, pero cada espectador entenderá el título de manera diferente. Rodada casi íntegramente en la ciudad de San Pedro –transformada gracias al encuadre y el montaje en un lugar abstracto, sin nombre–, La nueva vida presenta a un matrimonio integrado por Laura y Juan (Martina Gusmán y Alan Pauls, en su debut como actor), una profesora de piano y un veterinario respectivamente, quienes verán tambalear su frágil convivencia ante un hecho violento que los involucra como protagonistas secundarios. Se suman a la ecuación Benetti (Germán Palacios), un viejo amor de Laura que regresa al pago, y Sol (Ailin Salas), una joven que intenta abrirse paso en el mundo de la música. Producida por Matanza Cine, la productora de Pablo Trapero, La nueva vida tendrá su estreno mundial en la 3ª edición de Río Negro Proyecta, que comenzó ayer en la ciudad de Bariloche (ver aparte). Unos días después, el jueves 22, el film se estrenará comercialmente en salas de todo el país.

–¿Existe alguna razón por la cual transcurrieron seis años entre Otra vuelta (2005), su ópera prima, y este nuevo largometraje?

–El espacio entre una y otra tiene que ver, en parte, con la experiencia de la primera película. Otra vuelta se hizo con escasos recursos, se terminó de rodar en diciembre de 2002 y se estrenó en febrero de 2005, luego de una presentación en el Bafici el año anterior. Fue un contacto bautismal con el cine, yo venía de Letras y desconocía por completo el mundo de los festivales. Ese aprendizaje brutal de tres años me hizo plantearme si de verdad quería dedicarme al cine, porque muchas de las cosas buenas que me pasaron en el mundo del cine fueron de lo mejor que me ocurrió en la vida, pero las malas... bueno, me hicieron reflexionar mucho. Luego de una residencia en París, volví con el borrador de una posible segunda película y a comienzos de 2009 me junté con Pablo (Trapero). Nos pusimos a pensar la película junto a Alejandro Fadel, Santiago Mitre y Martín Mauregui, los otros tres guionistas del film, a quienes no veo como tales sino más bien como pares. Trabajar entre los cuatro durante un año se transformó en un verdadero espacio de discusión; al principio no escribíamos mucho, pero incluso cuando comenzamos con la escritura era como discutir sobre cine, sin seguir ningún protocolo. Además sabíamos que el guión, más allá de la letra impresa, iba a ser abierto en más de un sentido.

–Suena a experiencia enriquecedora.

–Creo que vale la pena embarcarse en este tipo de aventuras por la posibilidad de aprender mucho durante el proceso de escritura. Por ejemplo, a no crear escenas alegóricas o que ilustren ideas. En el caso de La nueva vida, nos habíamos planteado que las secuencias transcurrieran como bloques de presente que van decantando en una especie de narración, más que avanzar de un modo tradicional. Desplazar los énfasis para dejar que el espectador sienta cosas que no sabía que podía sentir. Ocurre eso cada vez que se hacen chocar –o se ponen en contradicción– distintos elementos cinematográficos.

–Otra vuelta transcurría en Chacabuco, su ciudad natal. El relato de La nueva vida podría ocurrir en cualquier ciudad o pueblo del interior...

–En Otra vuelta las referencias a Haroldo Conti me obligaban a ser específico, algo que no ocurre en La nueva vida. Pero, en todo caso, lo que me interesa de esos lugares, pueblos que no son del interior profundo sino que están relativamente cerca de la ciudad de Buenos Aires, es que a pesar de la cercanía tienen una relación contradictoria con esa distancia módica, hecho que produce un tipo de subjetividades muy diferentes a las de la gente de la Capital y las de los habitantes del interior. Por ejemplo, ¿cómo se verían algunas de las situaciones de la película en Buenos Aires? El tipo que aprieta a los protagonistas es alguien que no puede tener ningún poder, visto desde la gran ciudad, pero en una sociedad chica puede ser alguien con capacidad para intimidar.

–¿Hay algo de autobiográfico en la película?

–Tal vez algún tipo de amasijo de la propia experiencia, pero no directamente o de una forma sustancial.

–¿Cómo surgió la idea de incorporar a Alan Pauls al reparto?

–Pasamos bastante tiempo pensando en el elenco y para ese personaje en particular nos estaba costando bastante tomar una decisión. Fue Trapero el que vio a Alan en una boda y más tarde me preguntó qué me parecía la idea. A partir de entonces nos resultó imposible abandonarla. Alan es un gran escritor y El pasado es una novela muy importante en mi vida. Pero fundamentalmente tenía la intuición de que le podía dar al personaje un tono que estábamos buscando, y que tiene que ver con algo que volví a frecuentar, que es el cine clásico americano, de los años ’40 y ’50, sobre todo aquellas películas de directores europeos afincados en Hollywood. Estoy pensando en Fritz Lang, en Otto Preminger. Hay una precisión en ciertas miradas de Alan, un rigor que él posee por su inteligencia, su cinefilia. A Santiago Mitre le hace acordar bastante a Sam Shepard.

–Hay algo pusilánime en ese personaje, mezclado con hastío, y al mismo tiempo un deseo que no parece estar satisfecho.

–Me parece una muy buena definición. Lo que me preocupaba era que el personaje pudiera quedar encasillado en una sola de esas características. Efectivamente, puede ser calificado de cobarde, poco heroico, por algunas de las cosas que hace. Pero también podemos verlo como un personaje que está en estado de shock. ¿Cómo reacciona alguien que no sabe lidiar con determinada clase de situaciones? Es como si desapareciera la pregunta moral y se pusiera de relieve la psicológica: ¿qué pasa por la cabeza de esa persona? Entonces empiezan a surgir problemas morales que no se agotan con las decisiones que tomen las instituciones.

–La otra vida tiene un lanzamiento más importante que el de su primera película, algo que se relaciona con su modelo de producción más profesional. ¿Eso influyó en el resultado final?

–Es otra clase de aprendizaje. Mi primera película se hizo con un presupuesto ínfimo, ayudada por un premio de Antorchas. La verdad es que estoy en medio de esta experiencia y todavía no hice ningún balance. De más está decir que mientras filmaba no pensaba en ninguna de estas cosas. Afortunadamente, la película se rodó de un modo muy libre y después el desafío fue encontrar una lógica de montaje que tuviera que ver con esa forma particular de rodaje, encontrar el ritmo adecuado. Me gustan las películas cortas y siempre tuve la intención de hacer un film intenso, sincopado.

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El estreno comercial del nuevo film de Santiago Palavecino será el 22 de septiembre.
Imagen: Bernardino Avila
 
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