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Miércoles, 26 de octubre de 2011

CINE › GARY OLDMAN PROTAGONIZA UNA NUEVA ADAPTACIóN DE TINKER, TAILOR, SOLDIER, SPY

“No es una de Bourne o de James Bond”

En el film dirigido por Tomas Alfredson encarna al protagonista de la novela de John Le Carré, un papel que antes tuvo a su cargo Alec Guinness: “El que espía a los espías”. Aquí, el actor de 53 años repasa su carrera y su vida como padre de familia.

 Por Demetrios Matheou *

Cuando Michael Fassbender recibió el premio al mejor actor en el Festival de Venecia de este año, rindió tributo a alguien que podría haber obtenido el mismo galardón. “Vengo siguiendo la carrera de Gary Oldman desde que tenía 14 años”, dijo. “Y esta noche me siento muy, muy modesto.” En el momento se sintió una resonancia especial, más allá del calor de un discurso de aceptación. Fassbender, que actualmente protagoniza Jane Eyre, bien podría convertirse en el actor dominante de la próxima década; Oldman (53 años), que presentó en Venecia la impecable adaptación del libro de John Le Carré Tinker, Tailor, Soldier, Spy, es a menudo mencionado –con justicia– como el mejor actor británico de su generación. Desde que apareció bajo las luces en los ’80, primero con Meantime de Mike Leigh y después como Sid Vicious en Sid y Nancy (Alex Cox), Oldman ha sido un intérprete versátil y consistente, con una cadena de figuras históricas y monstruos de ficción a su nombre, traídos a la vida con un misterioso oído para los acentos. Ray Winstone, que no se queda atrás frente a la cámara, una vez dijo que su amigo era “un genio”.

Cuando se le pregunta a Oldman si él tiene algún consejo para el joven Fassbender y la máquina de Hollywood de la que ha sido parte durante veinte años, sus ojos brillan. “No creo que él necesite consejos de mi parte. Creo que él se la banca. De verdad. Cuando escuché lo que había dicho sobre mí, pensé: ‘Estoy hecho’.” Ha sido una quincena ocupada para el actor, volando entre Los Angeles –donde interpreta otra vez al valiente policía Jim Gordon en la tercera parte de las películas de Batman de Christopher Nolan– y Europa, donde promociona Tinker, Tailor... El día del encuentro se lo ve típicamente elegante, pero dice que después de la medianoche “todo se volvió un poco borroso”.

En Tinker, Tailor..., Oldman sigue las estimadas huellas de Alec Guinness como George Smiley, “espiando a los espías”, fascinante protagonista de un elenco de primera que incluye a Colin Firth, John Hurt, Benedict Cumberbatch y Mark Strong. “Momentos como éstos son grandiosos porque son muy escasos”, dice. “Entre el guión, el material, Tomas (Alfredson, el director) y este elenco... hay una alquimia aquí. Y es muy audaz, porque no es una película de Bourne o una de Bond. Tenés que mirar y escuchar. Creo que la gente está lista para algo así.” El de Smiley es el primer protagónico de Oldman en varios años. A pesar de su éxito como performer camaleónico, cuyos variados roles han incluido a Lee Harvey Oswald, Beethoven y el Conde Drácula, simplemente no se ha visto lo suficiente de él durante la última década. Eso, pese a que sus habituales apariciones como Gordon en los films de Batman y el similarmente heroico Sirius Black en la franquicia de Harry Potter al menos le pusieron un alto al encasillamiento en los villanos imponentes. “He pasado los últimos diez años en la fantasía... y haciendo otras cosas”, es como lo explica él.

Lo más importante entre esas “otras cosas” ha sido actuar como padre soltero de dos hijos, Gulliver y Charlie, de su matrimonio con Donya Fiorentino, que terminó en 2001 (él había estado casado dos veces antes, primero con la actriz inglesa Lesley Manville, con quien tuvo un hijo, Alfie, y con Uma Thurman). “Tuve una especie de ‘descarrilamiento doméstico’ y luego me encontré con estos dos chicos”, recuerda, irónicamente, de lo que debió haber sido una situación dramática. “Sentí a la vez turbación y cierta excitación. Y simplemente quise estar con ellos. Entonces, Sirius y Gordon llegaron en un buen momento. Me permitieron, ciertamente en lo financiero, estar realmente en casa con los chicos. Uno hace una película de Harry Potter durante seis semanas –y parte de ese tiempo ellos pueden viajar conmigo– y después quizá tiene siete meses en casa. Ha sido maravilloso. Ellos son mi mayor logro, chicos magníficos.”

Habla con entusiasmo de su trabajo en casa, especialmente de las mañanas. “Adoro levantarlos, desayunar con ellos y llevarlos a la escuela, aunque Gulliver, que ya tiene 14 años y está en la secundaria, se las arregla solo en las mañanas. Ha descubierto a las chicas y no quiere seguir siendo el pibe oloroso y mugriento, así que se está esforzando de verdad en ese aspecto.” Oldman se enorgullece de ser “una madre honoraria. Hay un grupo de amigos del jardín de infantes, somos cercanos y seguimos viéndonos”. Y entonces ofrece un poco de la dicción marca registrada Oldman mientras curva su lengua deliciosamente para pronunciar la frase: “Soy una de las mamis”. Es un tanto extraño escuchar que un hombre cuyo currículum está repleto de psicóticos salvajes –y que es furiosamente intenso incluso en roles amables– hable de un modo tan cálido y calmo acerca de los placeres básicos de la paternidad. Pero aunque él haya bajado su perfil como actor durante los últimos diez años, uno sospecha que, como hombre, Oldman ha alcanzado su potencial.

Su propia infancia en New Cross, al sur de Londres, fue difícil. Su padre, alcohólico, abandonó a su familia “sin dos mangos” cuando Oldman tenía 7 años (el actor también lucharía con el alcoholismo, que venció en los ’90). Y aunque insiste en que su fenomenal debut como director en Nil by Mouth, en 1997, no era autobiográfico, el horroroso retrato de una familia del sur de Londres probablemente haya exorcizado algún que otro demonio. Además de incluir en el elenco a su hermana mayor, la actriz Laila Morse, para el final de Nil by Mouth Oldman usó una grabación de su madre cantando. Esta última se ha mudado a Los Angeles y es una presencia constante en la vida de su hijo y sus nietos. “Es una joven de 92”, dice el actor. “Una chica notable, mi madre.”

Cuando se le pregunta si extraña ir a ver partidos de fútbol –era hincha del Millwall en su juventud y siguió al Manchester United para poder ver a su ídolo George Best–, se tira para atrás en la silla y pone las manos detrás de la cabeza. “Es gracioso, mi madre acaba de contarme una historia notable sobre mi padre. Justo después de la guerra, ella dirigía una pensión para jugadores de fútbol del Millwall. Y yo sabía que mi padre había estado involucrado de algún modo con el equipo de reserva. Pero hace un par de semanas mi mamá me dijo: ‘Oh, sí, tu papá jugó para el Millwall. Cuando era joven estuvo en un par de partidos de la Primera’. Yo estaba en la cocina, haciendo té. Y le dije: ‘¿De qué hablás? ¿Recién ahora me lo decís?’” Se ríe. “Me sorprendió descubrir que mi padre –aunque haya sido durante minutos– fue un jugador profesional. Me sentí muy contento y orgulloso.” Al haber crecido en Estados Unidos, Gulliver y Charlie (de 12 años) no comparten la pasión de su padre. Oldman se resignó a llevarlos a los partidos de los Dodgers. “Es su cultura, lo que ellos conocen.” Pero él no descarta un regreso a Londres. Típicamente franco, Oldman dice que él y su esposa desde 2008, la cantante inglesa Alexandra Edenborough, han hablado acerca de tener un hijo y, si eso ocurre, dividir su tiempo entre los dos países.

De regreso a George Smiley: como podía suponerse, él no dejó escapar el papel apenas se lo ofrecieron. Al fin y al cabo, “era demasiado bueno para dejarlo pasar”. “Al Smiley de Guinness daban ganas de abrazarlo. El mío es un poco más frío. Creo que hay una crueldad en Smiley que está en el libro y también en nuestra película. Todo nuestro enfoque es menos acogedor, menos nostálgico.” Mientras que Oldman ha hecho saber que finalmente volverá a la dirección, la respuesta a Smiley parece haberle provocado un renovado gusto por la actuación. “Protagonizar otra vez, sí; definitivamente siento que esto podría ser un impulso”, dice dulcemente. “Me di cuenta de que tengo seguidores y que están genuinamente complacidos de volver a verme llevando las riendas.”

* The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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En su retorno al protagónico, Oldman encarna a un George Smiley “más frío que el de Alec Guinness”.
 
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