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Sábado, 12 de noviembre de 2011

CINE › UN MUNDO INJUSTO, DE FILIPPOS TSITOS, OVACIONADA EN EL FESTIVAL DE TESALóNICA

Realidad dentro y fuera de la pantalla

Fue una de las grandes ganadoras de la última edición de San Sebastián y su trama hizo que la platea del cine Olympion entregara más de una ovación. De manera inevitable, la crisis griega no deja de colarse en la muestra cinematográfica.

 Por Luciano Monteagudo

Desde Tesalónica

Después de días de incertidumbre y virtual acefalía –una verdadera “opereta”, como titularon simultáneamente dos matutinos de tirada nacional–, Grecia tiene finalmente un nuevo primer ministro. Pero la confirmación de Lucas Papademos, ex vicepresidente del Banco Central Europeo, al frente del gobierno provisional de coalición, y su llamado a “la unidad, la comprensión y la prudencia”, no despertaron ayer en la segunda ciudad del país ninguna reacción pública, salvo apatía y desconfianza. “Habrá que ver si se ocupa de la gente común o de sus amigos de la banca”, se preguntaba ayer Alexis Grivas, a cargo de la prensa del Thessaloniki International Film Festival. “Parece que Angela Merkel ya está hablando abiertamente de un euro a doble velocidad, o con dos valores; y a nosotros, claro, nos tocaría el peor”, se lamenta. “Ahora ya ni siquiera somos la principal preocupación de Europa, el protagonismo nos los acaba de robar Italia”, ironizaba uno de sus colaboradores. “Dejen el ouzo, vayan por el cannoli”, le daba la razón un titular de la edición online del Wall Street Journal.

Por la calle, la única manifestación a la vista era la de un pequeño grupo feminista que lucha contra la violencia de género y que ayer denunciaba el caso de una chica de 17 años que se había arrojado desde la ventana de un tercer piso para no seguir sufriendo la situación de esclavitud sexual a la que era sometida aquí en Tesalónica. El caso, aparentemente, es uno de tantos de trata de personas en la zona y tiene su correlato en J.A.C.E., una de las dos películas griegas en la Competencia Internacional del festival. El film de Menelaos Karamaghiolis narra la explotación de un niño de origen albanés, víctima de las mafias de ambos países y formado en el mundo de la prostitución, la violencia y la droga. “Es que la crisis, que no es nueva y viene golpeando la puerta desde hace años, también trae aparejadas estas situaciones”, afirma el director griego Constantine Giannaris, a quien el TIFF le dedica una retrospectiva-homenaje, que incluye su film más reciente, Man at Sea. Estrenada en febrero en la Berlinale, la película de Giannaris también se ocupa del tráfico de personas: está filmada a bordo de un buque de carga que, en medio del Mediterráneo, rescata a una docena de inmigrantes ilegales a la deriva, creando una situación de extrema tensión entre el capitán de la nave, que debe vencer sus propios prejuicios raciales, y sus superiores en tierra.

Sin embargo, la película griega que pareció conectarse mejor con el ánimo del público de Tesalónica en estos días fue Adikos Kosmos (Un mundo injusto), de Filippos Tsitos, que viene de ganar el premio al mejor director y al mejor actor en el último Festival de San Sebastián, y que aquí se llevó una ovación de la hermosa sala Olympion, en plena plaza Aristotelous, donde la figura del filósofo parece observar con indiferencia las desventuras del presente para perder su mirada en el difuso horizonte que dibuja detrás de la bruma el mar Egeo.

Melancólica historia de tristes y perdedores, ya desde su título Un mundo injusto parece interpelar a sus espectadores locales, que desde las primeras escenas se identificaron con la pareja protagónica de la película, cuya estética le debe –quizá demasiado– al universo del finlandés Aki Kaurismäki. Esa luz mortecina, esos mudos planos frontales, esa angustia latente pero que nunca llega a explotar, son marcas de fábrica de Kaurismäki que aquí Filippos Tsitos adaptó, con habilidad, a la realidad griega de hoy.

Los lectores de las novelas policiales de Petros Márkaris –uno de los autores griegos más leídos actualmente en el mundo– reconocerán, a su vez, algunos rastros del detective Kostas Jaritos en el protagonista de Un mundo injusto. Como Jaritos, el bueno de Sotiris también es un oficial de la policía de Atenas que trabaja según sus propios métodos y que confía más en su intuición que en el reglamento. Su idea de la justicia también es muy personal. En una escena particularmente celebrada por la platea del Olympion, Sotiris interroga a una mujer que confiesa haber incendiado su local para poder cobrar el seguro, “porque con la crisis ya no puedo siquiera pagar las cuentas”. A lo que el policía le inventa ahí mismo una coartada y archiva sin más el caso.

Un poco de la misma manera, Sotiris (el estupendo Antonis Kafetzopoulos, premiado en el festival vasco), que no es casado como Jaritos, conoce a quien será el amor de su película. De compras en un supermercado desierto, Sotiris presencia el momento en que Dora (Theodora Tzimou), desempleada crónica, o con trabajos precarios, roba una bandeja con carne. Basta que el empleado de seguridad salga a perseguirla para que Sotiris le ponga el pie y lo haga caer. Más tarde, ella y él cruzarán sus vidas varias veces en una ciudad apagada y vacía, donde los comercios están abiertos las 24 horas, toda la semana, y aun así nunca se ven clientes. La recesión que vive Grecia no es la protagonista, pero se le parece demasiado.

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Los protagonistas de Adikos Kosmos parecen estar como toda Grecia hoy: por el piso.
 
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