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Jueves, 15 de diciembre de 2011

CINE › EL JUEGO DE LA FORTUNA, DIRIGIDA POR BENNETT MILLER Y PROTAGONIZADA POR BRAD PITT

Cuando el béisbol es una cuestión de economía

Que algo tan abstracto como la economía que mueve al béisbol pueda llegar a ser fecunda materia dramática es mérito no sólo del director de Capote, sino también de sus guionistas, que consiguieron que la película ya sea una de las serias candidatas al Oscar.

 Por Luciano Monteagudo

“¿Cómo, esto también es matemática?”, preguntaría irónico Adrián Paenza. Contra todo pronóstico, El juego de la fortuna, la nueva película protagonizada por Brad Pitt, no es “una de béisbol”, por más que transcurra en el mundo de las ligas mayores del deporte más popular de los Estados Unidos, que sigue siendo ininteligible para la gran mayoría de los espectadores argentinos. No, Moneyball es una película de números: de estadísticas, de algoritmos, de curvas de frecuencia, pero sobre todo –tal como indica su título original– de dinero. Que algo tan abstracto como la economía que mueve al béisbol pueda llegar a ser fecunda materia dramática es mérito no sólo del director Bennett Miller, sino también –y muy especialmente– de sus guionistas, Steve Zaillian y Aaron Sorkin, que consiguieron que El juego de la fortuna ya sea una de las más serias candidatas para los rubros principales de la próxima ceremonia del Oscar.

“New York Mets contra Oakland Athletics: 114 millones de dólares versus 39 millones” es la primera información que lanza la película, en los títulos iniciales, cuando todavía no se ha visto una sola imagen. ¿Cómo resolver esa ecuación?, es la pregunta que atormenta a Billy Beanne (Pitt), el manager de los Oaks. Beanne sabe que no puede pagar las estrellas que necesita para ganar un campeonato o siquiera para hacer un papel digno en la tabla de posiciones. Y que cuando las tiene, no le duran más de una temporada, porque se las llevan los equipos grandes. Nada muy distinto, en todo caso, de lo que sucede en el fútbol local. “Somos el último perro en comer, si comemos”, se lamenta.

Los scouts del equipo, viejos tiburones del diamante (el diseño con el que se asocia al campo de béisbol), siguen intentando encontrar un catcher o un pitcher que sean tan buenos como los que se fueron, pero que valgan la mitad o menos. Los guía su experiencia, su olfato, su intuición... que en ese “baile del dinero” al que se refiere el título original ya no les sirve de mucho. ¿Y si hubiera otra solución?, sospecha Beanne...

Basado en hechos y personajes reales de menos de una década atrás, volcados originalmente en un libro de investigación periodística de un tal Michael Lewis, el guión de Zaillian y Sorkin es increíblemente astuto en su manera de plantear el nudo dramático. Con la ayuda de un recién graduado en Economía de la Universidad de Yale, un gordito tímido que nunca tuvo un bate y una pelota en sus manos (Jonah Hill), Beanne descubre que las estadísticas lo pueden ayudar a descubrir jugadores que los tradicionales scouts no ven o simplemente descartan, por las razones más arbitrarias. Al fin y al cabo, los scouts también se equivocaron con él: pronosticaron que sería una súper estrella del béisbol, frustraron su carrera universitaria para que entrara a la cancha siendo casi un niño y terminó siendo una decepción para todos, empezando para sí mismo.

No deja de ser un sofisma que el héroe romántico de El juego de la fortuna, el perdedor que termina ganando, aquel que quiere cambiar la concepción del béisbol (y que de hecho lo hizo), sea en verdad un pragmático, apoyado en las habilidades de un tecnócrata. Y no parece casual que detrás del guión de Moneyball estén quienes están: Steven Zaillian fue –entre muchas otras– el guionista de La lista de Schindler, donde el personaje protagónico aprendía a negociar vidas por manufacturas; y Aaron Sorkin es el artífice del libreto de Red social, donde se descubría que el creador de Facebook había logrado revolucionar las relaciones sociales a partir de un motivo tan personal como el resentimiento por un amor frustrado.

Esta argamasa de móviles y resultados, de causas y consecuencias está a su vez sólidamente narrada por el director Bennett Miller, que ya en Capote (2005) había dado muestras de su capacidad para llevar adelante un relato atendiendo a los detalles que dan cuerpo y densidad a una película. Aquí hay un excelente manejo de los actores secundarios (entre ellos Philip Seymour Hoffmann, como el director técnico que boicotea las decisiones del manager) y aun aquellas escenas que amenazan con volverse sentimentales (como las de Beanne con su hija adolescente, que dan pie a una canción que seguramente será nominada por la Academia) están bajo su control y esquivan el riesgo. De Brad Pitt –otro seguro candidato al Oscar– puede decirse que a partir de esta película asume un poco el lugar que durante tanto tiempo ocupó en Hollywood Robert Redford: el del galán que empieza a ser maduro y al que le gusta jugar con eso.

7-EL JUEGO DE LA FORTUNA

Moneyball, Estados Unidos, 2011.

Dirección: Bennett Miller.

Guión: Steve Zaillian y Aaron Sorkin, basado en un libro de Michael Lewis.

Fotografía: Wally Pfister.

Música: Mychael Danna.

Edición: Christopher Tellefsen.

Diseño de producción: Jess Gonchor.

Intérpretes: Brad Pitt, Jonah Hill, Philip Seymour Hoffmann, Robin Wright, Chris Pratt, Stephen Bishop, Brent Jennings, Ken Medlock y Tammy Blanchard.

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Brad Pitt asume un poco el lugar que antes ocupó Robert Redford: el del galán que empieza a ser maduro y al que le gusta jugar con eso.
 
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