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Domingo, 17 de febrero de 2013

CINE › LA RUMANA POZITIA COPILULUI SE LLEVO EL OSO DE ORO

Con el peso de la tradición

En el Festival de Berlín siempre se les dio un lugar de privilegio a las cinematografías de Europa del Este y eso quedó refrendado a la hora del reparto de Osos. El Gran Premio del Jurado le correspondió a Epizoda u zivotu beraca zeljeza, del bosnio Danis Tanovic.

 Por Luciano Monteagudo

Desde Berlín

No hay caso: por más que el tiempo pase y los jurados cambien, la historia sigue pesando, y mucho, en la Berlinale. El cine de Europa del Este fue anoche el gran ganador de la edición número 63 del Festival de Berlín, donde los films provenientes de lo que alguna vez fue el otro lado del Muro se llevaron la parte del león. El Oso de Oro a la mejor película fue para Pozitia copilului (La pose del chico), del rumano Cálin Peter Netzer, mientras que el Oso de Plata-Gran Premio del Jurado le correspondió a Epizoda u zivotu beraca zeljeza (Un episodio en la vida de un chatarrero), del bosnio Danis Tanovic, film que también se llevó el premio al mejor actor para su protagonista, Nazif Mujic.

Ya en una nota anterior se había señalado que, históricamente, el Festival de Berlín siempre le dedicó un espacio privilegiado al cine de Europa del Este. Antes de la caída del Muro, porque la ciudad funcionaba como una suerte de portal para circular no sólo entre lo que entonces eran dos Alemanias sino también entre un mundo rígidamente bipolar. Y cuando se derrumbó la Cortina de Hierro, Berlín siguió siendo el punto de encuentro de esas cinematografías, que salieron disparadas de la ex órbita soviética pero no por ello dejaron de tener cierta identidad en común. Ahora el palmarés de esta edición de la Berlinale viene a confirmar que esas cinematografías, que pasaron de la censura del Estado a la censura del mercado (muchas tienen dificultades para seguir produciendo), están vivas, a pesar de todo.

El éxito del nuevo cine rumano, a esta altura, ya no es una novedad. Una década atrás, cuando aparecieron los primeros títulos de Cristi Puiu y Cristian Mungiu en el circuito de festivales internacionales, se supo que estaba pasando algo interesante, que no tardó en confirmarse. El premio de Un Certain Regard para La noche del señor Lazarescu (2005), el segundo largo de Puiu; la Cámara de Oro de Cannes a la mejor ópera prima para Bucarest 12.08 (2006), de Corneliu Porumboiu; y finalmente la Palma de Oro del Festival de Cannes para 4 meses, 3 semanas y 2 días (2007), de Mungiu, consolidaron esa tendencia que ahora viene a ratificar con su Oso de Oro Pozitia copilului.

El film de Netzer también se suma al retrato ácido de su país de sus antecesores. Pero si en aquellos títulos el acento estaba puesto en las capas más desprotegidas de su sociedad, ahora en cambio el foco está en los nuevos ricos, que se manejan hoy como si todavía fueran los miembros más encumbrados del régimen de ayer, porque siguen teniendo la misma impunidad. Antes se la daba el poder y ahora el dinero, parece decir el film de Netzer, que describe las manipulaciones de una madre –envuelta en pieles– por salvar a su hijo del cargo de homicidio culposo, al haber atropellado a un adolescente mientras manejaba alcoholizado.

El dinero también es el protagonista tácito de Un episodio en la vida de un chatarrero, la película bosnia que se llevó el segundo premio en importancia de esta Berlinale. Y no porque abunde, sino porque falta. Allí donde antes el Estado era omnipresente hasta la asfixia, ahora en cambio brilla por su ausencia: sin dinero, una mujer –más si es de una familia de la minoría romaní o gitana– puede desangrarse en la puerta de un hospital sin que nadie la asista. Y lo que narra el film de Danis Tanovic es el calvario de su marido por conseguir que la atiendan. La particularidad de este Episodio... es que está basado en un caso real. Y que para recrearlo, el director recurrió a sus mismos protagonistas. De hecho, Nazif Mujic se llevó el Oso de Plata al mejor actor interpretándose a sí mismo. “A veces de la rabia y la indignación salen cosas buenas”, reflexionó Tanovic con el premio en sus manos.

Los que se quedaron con las manos vacías fueron los dos títulos que para la mayoría de la crítica acreditada en Berlín fueron los más significativos de la competencia: Haewon, del coreano Hong Sang-soo, y Camille Claudel 1915, del francés Bruno Dumont, con una impresionante actuación de Juliette Binoche. En una selección pródiga en grandes interpretaciones femeninas, es todo un logro que la chilena Paulina García se haya llevado el Oso de Plata a la mejor actriz por su espléndido protagónico en Gloria. El film de Sebastián Lelio fue sin dudas el favorito del público y del mercado (se vendió a todos los territorios como pan caliente) y tuvo una ovación también en el pase de prensa. Pero nada de eso parece haber sido suficiente para conmover al jurado presidido por el director hongkonés Wong Kar-wai, que tuvo en cuenta únicamente a su actriz.

No deja de ser una premiación, a su manera, imprevisible. Muchos apostaban por el iraní Jafar Panahi como mejor director, para que se hiciera más patente aún su ausencia forzada en el escenario de la Berlinale, en tanto preso político del régimen de su país. Pero su película Closed Curtain debió conformarse con un premio menor, al mejor guión. En su lugar, en cambio, se llevó el Oso de Plata al mejor director el estadounidense indie David Gordon Green, una estatuilla que le queda demasiado grande a su película Prince Avalanche.

Se diría que, sin haber estado quizás a la altura de las dos ediciones anteriores, la diferencia fundamental entre esta Berlinale y sus predecesoras es que los premios esta vez no estuvieron donde tuvieron que estar. Un festival se suele recordar por sus premios. Y los de este año no van a quedar asociados a las películas que parecen más preparadas para atravesar la prueba del tiempo.

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Pozitia copilului se suma al retrato ácido de su país de otros directores rumanos.
Imagen: EFE
 
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