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Sábado, 12 de octubre de 2013

CINE › CON ABRIL EN NUEVA YORK, MARTIN PIROYANSKY DEBUTA COMO DIRECTOR DE LARGOMETRAJES

“Me gustan las comedias románticas”

Tras algunas experiencias en cortos, el actor presenta su ópera prima, que surgió de ver interactuar a la pareja que terminó protagonizando el film. “Quería jugar a no tenerlo escrito e ir buscándolo porque me parecía que iba a resultar algo fresco”, afirma.

 Por Oscar Ranzani

Aunque no todas las películas en las que participó fueron comedias, Martín Piroyansky es, a sus 27 años, un referente del género. Debutó como actor de cine en Sofacama (2006), de Ulises Rosell, y también es el actor fetiche de Ariel Winograd, especialista en comedias. Con Winograd, Piroyansky trabajó en Cara de queso, Mi primera boda y, hace poco, en Vino para robar (que no puede considerarse una comedia pura, pero tiene elementos del género). El actor tuvo sus primeras experiencias detrás de cámara dirigiendo cortos. El que más visibilidad adquirió fue No me ama, donde fue protagonista... y era una comedia. Hace tres años, Piroyansky estuvo en Nueva York para trabajar como camarógrafo en un documental sobre Gustavo Santaolalla. Allí se encontró con su amiga Carla Quevedo, que estaba en pareja con el ex baterista de Catupecu Machu, Abril Sosa. Y como Piroyansky se había comprado una cámara, les propuso hacer una película sobre una pareja: Sosa y Quevedo fueron novios reales y en la ficción. Y así nació Abril en Nueva York, primer largometraje de Piroyansky, ya en cartelera. Una comedia romántica.

Al verlos juntos, Piroyansky se dijo: “Podemos hacer una película sobre esta parejita, ficcionalizada y con algunos rasgos exagerados, con cosas mías puestas en ellos. Quería jugar a ese experimento de no tenerla escrita e ir buscándola, me parecía divertido, fresco”. Abril... presenta la historia de Valeria (Quevedo) y Pablo (Sosa), quienes viajaron a la Gran Manzana. Ella consiguió trabajo como recepcionista en un bar, pero él, músico, básicamente dedica el tiempo a vagar y a estar borracho. Hasta que entra en escena un yanqui que la piropea y, entonces, Pablo deberá cambiar su actitud para evitar que la ruptura temporaria sea definitiva. “Nació con las ganas de filmar algo más largo de lo que venía filmando”, comenta Piroyansky. “Me puse la premisa de ir encontrando la película mientras la iba haciendo. No había un guión previo, sino que la iba escribiendo mientras la iba filmando, pero más que nada como una especie de trabajo de investigación propio”, agrega el flamante cineasta.

–¿Reconoce elementos de la comedia romántica norteamericana?

–Hay algo de eso. Aparece, pero en un momento la película sola se va alejando del género y se va poniendo más oscura y también más melancólica. Es que a partir de un momento se pone más en otra clave. De alguna manera, es una especie de comedia romántica, pero de pronto se pierde y después vuelve a ese género. Me gustan mucho las comedias románticas. Igual, en este caso, como no estaba escrita previamente, no estaba buscando un género, sino que la estructura sola fue apareciendo.

–¿Por qué decidió ambientarla en el extranjero?

–En realidad, porque estaba ahí. Y me surgieron las ganas. Se fue armando la situación para hacerla. Básicamente, quería contar la sensación de la ruptura amorosa, la angustia que viene por separarte. Y me resultaba interesante que, al estar en otro país, eso se exacerba. Fui en algunas ocasiones a Nueva York y, a veces, me resultó súper hostil y, en otras, sentí que tenía los brazos abiertos. Entonces, a partir de la ruptura, la ciudad cambia y se vuelve un poco más hostil para los personajes porque cada uno tiene su angustia y la ciudad es medio un espejo que te devuelve lo que vos le estás dando.

–¿Trabajar en el género de la comedia le permitió alivianar temas complejos como la desilusión amorosa, la falta de futuro y el desarraigo?

–En realidad, me doy cuenta de que es más una tendencia natural que tengo. Veo la película ahora y cuando empieza la parte oscura y siguen habiendo chistes, me doy cuenta de que es algo que no puedo contener. Evidentemente tengo esa tendencia y me gustaría explotarla más. Al principio, la película va un poco más hacia la comedia y, de pronto, se va perdiendo, pero porque la película misma me iba pidiendo mostrar que están separados, que él va a buscarla a la salida del trabajo y no puede hablar porque está llorando. Empiezan a pasar cosas un poquito más densas y yo solamente estaba dejando ser a la película, no estaba decidiendo por ella. Escribí ese tipo de escenas básicamente por los caminos que estaban haciendo los personajes. Pero sí veo que la comedia que instalo al principio rebota en la segunda parte. Y me dan ganas de que lo próximo que haga sea una comedia pura.

–¿Qué ventajas tiene ser actor a la hora de dirigir?

–La más importante es la escuela que significaron los sets. Estos son mi única escuela, no estudié cine en la universidad. Entonces, todo mi aprendizaje sigo haciéndolo cuando trabajo como actor. Eso es lo principal. A la hora de dirigir, trato de confiar en los actores, dejarlos libres, y solamente intercedo cuando veo que están yendo hacia un lado que no me interesa. Pero escucho mucho qué proponen los actores. Por ahí alguien piensa que por ser actor estoy encima de mis colegas y les quemo la cabeza, pero me pasa todo lo contrario. Estoy viendo qué tienen ellos para dar, porque muchas veces descubrís en el set algo fundamental que ni se te ocurrió. Es solamente ir jugando con el actor lentamente e ir probándolo a ver hacia dónde encara. La película es básicamente eso, sobre todo con Abril. Por ahí a Carla sí le pedí cosas porque su personaje es más neurótico y tiene los pies en la tierra. Pero Abril tiene algo que es inmanejable, imposible de describir. No es que el personaje sea como él, pero Abril aporta un carisma que como director trato de dejar que eso suceda y trato de retratarlo lo mejor posible y de generarle el marco para que eso se desarrolle al ciento por ciento.

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“Las mejores experiencias fueron con directores que me escucharon.”
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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