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Sábado, 12 de octubre de 2013

CINE › EN TV BEHIND THE CANDELABRA, DE STEVEN SODERBERGH

El rey Ludwig de Las Vegas

Para la que terminó siendo una de sus mejores películas, el director de Traffic le dio a Michael Douglas uno de los papeles de su vida: el del extravagante showman Liberace. Como su protegido y amante, Matt Damon también está perfecto.

 Por Horacio Bernades

Quien nunca haya visto a Liberace no puede imaginarlo. El hombre a quien le decían Mr. Showmanship era una suma de Richard Clayderman, Silvio Soldán, Silvia Süller, Elton John, La Cacho in the closet, la Liz Taylor de los últimos años y Joan Rivers, la conductora de la alfombra roja del Oscar, que luce cada temporada su nuevo estiramiento de rostro. Hijo de italiano y polaca, Wladziu Valentino Liberace se presentaba en cualquier gran hotel de Las Vegas con bisoñé de rigor, trajes con más lentejuelas que un vestido de noche de Susana Giménez, zapatos al tono, camisa de mangas bulloné asomando por debajo del saco. Se sentaba ante un piano igualmente lentejuelado, sobre el que se apoyaba un candelabro como del Imperio Austrohúngaro, y sin perder la sonrisa ni las miraditas al público ejecutaba Chopin, “As Times Goes By”, el Ave María, un boogie woogie o cualquier tema que supiéramos todos y le permitiera lucirse. Finalizado el concierto, Liberace se paraba, despachaba sonrisas de despedida (con el paso de los años se fueron ensanchando quirúrgicamente), saludaba, tiraba besitos, se enfundaba en un tapado de zorro blanco más peludo que Chewbacca y se iba.

De las decenas de videos que pueden hallarse en YouTube se recomienda empezar por el que lleva por título Liberace Music Video & Entrance 1981, que es ver para creer. Para su despedida del cine, Steven Soderbergh –el de Sexo, mentiras y video, Traffic, La gran estafa, el díptico Che y una veintena de películas más– eligió narrar el último tramo de la vida de este icono ultracamp, que fue el artista mejor pagado del mundo de los ’50 a los ’70. Pero Soderbergh no quería dar el paso al costado sin darse un último gusto: poner en escena al hombre que, considera, “inventó la idea del show basado en el vestuario más extravagante”. El realizador de Contagio asegura que el Elvis de la última época no hubiera sido posible sin Liberace, y que lo mismo puede decirse de Cher, Madonna o Lady Gaga. Razón no le falta. Todo empezó bastante tiempo atrás, cuando un amigo recomendó a Soderbergh el libro Behind the Candelabra: My Life with Liberace (trad. lit.: “Más allá del candelabro: Mi vida junto a Liberace”). El autor, Scott Thorson, era un american boy del Oeste Medio, huérfano para más datos, entrenador de animales para películas clase B, que conoció a Mr. Showmanship, presentado por un amigo común, en 1977, cuando el hombre de la lentejuela tenía 58 y Thorson... 18.

Para la que terminó resultando una de sus mejores películas, a partir de un guión de Richard LaGravenese (Los puentes de Madison), Soderbergh partió de dos ideas audaces. La primera consistió en convocar, para hacer de “Lee” (así lo llamaban los amigos) a una figura insospechable: Michael Douglas, con quien había trabajado en Traffic. Ganador de uno de los once Emmys (algunos de los otros fueron para Mejor Película o Miniserie, Dirección, Casting y, obviamente, Dirección de Arte, Maquillaje, Vestuario y... Hairstyling), el de Liberace es para el actor de Bajos instintos, vayámoslo anticipando, uno de los papeles de su vida. Segunda audacia de Soderbergh: darle el rol de Thorson a Matt Damon, con quien también había trabajado en La gran estafa.

Si el personaje Liberace se presta para la exuberancia y Douglas le saca todo el jugo, el de Thorson es mucho más complejo, describiendo el arco que va del country boy al demandante en tribunales, del elegido al desplazado, del chico de dos palabras al adicto violento, y con él Matt Damon confirma que es un actorazo. Que no le hayan dado el Emmy se justifica sólo porque competía con el propio Douglas, ambos en el rubro de Actor Protagónico. Lo notable de Behind the Candelabra es que, haciendo honor al título, la película de Soderbergh (cuyo dorado elenco suma a Dan Aykroyd, un increíble Rob Lowe, Paul Reiser y hasta ¡Debbie Reynolds, apareciéndose ante el desfalleciente Liberace como hada buena!) muestra el candelabro y lo que está detrás.

Behind the Candelabra es al mismo tiempo una caricatura graciosísima (“Se cree Ludwig II”, dice uno de los ayudantes de Lee cuando hacen una primera recorrida por su palacio ultracamp hasta la náusea; “¿Y ése quién es?”, pregunta otro; “El Liberace de Baviera”, le contestan.), una historia de amor perversona (fascinado con el nuevo efebo, Liberace patea al anterior y la rueda sigue girando) y una amarga historia de succión, vampirización, deglución y desecho. Al bulímico entertainer no le basta con tener a Thorson (el torso de Damon justifica el apellido) en la cama y como ayudante, secretario, chofer y trapo de piso. En un momento dado el monstruo pasa a fase Cronenberg, pidiéndole a su cirujano plástico (Rob Lowe, con el rostro bronceado y estirado hasta el delirio, por efecto del maquillaje) que le tornee a su protegé un rostro como el de... él.

Pero Soderbergh –cosa curiosa, para un realizador que suele ser frío y distante– no se queda en la distancia fácil de la caricatura, la crítica o el rechazo, haciendo del personaje un monstruo perverso, sí, pero también un tipo ocurrente, simpático, loco y, a la larga, conmovedor. Por más que la noticia se haya querido disfrazar infantilmente, de lo que sufrió Liberace en los últimos años –mediados de los ‘80– fue de sida. Damon no se pone conmovedor al final: está conmovedor desde el principio, cuando ante el palacio imperial del Ludwig de Las Vegas abre grandes los ojos, como un chico en un zoológico, viendo por primera vez a un hipopótamo, un elefante o una jirafa.

* Behind the Candelabra se verá mañana a las 22 por HBO. Repite el miércoles a las 22, viernes a las 18.50 y lunes 21 a la medianoche.

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Michael Douglas y Matt Damon, vestidos casi de entrecasa en Behind the Candelabra.
 
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