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Miércoles, 1 de octubre de 2014

CINE › SEGUNDA EDICIóN DEL FESTIVAL DE CINE PORTUGUéS, EN EL MALBA

Una cita con lo mejor del cine lusitano

A contramano de la crisis económica y social que vive el país, el cine portugués atraviesa un momento de creatividad como pocos en el mundo. Y esta selección de ficciones y documentales de los últimos años lo prueba con creces.

 Por Diego Brodersen

Que el cine portugués está atravesando un período de efervescencia creativa, a pesar de los duros embates de la crisis económica, es algo que los seguidores más acérrimos del cine internacional saben de primera mano. Para el espectador de cine casual, se trata de un mundo virtualmente desconocido ya que, salvo honrosísimas excepciones, poco y nada llega a estas costas del cine producido en las tierras de João César Monteiro y Manoel de Oliveira, santos patronos del cine de Portugal, el primero fallecido hace poco más de diez años, el segundo a punto de cumplir los 106 y en constante actividad. Esa excelente salud artística puede comprobarse –y con creces– en la segunda edición del Festival de Cine Portugués que, a partir de mañana y hasta el domingo inclusive, ocupará la pantalla de cine del museo Malba y en las próximas semanas iniciará una gira que lo llevará a Rosario y a Córdoba. Trece largometrajes, en su mayoría de reciente factura, que no sólo confirman los elogios precedentes sino que demuestran el interés de los programadores por seleccionar lo más atrevido y artísticamente relevante de la producción de ese país.

Este año, el festival fue dividido en tres micro secciones que sirven para ordenar el programa y hacerle más sencillo al espectador navegar por la oferta. Para la función de apertura, que tendrá lugar mañana jueves a las 20, se proyectará Otro país (Outro país), documental dirigido en 1999 por Sérgio Tréfaut que, asimismo, da inicio al Foco 25 de Abril, sección que conmemora el particular levantamiento militar ocurrido en esa fecha, hace cuarenta años, y conocido como la Revolución de los Claveles. Celebratorio y melancólico, uno de los mayores atractivos del film de Tréfaut es la ingente cantidad de material de archivo, cuya pesquisa fue un verdadero trabajo de arqueología fílmico y fotográfico por archivos de todo el mundo. Imágenes y sonidos que van desde un noticiero soviético (que, previsiblemente, celebra vehementemente esa loca situación: un grupo de militares ¡haciendo una revolución de izquierda!) a un Glauber Rocha recorriendo con su micrófono y cámara las calles de Lisboa, interpelando a todo aquel que quisiera responder sus preguntas. En el ida y vuelta entre el pasado y ese presente de fines del siglo XX se percibe una carga de anhelos insatisfechos, cierta tristeza por esos sueños jamás realizados.

El resto de los títulos que integran el foco se relacionan indirectamente con esos extraños y esperanzados meses de 1974 y 1975. Cambiar de vida (Mudar de vida), de Nelson Guerreiro y Pedro Fidalgo, es una semblanza del cantautor José Mário Branco, uno de los músicos que terminaría simbolizando, en más de un sentido, ese período en la historia portuguesa reciente, mientras que 48, de la documentalista Susana de Sousa Dias, utiliza casi exclusivamente fotografías de prontuario de prisioneros políticos de la dictadura de Salazar, en uno de los films formalmente más experimentales del festival. Finalmente, Tierra de nadie (Terra de ninguém), de Salomé Lamas, es uno de los platos fuertes de la selección, una entrevista a cara descubierta de un hombre “con pasado” llamado Paulo. A lo largo de poco más de una hora, este anciano de voz firme y potente confiesa sus actividades como paramilitar, mercenario y asesino a sueldo, en tierras africanas, latinoamericanas y europeas, en un derrotero de violencia y muerte que comienza en las ex colonias portuguesas y culmina en España y Francia. El documento de Lamas es fuerte por lo que se dice, pero también por cómo se lo presenta, e involucra al espectador de una manera que otros largometrajes de no ficción –con tesis, objetivos y puntos de vista más transparentes– difícilmente podrían lograr: en Tierra de nadie se mira directamente el rostro del horror. El sorprendente final del film hace que el espectador vuelva a repensar todo lo escuchado, provocación que ha generado más de una crítica airada a la realizadora.

La segunda edición del Festival de Cine Portugués incluye un pequeño foco dedicado a Joaquim Pinto, experimentado sonidista (trabajó en ese rol junto a cineastas como Monteiro, Raúl Ruiz y Robert Kramer, entre muchos otros), productor y realizador que desde hace casi veinte años es portador de VIH. Se ha escrito –y mucho– de su reciente película ¿Y ahora? Recuérdame (E agora? Lembra-me), ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Locarno, una de las películas imprescindibles de este programa. Y se seguirá escribiendo en estas mismas páginas la semana próxima, ya que el film se estrenará en el Malba. Por el momento, baste con decir que se trata de un documental en primera persona, una suerte de diario íntimo que recorre el presente y el pasado personal del cineasta. Un film de una enorme riqueza y profundidad conceptual que es, a su vez, un delicado tratado espiritual alejado de dogmas y regulaciones.

En algunas escenas de ¿Y ahora?... puede verse al realizador preparando el rodaje de su siguiente película, El evangelio según San Juan (O Novo Testamento de Jesus Cristo segundo João, codirigida junto a Nuno Leonel), que también se exhibirá como parte del Foco Pinto. Tal vez el hueso más duro de roer de todo el programa –y un film muy distinto del anterior, aunque fuertemente vinculado–, se trata de una lectura del texto completo de ese evangelio, a veces con un fondo negro, otras con imágenes de la naturaleza o bien con planos del lector/locutor delante del micrófono. Más de un cinéfilo relacionará este experimento audiovisual con la legendaria Branca de neve de Monteiro, film hermano si no en alma, al menos en cuerpo. El Foco Joaquim Pinto presentará además su primer largometraje, Una piedra en el bolsillo (Uma pedra no bolso, realizado en 1988), que se proyectará en una copia en 16 mm especialmente despachada a Buenos Aires por la Cinemateca Portuguesa.

Los seis films restantes integran un Panorama del cine portugués más reciente e incluyen dos títulos que conversan entre sí, aunque su realización fue absolutamente independiente. El último largometraje de João Canijo –de quien pudo verse gran parte de su filmografía en el Bafici 2012, entre ellas el extraordinario melodrama revisitado de Sangue do meu sangue– lleva por título Es el amor (É o amor), a su vez, el nombre de una canción melódica que las protagonistas entonan en más de una ocasión. Suerte de documental al cual se le notan varias costuras ficcionales (docfic solían llamarlo hace algún tiempo), la película sigue a una actriz –que parece estar preparando un futuro personaje– en su contacto cotidiano con un grupo de mujeres trabajadoras, esposas de pescadores del área de las Caxinas, en el norte de Portugal. La madre y el mar (A mae e o mar), de Gonçalo Tocha, es en cambio un documental puro y duro acerca de las pescadoras de Vila Cha (región cercana a las Caxinas), según dicen las únicas mujeres del mundo que, allá por los años ’30 y ’40, obtuvieron licencias oficiales para capitanear barcos. De enorme belleza formal y un delicado balance entre la observación y la descripción, el film de Tocha deja hablar a esas ancianas como quien registra un saber atávico que está a punto de extinguirse.

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¿Y ahora? Recuérdame, de Joaquim Pinto, Premio Especial del Jurado en el Festival de Locarno.
 
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