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Jueves, 18 de diciembre de 2014

CINE › ADIóS AL LENGUAJE, UNA NUEVA OBRA MAESTRA DE JEAN-LUC GODARD, AHORA EN 3D

Cuando el cine se vuelve escultura audiovisual

La nueva película de uno de los grandes revolucionarios de la historia del cine explora como ninguna las posibilidades de la tridimensionalidad, como si Godard intentara esculpir no sólo el tiempo, como pedía Andrei Tarkovski, sino también el espacio.

 Por Luciano Monteagudo

Si hay un cineasta que ha trabajado alrededor de la idea del lenguaje, ése sin duda ha sido –y sigue siendo– Jean-Luc Godard. Desde su primera, famosa ópera prima, Sin aliento (1959), que abrió las puertas de la modernidad en el cine, se podría decir que, en esencia, Godard, a lo largo de más de medio siglo y casi un centenar de trabajos en todos los formatos y duraciones, no ha hecho otra cosa que interrogarse permanentemente por ese conjunto de signos –orales y escritos, imágenes y sonidos– que constituyen el lenguaje.

Y lo ha hecho siempre desde el cine mismo, con las herramientas de su propio medio de expresión: el mismo al que él contribuyó de manera decisiva a repensar, el mismo al que alguna vez dio por muerto, y el mismo al que terminó volviendo, como un nuevo Odiseo de regreso a Itaca (tal como el propio Godard lo prefiguró en 1963 en El desprecio, una película tan confesional como la mayoría de las suyas).

En este sentido, Adiós al lenguaje no deja de ser otra indagación de Godard sobre su materia de siempre, a la vez que una interpelación sobre el tiempo presente. Así como en Film socialisme (2011), su largometraje inmediatamente anterior, el director suizo se preguntaba por la identidad y la disgregación de Europa, en Adieu au langage reflexiona sobre la banalización de la palabra y la fragmentación del discurso que identifican al mundo de hoy.

Que esos cuestionamientos de orden filosófico que plantea su cine tengan la belleza fulgurante –y también oscura– de la poesía es lo que define la singularidad de Godard como cineasta. A esta altura, Godard no hace estrictamente películas (si es que alguna vez las hizo, tal como se las entiende en un sentido aristotélico) sino lisa y llanamente cine. “Me gusta en el cine, no la imagen contra el texto, sino algo anterior al texto, que es la palabra”, declaró J.-L. G. en la única entrevista que concedió (a Le Monde) después de ganar el controvertido Premio del Jurado del último Festival de Cannes por su nueva película. “El lenguaje es palabra e imagen. No la palabra, la voz o la palabra de Dios, otra cosa que no puede vivir sin la imagen. En la imagen en el cine hay otra cosa, una especie de reproducción de la realidad, una primera emoción. La cámara es un instrumento como para los científicos el microscopio o el telescopio...”

Ese instrumento es ahora, en Adiós al lenguaje, la cámara 3D, que Godard había probado fugazmente en su cortometraje Les Trois desastres (2013) y que aquí pone a prueba hasta sus últimas consecuencias. Esa tridimensionalidad que J.-L. G. ya venía explorando hace rato (desde For Ever Mozart, 1996) en el campo del sonido, aprovechando los distintos planos sonoros que le proporcionó la digitalización, ahora la completa con un uso virtuoso del 3D, que nada tiene que ver con la estereoscopia tal como se la utiliza en las superproducciones de Hollywood, a mero modo de efecto. Aquí hay un uso eminentemente plástico, una búsqueda estética del 3D, como si Godard intentara con el cine esculpir no sólo el tiempo, como pedía Tarkovski, sino también el espacio. Un desnudo, una naturaleza muerta, un animal –temas clásicos del arte figurativo– adquieren de pronto en sus manos una materialidad rara, distinta, nueva.

¿La excusa narrativa? Casi no la hay, pero como tantas veces en la obra del autor de Masculin Féminin (1966) asoma una pareja. El propio Godard, en el dossier oficial del film, la resume así: “El punto de partida es sencillo. Una mujer casada y un hombre soltero se encuentran. Se aman, se pelean, llueven los golpes. Un perro vaga entre el campo y la ciudad. Las temporadas pasan. El hombre y la mujer se encuentran. El perro se encuentra entre ellos. El otro está dentro del uno. El uno está dentro del otro. Y son tres. El ex marido lo rompe todo. Comienza una segunda película. Igual que la primera. Pero no. De la especie humana pasamos a la metáfora. Todo acabará en ladridos. Y gritos de bebé”.

Mejor que seguir esa enigmática, sin duda engañosa sinopsis, es entregarse al collage de texturas, palabras y sonidos de Adiós al lenguaje, una verdadera escultura audiovisual en tres dimensiones, un maravilloso objeto conceptual, muchas veces críptico pero también deslumbrante en sus revelaciones. Por ejemplo, cuando Godard señala que en 1933 coinciden el nacimiento de la televisión y el ascenso al poder de Hitler, como dos signos que marcarían, cada uno a su manera, el autoritarismo del siglo XX. “Los filósofos son los únicos que perciben la fuerza revolucionaria de los signos”, apunta uno de los amantes, mientras cita a Walter Benjamin, que parece una de las fuentes centrales de inspiración de Adiós al lenguaje (la obra de arte como “lugar de fractura”, donde irrumpe algo que excede al lenguaje de la obra misma).

¿Hay que entender el título del film como una despedida de Godard, a los 84 años? ¿Como una suerte de réquiem? El tono potente, vital del film, al que incluso no le faltan unas cuantas pinceladas de humor (como cuando un personaje, sentado en el inodoro, señala que “a toda función corresponde una posición”), parece desmentirlo. En sus pasajes más graves, en todo caso, se podría pensar en una suerte de elegía: una composición lírica por aquello que fue (el cine del período clásico, que aparece citado regularmente en unos televisores digitales), que tuvo un apogeo que el propio Godard en su experiencia como crítico supo celebrar, pero que dio paso a otra cosa, a otras pantallas, a otra circulación de imágenes, como las de esos teléfonos celulares que dos personajes se intercambian como si fueran fetiches, delante de unos libros usados que han perdido esa sacralidad. En todo caso, como escribió hace ya tres lustros Alain Bergala en su magnífico ensayo Nadie como Godard, “esa sensación de ser un dinosaurio del cine para Godard se traduce a su vez en gravedad e ingravidez”. Una definición que se vuelve ahora más pertinente que nunca. Auténtico patchwork de citas literarias y musicales, cuyos autores figuran mencionados en los créditos finales como colaboradores artísticos, Adiós al lenguaje ofrece una suerte de polifonía dialéctica –deliberadamente disruptiva– en la que algunas voces suenan más fuertes que otras. Es el caso de una frase que proviene de la Antígona que Jean Anouilh escribió durante la ocupación nazi de Francia y que, en el enfrentamiento entre la agonista y su enemigo Creonte, parece reflejar el carácter de eterno resistente del cine que es Godard: “No quiero comprender. Eso está bien para usted. Yo estoy aquí para otra cosa que comprender. Estoy aquí para decirle que no, y para morir”.

La otra es de un favorito del director, Claude Monet: “Pintar no lo que vemos, porque no vemos nada, sino lo que no vemos”. A esa meta imposible de Monet se dirige, una vez más, el cine irreductible de Godard.

9-ADIOS AL LENGUAJE

Adieu au langage, Suiza/Francia, 2014

Dirección, guión y edición: Jean-Luc Godard.

Fotografía: Fabrice Aragno.

Intérpretes: Héloise Godet, Kamel Abdeli, Richard Chevallier, Zoé Bruneau, Christian Gregori.

Duración: 70 minutos.

Salas con proyección en 3D: Village Recoleta, Showcase Belgrano, Multiplex Belgrano, Cinema City General Paz, Showcase Norte, Hoyts Unicenter, Cinema Paradiso La Plata, Showcase Córdoba.

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Mejor que seguir una trama que no existe como tal, es entregarse al bello collage de texturas, palabras y sonidos que propone Adiós al lenguaje.
 
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