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Lunes, 7 de marzo de 2016

CINE › EL RESURGIMIENTO DEL CELULOIDE, MUCHO MáS QUE UNA MODA PASAJERA

Resistencia analógica en la era digital

Las salas de todo el mundo se han convertido a la proyección en unos y ceros, pero muchos directores de primera línea defienden el formato de 35 mm y hasta el panorámico de 70 mm. La tendencia realimenta los debates sobre las maneras de ver cine.

 Por Charlie Lyne *

En la era de la proyección digital, el celuloide es cada vez más una rareza. Más aún, con un creciente número de películas que hacen su premiere en Netflix y otras plataformas online, el cine puede llegar a dejar atrás a la sala de cine, a medida que las nuevas tecnologías permiten a personas de todo el mundo acceder a películas que antes quedaban reservadas a aquellos que vivían en las ciudades indicadas, o que conocían a las personas indicadas. Pero algunos se lamentan por lo que este panorama deja en el camino. Si una nueva película puede estrenarse tan fácilmente en una pantalla de teléfono como en una gran pantalla plateada, ¿qué le quedará a las instituciones que hicieron del cine lo que es hoy? Y si un film puede ser visto de varias maneras, ¿cuál es la manera correcta, si es que la hay?

En dos semanas, un hotel junto al mar en Eastbourne presentará un nuevo evento, que no se parece a ningún otro en el calendario de festivales. El Overnight Film Festival no mostrará los últimos trabajos de cineastas de renombre internacional, ni películas de arte vanguardista realizadas por autores underground. En lugar de ello, los asistentes verán una selección de películas que ya están disponibles en DVD. A diferencia de la mayoría de los festivales, el Overnight no se concentrará en lo que es nuevo o exclusivo, sino en aquello que es bueno, al menos de acuerdo a los gustos de sus tres curadores invitados: el actor Ariane Labed, que recientemente apareció en The Lobster; Emma Dabiri, profesora en la londinense Escuela de Estudios Africanos y Orientales; y el director Jenn Nkiru. No son nombres resonantes, pero eso importa poco. “Vendimos por completo las localidades para el festival aún antes de anunciar las películas”, dice Sam Cuthbert, fundador del Overnight.

En estos días, cualquier persona con una buena conexión de internet y una pizca de determinación tiene acceso a más o menos cualquier película que se haya hecho. Pero enfrentados a semejante diversidad de ofertas, puede ser tentador –al menos para el espectador casual– caer en lo fácil, lo familiar. Por contraste, el Overnight promete un viaje a lo desconocido. La alineación de este año, que fue finalmente anunciada, incluye títulos tan poco vistos como Eve’s Bayou (un drama gótico sureño de 1997) y An Oversimplification of Her Beauty, película de Terence Nance que fue aclamada en 2014 como una apasionada carta de amor al cine, pero fue distribuida de manera muy limitada. Por supuesto, uno puede ahorrarse el costo de la entrada y trabajar metódicamente en casa para encontrar esas películas, pero eso requeriría el tipo de autodisciplina que es difícil mantener cuando se está una temporada atrasado con Orange is the new black o ni siquiera empezó con Deutschland 83. “Me encanta que me saquen el control de las manos”, admite Cuthbert. “Me gusta desconectarme y tener a alguien que haga el trabajo por mí”.

En las décadas anteriores a que el VHS popularizara el concepto de ver films “on demand”, cada salida al cine era un ejercicio de confianza entre la audiencia y el programador, con el segundo esperando conseguir la aprobación del primero lo suficientemente a menudo como para conservarlo como cliente. Overnight busca reintroducir la confianza dentro de la ecuación, junto a otro componente clave del pasado del cine: a diferencia de los complejos totalmente digitalizados de esta época, el festival presentará la mayoría de sus films en copias de 35 mm. Los puristas insisten en que el 35 mm (y su primo rara vez exhibido, el 70 mm) tiene una calidad tangible que no puede ser replicada por los ceros y unos, y que no pueden negarse las connotaciones románticas del celuloide. Para las proyecciones del Overnight, Cuthbert y otro proyeccionista se pararán en la parte trasera de la sala principal con dos proyectores vintage, cambiando los rollos a mano.

No son pocos los que consideran todo eso como una visión idílica. En los últimos años viene creciendo un aprecio por las presentaciones de películas a la vieja escuela, y no solo en los círculos amantes de las modas. En Los Angeles, el cine New Beverly (propiedad de Quentin Tarantino) prosperó gracias a la decisión de exhibir exclusivamente copias en 35 mm, muchas de ellas pertenecientes a la colección del director. En Londres, el Prince Charles Cinema hace un uso regular de su proyector de 35 mm, y el año pasado –tras una pausa de quince años– recuperó la capacidad de exhibir el formato de 70 mm. El programador principal de la sala, Paul Vickery, dice que tomar la decisión de recuperar ese formato de pantalla ancha fue muy sencillo. “De pronto, todos estaban interesados en ver todo en 70 mm”, explica, aunque agrega que la mayoría de los miembros de la audiencia “no entiende realmente qué significa eso”. Quizá por eso, en el sitio web del cine hay una página de “Preguntas Frecuentes” ideal para quien quiera saber más sobre el tema. Hace algunos años, una proyección de Tiburón en el Prince Charles se realizó desde un DVD: la leyenda decía que la única copia disponible había sido tan mutilada por los proyeccionistas que querían quedarse con un souvenir, que ya ni se veía al tiburón. El público ni se dio cuenta, o realmente no le importó.

Claramente, los tiempos han cambiado. “El año pasado exhibimos Duro de matar en digital y vendimos 100 o 150 tickets”, dice Vickery. “En Navidad la pusimos en 70 mm y tuvimos siete funciones. Esa es la diferencia hoy”. No es difícil imaginar quién puede liderar la carga para recuperar estos formatos y ponerlos nuevamente de moda. Cineastas de primera línea como J. J. Abrams (que realizó Star Wars: El despertar de la Fuerza en celuloide) y Christopher Nolan hablan regularmente de la experiencia de ver películas en cinta, mientras que Tarantino lo respalda a tal punto que su producción más reciente, Los ocho más odiados, tuvo exhibiciones en 70 mm, con apertura e intermedio. “Yo garantizo, en un grado u otro, que siempre habrá copias en 70 mm en el mundo, exhibiéndose para gente que le importa”, aseguró el realizador en un video viral difundido para promocionar el lanzamiento. El mensaje era claro: si no te importa, debería.

La jugada de Tarantino dio dividendos. En el fin de semana de aperturam, aquellos que fueron a ver la película en 70 mm se encontraron con largas filas que daban vuelta a la esquina, a pesar de la conocida filtración online una semana antes. Evidentemente, las audiencias fueron persuadidas de que valía la pena ver el film de Tarantino en la forma que había sido concebido. Al mismo tiempo, fijar las condiciones del lanzamiento de una película inevitablemente limita a quienes quieren ver el film en cuestión. En Londres, al darle privilegios especiales al Odeon Leicester Square para exhibir la película en ese formato, el distribuiidor de Los ocho más odiados tuvo problemas con tres de las cadenas de cines más grandes del Reino Unido, Cineworld, Picturehouse y Curzon. Como resultado, hubo gente en diferentes partes del país que no pudieron verla en ningún formato. Una realidad pragmática que contrasta con las intenciones idealistas de Tarantino, y un asunto sobre el que el habitualmente verborrágico director se ha mantenido en llamativo silencio.

En última instancia, el público decidirá por sí mismo el derecho a ver una película, y con el adolescente promedio de Estados Unidos visitando el cine solo seis veces al año, parece que los espectadores del mañana no irán mucho más lejos que su laptop. Hasta entonces, la pregunta de cómo se exhiben los films –y qué películas se exhiben en primer lugar– seguirá siendo provocativa. Corrina Antrobus es la fundadora del Bechdel Test Fest, una serie de proyecciones feministas que ha rescatado un número de películas de la ignominia del “directo a video”. El año pasado, Antrobus impulsó la proyección a sala llena de Beyond the lights, de Gina Prince-Bythewood, que en Estados Unidos recaudó el doble de su presupuesto pero no consiguió un acuerdo de distribución en Inglaterra. Quizá, según apuntan algunos analistas, porque presentaba a dos actores negros en sus roles principales. “La entendimos como una película con gran calidad cinematográfica”, dice Antrobus, que la vio como “una oportunidad de celebrar el trabajo de una directora en el modo en que fue entendida desde el principio”. Si las acusaciones de segregación racial por parte de los distribuidores eran fundadas, también fue una buena manera de probar la existencia de un público para películas como Beyond the lights. “Había un elemento político”, dice Antrobus, porque quedó entendido que “si una película llega a las salas de cine es porque las salas de cine creen que hay una audiencia, creen que hay gente que quiere ver historias diversas”. Dejando la política a un lado, también está el simple placer de ver un film en la pantalla grande: “Quizá es una opinión romántica, pero yo todavía creo en el cine”, dice.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Quentin Tarantino filmó Los ocho más odiados en 70 mm, y posee un cine con proyección al viejo estilo.
 
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