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Jueves, 29 de marzo de 2007

CINE › “300”, DE ZACK SNYDER, SOBRE EL COMIC DE FRANK MILLER

Sangriento duelo de hinchadas

 Por Horacio Bernades

Todo un fenómeno de público en Estados Unidos, 300 confirma que al novelista gráfico Frank Miller le fascinan la sobredosis de testosterona, la fuerza bruta, la masculinidad al palo. Cuando todo esto proyecta sombras negativas –como sucedía en el comic que lo consagró, Batman: El regreso del caballero negro– sirve para enrarecer mundos pasteurizados. Pero ya esa desencaminada apuesta estética llamada Sin City advertía, en su culto de la sangre, los patovicas glorificados y las hembras de grandes tetas, sobre los posibles derrapes de esa cosmovisión. Derrape que 300, épica del aguante musculoso en la Antigüedad clásica, no hace más que consumar, cristalizando a Miller como apologista del “ponga huevo”.

Basada en uno de sus comics y producida por el propio Miller, 300 narra el antes y durante de la batalla de las Termópilas, en la que tres centenares de espartanos hicieron frente a miles de hombres del ejército persa, en el 480 antes de Cristo. A los espartanos los lidera el hirsuto rey Leónidas, lleno de bíceps, pectorales y deltoides (Gerard Butler). A su frente se planta Jerjes, que se hacía llamar el Rey Dios y a quien el brasileño Rodrigo Santoro, con sus piercings y collares dorados, convierte en versión cuasi lampiña de su compatriota Ney Matogrosso. Mientras Leónidas marcha hacia las Puertas Calientes (así traduce el subtitulado a las Termópilas, desleyendo todos los libros de historia) con su puñado de bravos dispuestos a todo, al cuidado del trono queda su esposa Gorgo (la lindísima Lena Headey), con la clase sacerdotal y política dándole la espalda.

Si ya la propia carátula del pressbook (cuadernillo que se entrega a la prensa y que contiene la data de la película) arde en gritos de guerra, qué decir de la película, suerte de duelo de hinchadas armadas de lanzas, espadas y puñales. La película entera se limita casi únicamente a las batallas campales entre los glorificados espartanos (“tipos duros y fuertes”, se derrite el pomposo narrador en off) y los persas, que vienen en ganadores. Se les suman elefantes, rinocerontes y un Gollum giboso. Cuestión de no complicarle el panorama a un público al que presume básico, las intrigas políticas de retaguardia quedan reducidas al intento de voltearse a la reina por parte del intrigante Terón (Dominic West).

Protagonizada por un elenco que parece haberse sometido a gárgaras de gasoil antes de bajar al set, el director, Zack Snyder (que un par de años atrás había debutado con una muy buena remake de Amanecer de los muertos, de George Romero) somete esta apoteosis muscular a un denso baño estetizante, dándole a la fotografía un tono uniformemente cobrizo y digitalizando masivamente la imagen. Lo cual termina de irrealizar el episodio narrado, arrancándolo del orden que lo contenía (el de la historia) y sumergiéndolo en su contrario: el reino del videoclip.

4-300

EE.UU., 2007.

Dirección: Zack Snyder.

Guión: Z. Snyder, Kurt Johnstad y Michael B. Gordon, sobre novela gráfica de Frank Miller y Lynn Varley.

Fotografía: Larry Fong.

Intérpretes: Gerard Butler, Lena Headey, David Wenham, Dominic West y Rodrigo Santoro.

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Epica del aguante musculoso en la Antigüedad clásica.
 
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