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Martes, 12 de agosto de 2008

PLASTICA › MUESTRA EN EL MNBA POR EL CENTENARIO DE JUAN CARLOS CASTAGNINO (1908-1972)

Tensiones entre estética e ideología

Una antología retrospectiva de la obra del gran pintor, dibujante y muralista, en el Museo Nacional de Bellas Artes, presenta todas sus facetas, así como el contrapunto entre sus intereses plásticos y su postura ideológica.

 Por Fabián Lebenglik

Como se cumple el centenario del nacimiento de Juan Carlos Castagnino, el Museo Nacional de Bellas Artes (cuya anterior muestra dedicada al artista fue hace poco más de tres décadas) organiza una antología retrospectiva Humanismo, poesía y representación, con más de cien obras, entre pinturas, dibujos, murales y proyectos.

La exposición, curada por Clelia Taricco, propone un recorrido temático-cronológico, que abarca el período 1940-1969.

“El hombre –escribe Taricco en el catálogo– es quizás el eje indiscutible de su poética y es decididamente el leitmotiv que subyace en toda su producción, desde su serie de los paisajes de campo de la década del cuarenta –sintéticas y, al mismo tiempo, expresivas acuarelas y pasteles– hasta sus series de Vietnam y el Cordobazo de fines de la década del sesenta.”

A partir de las célebres ilustraciones que el artista realizó para la edición que Eudeba publicó del Martín Fierro en 1962, Castagnino se hizo popular y esto, junto con el reconocimiento, circulación, difusión y mercado, trajo que el gran público asociara su obra casi exclusivamente con la figuración. Pero la figuración es uno de los aspectos de su imagen, aunque no el único, como puede verse en esta exposición.

El pintor estuvo siempre comprometido personal y estéticamente con las luchas populares a través de la figuración, pero fue un artista de mirada y concepciones amplias, que excedía estas cuestiones. Abierto en sus preferencias, prácticas y desarrollos técnicos, Castagnino, no obstante su amor por los artistas clásicos, también ponderó las vanguardias, al punto que incorporó varias de las novedades vanguardistas en su propia obra. La producción de Castagnino puede verse también a través de las tensiones y debates internos entre estética e ideología. Los mayores acercamientos a las innovaciones de las vanguardias se advierten a fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta.

Hijo de un herrero rural que se instala en Camet, a los siete años –cuando muere su padre–, Castagnino y el resto de la familia se mudan a la cercana ciudad de Mar del Plata.

A los 20 años, ya en Buenos Aires, estudia arquitectura, pero suspende la carrera para ingresar a la Escuela Superior de Bellas Artes.

Militante político de izquierda, a fines de los años veinte se afilia al Partido Comunista.

En 1933 es convocado para integrar el grupo de pintores que realiza el hoy célebre mural Ejercicio plástico, de Siqueiros, junto con Spilimbergo y Berni, en la quinta de Botana, a principio de los años treinta.

En 1934, Castagnino recibe el impacto de una gran muestra realizada en Buenos Aires con la obra de la primera época de Picasso.

A los 31 años hace su primer viaje a Europa (el punto central es París), donde vive casi por un año. Recorre la pintura clásica, pero se interesa además por las vanguardias. A mediados de 1940, pocos meses después del comienzo de la Segunda Guerra, vuelve a la Argentina. En una carta a su mujer, Nina, a modo de cronista de guerra, cuenta vívidamente el clima que se vivía: “...El viaje de Ginebra a París con los trenes llenos de soldados y con los espectáculos dolorosos de los que se despiden de sus familiares y luego París, en donde estuve tres días, pues era imposible quedarse. La mayoría de la población ha evacuado la ciudad, que de noche permanece a oscuras. Ya habían volado cinco veces los aviones sobre ella y todos llevan sus máscara contra gases...”.

Al año siguiente obtiene el título de arquitecto, profesión que nunca ejercerá. En 1943 gana el tercer premio del Salón Nacional y en el año ’44 presenta su primera exposición individual, momento en que se incorpora al taller de pintura mural de Spilimbergo, Urruchúa, Berni y Colmeiro, con quienes pinta los murales para las Galerías Pacífico en 1945. En 1948 gana el primer premio en el Salón Nacional, pero por no acceder a afiliarse al Partido Justicialista lo expulsan de su cátedra docente y decide irse a Europa, donde vive por un año.

A su vuelta al país, a comienzos de los años cincuenta, su obra incorpora el mundo industrial en el contexto del paisaje rural. La fábrica y el campo dialogan en la pintura. En la actual exposición esto se puede ver en cuadros como Salida de la fábrica, un temple sobre chapadur, de 75 por 121 cm, fechado en 1952.

En diciembre de ese año viaja a Viena a un congreso político y a comienzos de 1953 va a Moscú, pero no comulga con el mortecino régimen de Stalin (que muere en marzo de 1953). Castagnino viaja a China, Alemania e Italia.

En 1956 gana el gran premio del Salón Nacional. Tres años después viaja por América latina durante un año y en 1960 exhibe su obra en México. Visita Cuba, reside en Lima y allí presenta una exposición.

En 1962 llega su consagración popular con las ilustraciones para el Martín Fierro de Eudeba.

En 1963 su obra forma parte de dos envíos oficiales argentinos: por una parte a la Bienal de San Pablo y por la otra a una muestra en París.

Vive dos años en Europa, donde participa activamente de la vida cultural, así como de los debates entre las distintas facciones de izquierda. De esta época son sus homenajes, De Goya y hoy –tinta con pincel y transfer sobre papel, de 1965– y La piel de Miguel Angel –tinta sobre papel, de 1966–.

En la muestra también puede verse una serie de dibujos con desnudos y estudios del cuerpo, figuras femeninas y masculinas, que muestran distintos tratamientos corporales: tanto un acercamiento que va modelando el volumen e identificando al modelo, como un trazo más abocetado y esquemático, en el que la apariencia es la de un gran croquis. Esta serie de torsos, figuras y estudios (como aquellos sobre la danza de María Fux, tintas fechadas en 1962) vuelven la obra del artista muy cercana a la mirada del espectador, porque tienen la impronta del ensayo.

La muestra refuerza y contextualiza las convicciones estéticas y políticas así como el sentido popular de la obra de Castagnino. Exhibe los dominantes colores rojizos y terrosos de su paleta y también subraya las imágenes que remiten al universo del trabajo fabril y rural. El mundo del obrero y de los operarios industriales, así como la vida de trabajo en el campo tienen un sesgo idílico en la mirada de Castagnino.

La muestra también permite acercarse al muralismo de Castagnino, quien consideraba el mural como una práctica central de las artes visuales por su llegada inmediata al gran público.

Sin duda, los cuadros más cercanos al espectador de hoy son los realizados a partir de fines de los años cincuenta. El lenguaje se hace más contemporáneo y esta obra puede funcionar, retrospectivamente, como una introducción para recorrer la pintura hacia atrás y remontarse a los años cuarenta.

El período más moderno lo logra cuando se permitía incorporar en sus pinturas y collages –a partir de un ojo ávido y abierto– el legado de varias tendencias renovadoras, especialmente las que, desde comienzos del siglo XX, aportaron soluciones plásticas a la relación entre color y movimiento. Sin embargo, su incorporación de las innovaciones no era por supuesto sincrónica con la de las vanguardias, sino completamente anacrónica y tardía.

En este sentido, el deseo de estar cerca de lo popular restringe cualquier intento de considerarlo un pintor de avanzada.

En esta muestra el momento más logrado entre las tensiones estilísticas y políticas es el que remite tanto a las escenas evocativas del Cordobazo como a las que entablan pelea estética contra la invasión norteamericana a Vietnam.

Castagnino tenía clara conciencia de la división entre recursos formales e intereses temáticos e ideológicos. Al mismo tiempo que en su obra muestra sus preocupaciones por las tragedias del mundo, ciertos elementos compositivos se liberan para permitir inclusiones como noticias de diarios, transferencias fotográficas, fragmentaciones de la imagen y ciertos elementos del lenguaje publicitario.

La muestra se acompaña de un buen catálogo con ensayos de Cecilia Iida. (En el MNBA, Libertador 1473, hasta el 28 de septiembre.)

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Tumulto con orador, 1965, de Castagnino; acrílico sobre tela de 100 x 142 cm.
 
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