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Martes, 22 de noviembre de 2005

PLASTICA › ANTOLOGICA DE AUGUSTO SCHIAVONI (1893-1942) EN EL CASTAGNINO DE ROSARIO

Las pinturas de un inclasificable

Se presenta la mayor muestra de un gran artista argentino que, a 60 años de su muerte, sigue siendo un enigma.

 Por María Eugenia Spinelli *
Desde Rosario

En el Museo Castagnino de Rosario, se acaba de inaugurar una exhibición retrospectiva de uno de los más notables (y quizás el menos conocido) de los pintores modernos de la Argentina. A poco más de sesenta años de su muerte, el inclasificable Augusto Schiavoni (Rosario, 1893-1942) continúa siendo prácticamente un enigma. Unicamente se cuenta con algunos textos críticos sobre su producción, unos pocos datos acerca de su vida y un repertorio de pinturas disperso en colecciones particulares, en su mayoría falto de catalogación y ordenamiento. Sólo las obras en colecciones públicas han recibido una mayor atención. Entre éstas, la más amplia y mejor documentada es la del Museo Castagnino, que conserva cincuenta de sus pinturas y casi igual número de dibujos.
Aunque escaso, este conjunto lo muestra como un gran artista, que ha sentado su propia norma a partir de una construcción plástica única, que resiste ser asociada a algún movimiento particular del siglo XX. La singularidad de esta obra, tan apartada de la de sus contemporáneos más próximos, contribuyó a que se tendiese a ignorarlo o marginarlo, dificultando la difusión de su trabajo.
A pesar de ello, siempre hubo quienes –uno de ellos fue Emilio Pettoruti– advirtieron el carácter innovador de su producción. Por ese motivo, con el correr del tiempo, Schiavoni se convirtió en un pintor de culto, un verdadero favorito entre artistas, historiadores, críticos y coleccionistas.
Uno de los objetivos de esta muestra retrospectiva es contribuir a expandir este círculo de adeptos despertando la curiosidad de un público más amplio y buscando instalar a Schiavoni como un tema del que es necesario ocuparse histórica y conceptualmente.
Esta exhibición, que ocupa toda la planta alta del museo, incluye un pequeño grupo de estudios realizados por el artista durante su estancia en Florencia (1914-1917) y casi ochenta pinturas fechadas entre 1914 y 1934, año en el que dejó de pintar. Esto la convierte en la mayor retrospectiva dedicada a su obra hasta la fecha y la única en incluir toda la colección perteneciente al Castagnino.
La investigación que antecedió a esta muestra comenzó con la intención de obtener un corpus aproximado de la obra de Schiavoni a partir del inventario de todas las pinturas mencionadas o reproducidas en publicaciones de diverso tipo. Este panorama fue confrontado con un relevamiento de los trabajos del artista cuya ubicación era conocida. Luego se procedió a rastrear el paradero actual de las obras, tarea cuyo resultado, necesariamente provisorio y fragmentario, es sólo el inicio de una investigación mucho mayor. Luego comenzó una labor de negociación, no siempre exitosa, con coleccionistas privados e instituciones públicas, para obtener las obras en préstamo. Al mismo tiempo se procedió a una meticulosa tarea de limpieza y restauro de los trabajos en el acervo del Castagnino que así lo requiriesen.
La exhibición no fue concebida como una selección de grandes éxitos ni como una antología de inéditos. Por el contrario, se buscó congregar una parte importante de su producción, de manera que pudiesen proyectarse diversas narrativas, poniendo en cuestión a un tiempo las imágenes estereotipadas de la obra de Augusto Schiavoni.
Dado que las obras que conserva el Castagnino de este artista no habían sido hasta ahora exhibidas en forma conjunta, la intención de revertir esa circunstancia histórica se convirtió en el núcleo principal de la muestra. Estos trabajos junto a otros, provenientes de colecciones públicas y privadas, son presentados en un cruce entre orden cronológico y vinculaciones o antagonismos temáticos o compositivos, buscando ofrecer, con estrategias sencillas, visiones variadas del riquísimo panorama que traza su pintura, a la vez que se evitó atiborrar las salas con textos que terminan convirtiendo las obras expuestas en meras ilustraciones de los mismos.
La primera sala reúne trabajos de su “etapa florentina”, en la que el eje de inicio es Estudio de 1916, una obra en la que están planteados todos los que se constituirán en ingredientes del estilo tardío de Schiavoni, a excepción de su deslumbrante uso del color.
Frente a cada obra, Schiavoni desplegaba los recursos necesarios para resolver el desafío plástico que planteaban sus modelos, recurriendo muchas veces a nuevas soluciones. Este alarde de medios, siempre sujeto a una gran economía compositiva, define su estilo particular, en el que el empleo de la línea puede concebirse como un procedimiento para aislar la figura o los objetos del entorno. Pero también debe ser vista cumpliendo la función de devolver las formas al plano, estableciendo un vínculo sencillo entre éstas y el espacio en que se encuentran. Parte de la tensión formal presente en sus pinturas, y fácilmente observable en Estudio, se debe a este tipo de contradicciones aparentes.
Con el paso del tiempo, la obra de Schiavoni se despega cada vez más de su contexto inmediato, generando un contraste tan poderoso como el que existe entre Cézanne, Matisse o Picasso y sus coetáneos. El lugar único que ocupa en la plástica moderna argentina y la escasísima relación que existe entre la producción del artista y su entorno inmediato es evocado en la muestra por la ausencia de diálogo con trabajos de otros artistas. La excepción a esto es un único paisaje de Manuel Musto (1893-1940), quien sostuvo con Schiavoni una amistad que perduró a lo largo de sus vidas, sin por ello evidenciar uno la influencia estética del otro.
Dadas las características espaciales del Museo Castagnino, se optó por aprovechar ciertos ejes visuales para crear pantallazos rápidos y resumidos del planteo general de la exhibición. Algo que sólo se puede hacer cuando se cuenta, como en este caso, con grandes distancias. De igual modo, el tipo de circulación que la estructura arquitectónica establece –una sucesión de salas que se abren a ambos lados de una gran escalera central– llevó a proyectar un recorrido que pudiese hacerse en esos dos sentidos. En cada sala, además, se fueron proponiendo micronarraciones que adjetivasen el orden temporal en que se han dispuesto las obras.
En una de las salas, que confronta una serie de paisajes, se equipara compositivamente también su Naturaleza muerta de 1929 –única obra adquirida por la institución en vida del pintor– y Arroyo del mismo año, un paisaje de Saladillo, barrio en el cual Schiavoni tenía su casa y estudio. Mientras el primero está construido como si un repunte hubiese depositado una serie de objetos sobre una mesa, el segundo lo está como si se tratase de un grupo de hortalizas de grandes dimensiones que bordean un río.
En este tipo de confrontaciones se evidencia que Schiavoni puso por igual a sus objetos, paisajes y figuras a habitar en un espacio silencioso, simple y casi siempre estrecho. En sus pinturas se funden una composición sintética y una intensidad expresiva nada común que confiere a sus obras una presencia impactante y por momentos perturbadora. Introdujo sutiles alteraciones en la anatomía de los cuerpos. Utilizó simultáneamente pero de manera casi imperceptible, distintos puntos de vista. Con el tiempo hizo estas libertades más evidentes, sin dejar por ello de detenerse morosamente en pequeños detalles, en cuya representación parece haber sentido un placer particular. Podría decirse que, sin abandonar la figuración, logró eludir casi todas las convenciones académicas.
Junto a las pinturas del Castagnino se exhiben obras que han sido cedidas en préstamo por el MNBA, el Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata y los museos Rosa Galisteo de Rodríguez y Sor Josefa Díaz y Clucellas, ambos de Santa Fe. A éstas se suman las cedidas temporalmente por la Asociación Amigos del Arte de Rosario, la Secretaría de Cultura de Rosario (Donación Slullitel) y por coleccionistas.
Acompañando la muestra, que se hizo posible gracias al apoyo de la Fundación Castagnino y que permanecerá abierta hasta el 12 de diciembre, el museo ha publicado un importantísimo libro-catálogo, realizado con el auspicio del Fondo Nacional de las Artes. Esta publicación busca contribuir a la puesta en valor de la obra de Augusto Schiavoni con la expectativa de que promueva nuevos abordajes que vengan a complementar, discutir y actualizar las reflexiones que hasta ahora surgieron en torno de ella.

* Curadora de la exposición. Licenciada en Arte.

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Retrato del pintor Manuel Musto, 1932, de Augusto Schiavoni.
 
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