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Martes, 7 de mayo de 2013

PLASTICA › ARTE GEOMéTRICO ACTUAL EN EL ESPACIO DE ARTE DE LA FUNDACIóN OSDE

Geométricos y abstractos de hoy

La exposición Geometría: desvíos y desmesuras celebra el centenario del nacimiento de la abstracción geométrica mostrando distintas tendencias en la producción actual de artistas argentinos y suizos contemporáneos.

 Por Danielle Perret *

Cien años más tarde, ya concluido el tiempo de la modernidad, así como el de la posmodernidad, la era de las rupturas –que había apostado al futuro– es reemplazada hoy por una valoración tanto del presente como del pasado. Las conquistas del siglo XX fueron desarrolladas, ampliadas. Los artistas contemporáneos evolucionan en un universo de conexiones, integraciones, diálogos, así como también de derivaciones, de desvíos, que a veces la fantasía y la imaginación conducen a esferas inesperadas. “Una nueva geometría contingente –como dice Elena Oliveras–, abierta también a la subjetividad, a lo imprevisto, a lo accidental.”

Ciertas formas geométricas, como el cuadrado (y sus derivados), ocupan un lugar privilegiado entre las figuras emblemáticas de una abstracción radical. Basta pensar en la larga serie de Hommage au carré de Albers, en las Ultimate Paintings de Reinhardt, en las exposiciones como The Square in Painting (1968), donde el cuadrado es la temática pictórica privilegiada. Aunque modificado, constituye también la trama de composición de numerosas pinturas de Marcelo Boullosa –en realidad, no es sino una apariencia: la multitud de pequeñas formas en colores vivos no son todos cuadrados–. Sutiles desviaciones, irregularidades que perturban la trama aparentemente perfecta, ondas inestables; se destaca una cualidad dinámica inherente a la obra, como un centelleo. Se vislumbra “la posibilidad de resolver la lógica de la composición, ésta nunca llega a darse totalmente” (según dice, nuevamente, Elena Oliveras).

Otro rasgo distintivo del estilo de Boullosa: sus colores no son los que circulan en el mercado, sino que surgen de sus propias mezclas. Por el contrario, Andrés Sobrino elige deliberadamente materiales de la industria como cinta de embalar, pintura vial, asfáltica, vinilo, etcétera. Inscribiéndose en la línea del arte europeo concreto, pues sigue al pie de la letra el manifiesto de Theo von Doesburg de 1930, Sobrino es fiel al conjunto de sus principios fundamentales, y con gran claridad y coherencia se sitúa a sí mismo como un “continuador del legado de Malevich, de Mondrian, de Albers, de Kelly, de los suizos R. P. Lohse y Olivier Mosset, etc., sin olvidar a artistas tales como Blinky Palermo e Imi Knoebel”.

La referencia a los pioneros es a veces totalmente explícita. Las obras completas de Mondrian del artista conceptual Horacio Zabala es un ejemplo. Los famosos colores primarios del artista holandés son aquí retomados bajo la forma de un libro de varios volúmenes. El libro es esencialmente lo que se transmite de generación en generación, un claro homenaje rendido aquí al creador del neoplasticismo.

La pintura Doble rotación sobre Max Bill, de Fabián Burgos, nos propone igualmente un diálogo. Como lo expresa Mercedes Casanegra, Burgos “hace suya la historia” en un movimiento de ida y vuelta entre pasado y presente. El arte óptico, en su aspecto a la vez constructivo y semántico, es uno de los focos de interés de este artista, con sus nociones de equilibrio y desequilibrio, de “distorsión programada”, de “ligera perturbación del espacio”. Los conceptos antinómicos forman parte del universo artístico sofisticado de Burgos, pero para él es en nuestro mundo orgánico que ciertos elementos fundamentales de la geometría (el círculo, la diagonal, la línea horizontal, etc.) han de encontrarse.

En cuanto al artista suizo Stéphane Ducret, él se ha vuelto a la vez hacia ciertos episodios de la historia del siglo XX y hacia lo que las técnicas digitales actuales ofrecen como nuevas posibilidades para el arte visual. La serie The Rebirth of the Cool (parafraseando el álbum de Miles Davies The Birth of the Cool), a la que pertenecen sus pinturas Palmira y Flamingo, está inspirada en las manifestaciones del estilo de vida norteamericano de los años ’50. Ducret se impregna de la sensibilidad tal como aparece a través de la pintura, de la arquitectura, del diseño, de la música, etc., y al mismo tiempo explora las técnicas digitales actuales que permiten eliminar todo trazo humano. En la serie siguiente, Masterpiece Redux, lleva más lejos esta opción: retoma las obras maestras del pasado y las trata digitalmente con el objetivo de borrar toda huella original del pincel.

La mirada y la relación con el pasado siguen diferentes caminos según los artistas. Un recorrido muy conocido en Suiza es el del ginebrino John Armleder (no presente en esta muestra), asociado –a través de la denominación “neogeo”– al apropiacionismo tal como se manifestó en los EE.UU. y en Europa a principios de los años ‘80. Un período de su actividad artística fue dedicado a la realización de las Furniture Sculpture donde se asocian muebles y pinturas que se refieren claramente a las obras de las vanguardias radicales, frecuentemente monocromos. Esta estrategia, ciertamente, levanta el acta de la disolución del modernismo. John Armleder imbrica lo abstracto con lo concreto, signos del arte y trazos de vida. El objetivo de esta operación no se inscribe en el ya remanido tema de la burla del arte, es más bien sólo una actividad perturbadora, en aquello que puede tener de fructífero. El monocromo, considerado un emblema del modernismo pictórico, se ha convertido hoy en mucho más que un “modo-límite de existencia de la pintura”. Corresponde a los artistas Malevich y Rodschenko la primera decisión de rechazar la base esencial de la tradición occidental de las artes visuales, la composición. Aunque no pretendan fundar una pintura monocromática –sus obras significaban para ellos simplemente una etapa necesaria para la superación de la pintura de imágenes–, realizaron los gestos que presentan todos los caracteres de los gestos fundadores. Un poco más joven que Malevich, su alumno y amigo Wladyslaw Strzeminski, el pintor y teórico polaco unicista, concebirá sus telas como pinturas unificadas por el color, sin oposición de tonos o de contrastes entre la sombra y la luz. Reprochará a las obras suprematistas que sus formas fundamentales proceden de una categoría de pensamiento espacial y no plástico. Para él, la pintura tiene que rechazar el movimiento y todo dinamismo, así como toda tensión direccional.

De hecho, es a partir de los años ’50 –y durante las décadas siguientes– que el monocromo se desarrolla de manera notable. En muchos trabajos predominan especulaciones de orden conceptual, mientras que para otros pintores sólo existe el color en cuanto base puramente perceptual de una experiencia inmediata. O, aun en otros casos, ciertos artistas como el norteamericano Barnett Newman retoman de Turner (o de C.D. Friedrich) el tema de la reabsorción de la forma en un “Sublime” que sólo puede expresar el color. (En el Espacio de Arte de la Fundación Osde, Suipacha 658, 1er. piso, hasta el 6 de julio. De lunes a sábado, de 12 a 20. Entrada gratuita.)

* Historiadora del arte suiza. Curadora de la muestra. Fragmento del texto del catálogo, de inminente publicación.

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Instalación del artista argentino Daniel Joglar. Abajo, obra del suizo Stéphane Ducret.
 
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