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Martes, 30 de diciembre de 2014

PLASTICA › DONACIóN DE OBRA DE LEóN FERRARI AL MUSEO DE ARTE MODERNO

Sobre el artista y sus dones

El museo porteño recibió de la familia del artista una importantísima donación de 72 dibujos que, junto con la obra ya existente de Ferrari en el Mamba, más un conjunto de piezas en comodato, conforma una gran muestra homenaje.

 Por Fabián Lebenglik

El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires recibió una importantísima donación de obras de León Ferrari (1920-2013), por parte de la viuda, hijos y nietos del gran artista argentino.

Se trata de un conjunto de 72 dibujos que se compone de obras a lápiz, tintas, acuarelas, xerografías, collages que incluyen brailles, etc., que el artista realizó entre 1964 y 2009.

Para acompañar esta exposición, que sigue hasta el 15 de febrero, el museo lleva adelante tres acciones. La primera es presentar la actual muestra, que se compone de la donación junto con una selección de piezas del patrimonio del museo, un pequeño conjunto de dibujos que la Fundación Augusto y León Ferrari presta para esta exhibición y un importante conjunto de pinturas y esculturas que el museo recibe en comodato por cinco años. La segunda acción es llevar a cabo una serie de publicaciones facsimilares de libros concebidos y diseñados por Ferrari, que no tuvieron suficiente circulación en vida del artista. La tercera es una investigación como paso previo para realizar el primer catálogo razonado de dibujos del artista.

El tipo de obras que integran la donación se pueden clasificar en cuadros escritos, abstracciones políticas, heliografías, collages, brailles y acuarelas.

Buena parte de su obra denuncia, de un modo creativo y corrosivo, la violencia de Occidente y los mecanismos que generan esa violencia. La obra de Ferrari, en el plano de la ficción artística, muestra que la confesión religiosa y el tormento son la trama y el revés de un mismo proceso histórico y cultural. Su obra ayuda a comprender que la tradición religiosa restringe la sexualidad a la noción de “carne” –a las “relaciones carnales”– y que especifica la noción de persona con la frase “persona humana”, abriendo la posibilidad de considerar la categoría de personas no humanas. Estas son, desde la perspectiva de la obra de Ferrari, algunas de la puertas de entrada al abismo. Con la “carne” –con los cuerpos cosificados– sería lícito ejercer todo tipo de violencias. La obra de León Ferrari critica la división binaria entre cuerpo y alma, porque esa escisión no democratiza los cuerpos sino que los demoniza. A través de su producción artística, Ferrari critica la pasión occidental por la crueldad y el crimen. No cualquiera tiene tal capacidad para denunciar –incluso con humor– a través de la creación de artificios. Ferrari fue un artista que creyó en la funcionalidad, en la utilidad del arte. Y, en este sentido, siempre buscó saltar el cerco muchas veces minoritario del arte para generar conciencia y para lograr un efecto fuertemente crítico sobre el estado del mundo.

En agosto de 2001, a la pregunta sobre qué tipo de arte le interesaba, Ferrari ofreció una larga respuesta que aquí reproducimos y que sirve para mostrar hasta qué punto tenía uno ojo en la historia y otro en los procesos artísticos de sus colegas y de los más jóvenes: “Me interesa la evolución del ‘arte de los significados’, el llamado arte político. En la década de los ’60 se vivió un enfrentamiento entre aquella corriente y el ‘arte por el arte’, el de la experimentación formal, el arte abierto (cuyo extremo seria el ‘arte Rorschach’). Hubo obras fuertes en ambos bandos: las abstracciones, el Pop, los happenings por un lado, y la Neofiguración y las muestras políticas por el otro: Homenaje al Vietnam (donde Carreira presentó su mancha de sangre), las muestras al Che, el Malvenido Rockefeller, que culminaron en la explosión del Di Tella y la aparición de una nueva vanguardia política en Tucuman Arde. En los ’70 se produjo la muestra de Carlos Alonso en Art Gallery, la de Distéfano en Arte Múltiple, la parrilla de Norberto Gómez, los alambrados y espejos retrovisores de Diana Dowek, las cárceles de Zabala, las obras de Grippo, Romero, etcétera. En los ’80 el Siluetazo de Aguirreberi, Flores y Kexel con las Madres de Plaza de Mayo, que me parece una de nuestras obras mayores. Entre las características de los años ’90 se encuentran, junto a varias y concurridas muestras colectivas (XX Años, 500 Años de Represión, etc.), algunas obras de arte político, o con preocupaciones sociales, entre los artistas renovadores, como las de Macchi y Guagnini en el Premio Banco Nación. Entre las obras que recuerdo de esa década se cuentan: la cara de cenizas con el ventilador de Claudia Fontes, las radiografías de Gustavo Romano, el premio Costantini de Pablo Suárez, las páginas de difuntos de Macchi, los dibujos relevados o explicados de Ernesto Ballesteros, la obra de Yuyo Noé en el homenaje a Ana Frank, los videos de Liliana Porter, las carnes en acrílico de Cristina Piffer, las chicas pornógrafas de Martín Di Girolamo, las obras de Ontiveros, Rosana Fuertes, Mónica Girón y Miguel Harte”.

* La donación León Ferrari se exhibe hasta el 15 de febrero en el Mamba, Avenida San Juan 350.

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Vista parcial de la muestra de León Ferrari en el Museo de Arte Moderno porteño.
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