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Miércoles, 28 de marzo de 2012

DISCOS › COME SUNDAY, DE CHARLIE HADEN Y HANK JONES

Rito de partida a cuatro manos

A los 74 años, el contrabajista parece estar construyendo cuidadosamente su despedida, y en este disco junto al pianista –que falleció tres meses después de grabar– recorre con reverencia y despojamiento negro spirituals e himnos religiosos.

 Por Diego Fischerman

En el año de su muerte, Franz Schubert escribió un ciclo de canciones sobre poemas de Wilhelm Müller. El título era Viaje de invierno y tanto en la idea de la travesía como en la de lo invernal descansaba una concepción en la que la contemplación, el desamparo, la desolación y cierta distancia ante un mundo ajeno configuraba una especie de summa genial de la melancolía. Tres meses antes de morir, una de las grandes leyendas del jazz, el pianista Hank Jones, encaraba su propio viaje de invierno junto a uno de los más grandes contrabajistas de la historia del género, Charlie Haden. Ambos recorrían, con reverencia y despojamiento, negro spirituals e himnos religiosos. El resultado, uno de los más extraordinarios ejercicios de contención y síntesis expresiva que puedan imaginarse, se llama Come Sunday y acaba de ser publicado localmente por Verve, uno de los subsellos de Universal.

Hank Jones, el mayor de tres hermanos que forman parte del cuadro de honor de la música estadounidense –los otros son el trompetista Thad y el baterista Elvis–, había nacido en 1918. En febrero de 2010, cuando se grabó este disco, estaba próximo a cumplir 92 años. Había tocado con Howard McGhee, Coleman Hawkins, Charlie Parker, Lester Young, Artie Shaw, Benny Goodman y Ella Fitzgerald, entre muchos otros. Su estilo, de una increíble sutileza, brillaba en los recodos de la frase, en los pequeños comentarios, en su bellísima manera de ligar pequeños motivos. Y ya en 1995 había grabado un disco en dúo con Haden dedicado a la tradición eclesiástica afroamericana, el notable Steal Away. Sin embargo, es en la distancia con ese disco donde puede leerse el especial tono de adiós de Come Sunday. Y es que ese gesto de descarnamiento casi físico no es distinto del de Jasmine, el dúo que el contrabajista grabó con Jarrett en la casa del pianista, en 2007. Tal vez, entonces, la melancolía sea, sobre todo, la de Haden, el ejemplar contrabajista del cuarteto de Ornette Coleman y, más tarde, del de Jarrett: un músico que, ahora con 74 años, parece estar construyendo cuidadosamente su despedida.

Los orígenes musicales de Jones y Haden no podrían ser más diferentes. El primero está ligado a la propia construcción del be–bop y de lo que aún se llama jazz moderno. El segundo formó parte de la vanguardia y hasta de cierta iconoclasia de sesgo político, como en la Liberation Orchestra orquestada por Carla Bley y que tuvo como integrante al Gato Barbieri. Haden, además de haber participado en varios de los mejores discos existentes, desde Magico, de Egberto Gismonti, a 80/81, de Pat Metheny, pasando por Old and New Dreams (junto a otros ornettianos, Dewey Redman, Don Cherry y Billy Higgins), Closeness Duets (con Ornette, Alice Coltrane, Jarrett y Paul Motian) o The Survivors’ Suite (con Jarrett, Redman y Motian), es de esos músicos que construyeron un sonido propio. El timbre espeso, tridimensional, de su contrabajo, y su manera voluptuosa de frasear, deleitada en las resonancias y en los silencios, resultan inconfundibles. Come Sunday, no obstante, encuentra a los dos en un punto natural para ambos. Desde diferentes lugares, los dos confluyen en este rito de partida en el que sólo se tocan las notas necesarias. Allí donde no hay más –ni menos– que la comunión con el sonido.

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