En tiempos en que la venta de música grabada se debate contra demonios propios y ajenos, no es mal recurso que el público vuelva a enamorarse del objeto. Y no es un atractivo menor que ese objeto incluya imágenes que recrean grandes momentos. No es que el mundo del downloading ilegal prescinda de lo audiovisual, pero la combinación de objetos físicos queribles y un contenido de alto nivel artístico suponen otra perdurabilidad. Otra relación entre oyente –en este caso espectador– y artista. Será por eso que esta semana las vidrieras argentinas dan testimonio de una feliz coincidencia: dos bandas y un solista que editan paquetes de CD + DVD, y cada uno es de esas ofertas difíciles de soslayar. Tan diferentes en sus propuestas como hermanados en la intención de no guardarse nada, de llevar años de laburo coronados por un presente exitoso y festejable.

(Bi)vo en México es algo más que lo que sugiere el título, una presentación de Kevin Johansen, Liniers y The Nada en las tierras del tequila. La idea para esta nueva edición del guitarrista y cantante (y su banda, y el ilustrador y ahora también colaborador musical) fue superadora: un concierto íntimo filmado en los estudios de Sony en Ciudad de México, con la banda rodeando a una treintena de personas y un clima que logra contagiar a través de la pantalla. Es que se trata de una experiencia de living, cualquier persona cómodamente apoltronada en su sillón entra de inmediato en el rito. En ello, claro, colabora la delicadeza de The Nada, las infinitas sutilezas de Maximiliano Padín, Cheba Massolo, Andrés Reboratti, Juan Manuel Alvarez y el Zurdo Roizner, que lucen aún más en la parquedad de la puesta, en el pequeño espacio que contiene a grandes canciones.

Porque, claro, de eso se trata: esta nueva incursión de Johansen rescata títulos de aquel desembarco argentino de 2000 como “En mi cabeza”, “Ni idea” (con una soberbia participación de Leonel García) y, claro, “Guacamole”, pero también buenas versiones de “Desde que te perdí” (enriquecida por la bella voz de Natalia Lafourcade), “My name is Peligro” y las más recientes “Amor finito” y las relecturas de “Modern Love” y “Everybody Knows”, incluida en los extras en un clip que protagonizan los dibujos de Liniers. Un Liniers que ya es parte integral de The Nada, ilustrando las canciones en vivo y hasta animándose a colgarse la guitarra y cantar a Dylan y William Blake. Kevin, por su parte, lidera el colectivo con evidente disfrute, que se traslada de manera natural al público presente y a distancia.

Si de disfrutar se trata, para Estelares la del 19 de abril de 2013 fue una de esas noches para guardar en la memoria. La banda platense se dio el enorme gusto de celebrar veinte años de existencia nada menos que en el teatro Gran Rex, lleno hasta el fondo de la segunda bandeja y con el fervor de las grandes citas. El recuerdo queda ahora eternizado con la edición de En vivo Gran Rex, un DVD con las 24 canciones de aquel show acompañado por un CD resumido –por razones de duración– en 17 temas. Allí, Manuel Moretti, Víctor Bertamoni y Pablo Silvera comandan un equipo que incluye al baterista Javier Miranda, los guitarristas Guillermo Harrington y Sebastián Escofet, el pianista Eduardo Minervino, los Super Ratones en coros y un cuarteto de cuerdas encabezado por Alejandro Terán; son los responsables de hacer un recorrido que pasa por esquinas tan añejas como “20 de noviembre” y llega al material de El costado izquierdo, demostrando por qué el grupo merecía largamente una noche como ésa.

Como corresponde a una celebración de dos décadas, el trío abre la escena a la participación de amigos como Palo Pandolfo (en una inolvidable versión de “Un viaje a Irlanda”), Ale Sergi (en “Un show”) y Juanchi Baleiron, que produjo varios discos de la banda y surge como presencia ideal para la potente “De la Hoya”. Con una dirección de cámaras que consigue transitar un escenario bien poblado sin marearse ni marear al espectador, la cajita de Estelares resulta el complemento perfecto para quienes estuvieron allí, o un disfrutable consuelo para quienes se lo perdieron.

El tercer título de la serie retrata una noche de alta calentura, que se repetirá el 6 de diciembre: Aplaudan en la Luna es un capricho personal de Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur, quienes señalan en los extras del DVD que “el Luna es Buenos Aires, Corrientes desemboca en el Luna, vimos muchos shows buenísimos ahí; queríamos tener nuestro propio recuerdo en el Luna Park”. Pavada de recuerdo acaba de editar Illya Kuryaki and the Valderramas: Aplaudan... es una contundente prueba de la maquinaria funk, soul y hip hop que supone la encarnación del grupo en el siglo XXI. Pablo González y Carlos Salas en batería y percusión; Matías Rada en guitarra, Francisco Fattoruso en bajo, Rafa Arcaute en teclados; una sección de vientos impecable y Dante y Emma en guitarras y voces son un seleccionado de instrumentistas que derrochan groove y manejan con soltura el idioma de las músicas negras. El resultado, sin querer desmerecer anteriores versiones de IKV, es sin dudas el más homogéneo y potente de su historia.

En los extras, Spinetta cuenta anécdotas de la gira 2013 por Latinoamérica: “A veces en los aeropuertos te revisan como si uno fuera un terrorista... y uno en todo caso es un terrorista del sonido”, dice. Lo de ese Luna Park del 28 de agosto de 2013, ahora envasado en cajita para el consumo hogareño, es el terrorismo sonoro mejor entendido. Los Kuryaki entienden como nadie en la Argentina el pulso infeccioso de canciones como “Jaguar house”, “Trewa” y “Adelante”; liberan el baile desenfrenado y feliz de “Jennifer del Estero”, “Coolo”, “Yacaré” y no hay contradicción con la dramática épica de “Expedición al Klama Hama”, el puro romance de “Discovery Buda” (con Vera Spinetta en la voz) o “Abismo”, o el momento que, en vivo o en la pantalla, estruja el corazón, cuando “Aguila amarilla” y las fotos de Luis Alberto dibujan un impecable tributo a Spinetta padre. Los diez años de separación, las carreras solistas de sus dos líderes, le han hecho bien a Kuryaki: Aplaudan en la Luna es prueba irrefutable.

Con ello se cierra un trío de ofertas para todo público: una semana ideal para convertir el living, al menos por un rato, en una sala de conciertos. Y que pataleen los vecinos.