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Miércoles, 29 de agosto de 2007

DISCOS › “LA RADIOLINA”

La mala fama y las buenas canciones

El nuevo disco de Manu Chao no acallará el debate sobre los caminos elegidos luego de Mano Negra.

 Por Eduardo Fabregat

“Fama, mala fama/ la que me va persiguiendo/ Fama, mala fama, la que me va maldiciendo”, canta el hombre, con un fondo de guitarritas y trompetas aboleradas. Son frases apropiadas para poner bajo la luz a La Radiolina, el nuevo disco de Manu Chao: tras convertirse en uno de los grandes promotores de la licuadora de sonidos y estilos con esa cosa inolvidable llamada Mano Negra, el francoespañol pareció aburrirse de tanta polirritmia y mestizaje y estableció en su carrera solista un modo de expresión al que es difícil no vincular con la palabra “repetición”. Encabalgadas en la tendencia del músico a enamorarse de ciertos leit motiv, aquí y allá empezaron a surgir acusaciones de que Manu hace siempre la misma canción. A tres años de Siberie m’etait contèee –el disco editado sólo en Francia junto a un libro de ilustraciones de Wozniak–, a seis de Próxima estación: Esperanza, el pequeño animal de escenario que terminó zambullido en la platea de Obras en aquel lejano 1991 vuelve al ruedo con la difícil misión de modificar esa visión general.

Basta atender a las primeras reacciones de quienes escucharon las canciones para darse cuenta de que no va a ser fácil. Es un debate imposible de resolver, debate inútil: sí, es cierto, las marcas de identidad de Manu están presentes, pero es igualmente cierto que La Radiolina intenta otro pulso, se deja ganar por una nueva energía... e incorpora otros leit motiv, como la guitarra adrenalínica que caracteriza a “Rainin’ in Paradize” (el tema que regaló por Internet) o el rápido punteo que abre “13 días”, que se materializan, de manera evidente o subrepticia, en otros pasajes del disco. Resultaría fácil desdeñar a Chao por la impresión inicial, pero sería una injusticia: rascando debajo de la superficie, las 21 canciones que se editarán el lunes 3 de septiembre abren otra puerta de entrada al universo de un artista personalísimo, cuyas ideas musicales están hoy respaldadas por la costumbre de tanta escucha, pero en el extraño tránsito de los años ‘90 fueron de una audacia innegable.

Con la colaboración de tipos habituados a la deformidad como Mario Caldato (responsable del monumental Check your head de Beastie Boys) y Andrew Scheps (Red Hot Chili Peppers, Mars Volta), Manu produjo un paquete de canciones que dejan caer arranques de furia como “Rainin’...”, “The bleedin’ clown”, “El hoyo”, “Mama cuchara” o “Panik panik” (quizá lo más cercano a La Mano), una diatriba dirigida a un tal George Bush (“Politik kills”), brotes del flamenco como “Me llaman calle” (incluida en Princesas, film de Fernando León de Aranoa), perlas melancólicas como “Mundorevés” y “A cosa”. Y por allí, una nueva declaración de amor a uno de los ídolos declarados del músico: en “La vida tómbola”, con palmitas y guitarras flamencas de fondo, Manu asegura que “si yo fuera Maradona, viviría como él/ (...) pa’ gritarles a la FIFA que ellos son el gran ladrón”. Y así, sin preocuparse demasiado por el qué dirán, Manuel Chao liquida la faena con la sencillita “Amalucada vida”, deja un track interactivo de recuerdo (“Tévélina”) y se va con su guitarra y su mala fama a cuestas. Quizá haya quien prefiera al viejo Manu y espere de él más rupturas que continuidades. Pero La Radiolina está lejos de ser un simple clon de viejas glorias.

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El disco de Manu presenta una renovada energía.
 
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