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Miércoles, 10 de agosto de 2005

DISCOS › “FAMILY JEWELS”, DE AC/DC

Cuarenta temas, ninguna balada

El DVD se pasea por la historia del grupo que patentó un rock demoledor.

 Por Eduardo Fabregat

La escena es digna de una antología de Grandes Momentos del Rock. En el escenario montado en una iglesia, cuatro inadaptados vestidos de monaguillos le dan curso a una base monolítica. Uno de ellos porta una Gibson SG roja que bien podría ser una ametralladora. Tiene un halo verde prendido en la cabeza, que sube y baja al ritmo del headbangin’ permanente, y una mueca feroz que desmiente cualquier asociación con los angelitos. Y aún falta el personaje que ocupa el púlpito, un tipo con vestimenta de sacerdote que canta: “En el comienzo, allá por 1955, el hombre no sabía nada del rock’n’roll... y entonces Tchaikovsky trajo las noticias, y dijo ‘que haya luz’, y hubo luz, ‘que haya sonido’, y hubo sonido, ‘que haya batería’, y hubo batería... ‘que haya guitarra’, y hubo guitarra... ¡¡que haya rock!!”. Y vaya si hubo rock: aún hoy, después de olas y olas de cambios, mutaciones, maquillajes y cruces estilísticos, AC/DC es el rock. Y Family Jewels, la antología de Grandes Momentos de AC/DC que Sony BMG acaba de publicar en Argentina, es una demostración capaz de desconar los parlantes.
La lectura más simplista dice que el grupo de escoceses transplantados a Australia vienen haciendo la misma canción desde 1975. Es que Malcolm y Angus Young (guitarras), Phil Rudd (batería), Cliff Williams (bajo) y Bon Scott, el predicador de mirada demoníaca, tradujeron su pasión por el blues y el boogie en una máquina arrolladora que evitó con toda dignidad la tentación de “renovarse” ensayando forzados injertos estilísticos. Let there be rock, pidió Scott, y allí estuvo Angus para acompañarlo en la tarea de enloquecer a los feligreses. Angus Young se disfrazó de monaguillo, y de Superman, y de Zorro, hasta que adoptó el trajecito escolar con la valija a la espalda, y esa combinación de vestuario naïf con una guitarra que era pura ferocidad lo instaló como uno de esos iconos a los que no se baja así como así del panteón.
Con semejante dúo a la cabeza, el disco 1 de las Joyas de la familia va de una presentación televisiva con Baby, please don’t go a la última actuación del grupo con Scott, en febrero de 1980, en el programa español Aplauso y tocando Highway to hell. Lo de la “autopista al infierno” sería premonitorio: diez días después Bon sería encontrado muerto en el asiento trasero de un auto, donde pasó de la enésima curda al sueño eterno. Pero en el medio hay suficiente para desquiciar al no iniciado: High voltage, Dirty deeds done dirt cheap, TNT, Rock’n’roll damnation, If you want blood (you’ve got it) y las demoledoras Whole lotta Rosie y Riff Raff ponen en escena a ese primer AC/DC que tuvo en Bon a un agitador profesional y a Angus como el niño psicótico del rock, siempre electrificado y llevando el goosewalk de Chuck Berry a velocidades que uno no debería intentar en casa. Nada de videoclips cuidados o lindas ediciones: la mayoría son escenas en vivo, crudas y demoledoras, que pintan a la bestia australiana con la fidelidad necesaria.
Como bien escribe el periodista David Fricke en el librillo del DVD, “Family Jewels podría haber terminado allí... si hubiera sido cualquier otra banda”. Pero apenas un par de meses después de la última borrachera de Bon, el grupo había encontrado un reemplazante capaz de llenar sus zapatos: Brian Johnson, hijo de un minero de Newcastle y con pinta ad hoc, muestra por primera vez su gorra hasta los ojos en el cuarteto de canciones registradas en julio de 1980, en un teatro no identificado y como clips promocionales del flamante disco negro de la resurrección: Hells bells, Back in black, What do you do for money honey y Rock and roll ain’t noise pollution abren el segundo festín, otras veinte canciones sólidas como las pelotas de acero que cuelgan en la tapa de la cajita, y que sirven como separadores entre tema y tema. Aun con el traspié de Flick of the switch, el olvidable disco de 1983 que significó el reemplazo del histórico Rudd por Simon Wright –y luego por Chris Slade, hasta elretorno de Rudd para el Ballbreaker de 1995–, el segundo disco continúa la fiesta.
For those about to rock (we salute you), el videohome completo de Fly on the wall –con el grupo literalmente demoliendo un bar de mala muerte–, Who made who, Heatseeker, Thunderstruck, el himno (otro más...) Are you ready: la visión continuada de las cuarenta tormentas eléctricas que ofrece Family Jewels puede llegar a dejar a todo un barrio con tinnitus, pero quién quita lo bailado. En aquella escenita de junio de 1975, el grupo consiguió la iglesia sin decirle al cura los sacrilegios que iba a cometer. Como un castigo divino, Bon Scott terminó con un tobillo quebrado, cuando liquidó la canción saltando desde el púlpito. Pero ni la penitencia más dolorosa impidió que AC/DC ocupara un lugar de privilegio en la historia de la música más sanguínea y directa, arrastrando a miles de fieles a la autopista del infierno, sacudiendo sus cabezas y sin abandonar el grito de guerra: Let there be rock.

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