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Lunes, 16 de febrero de 2009

TELEVISION › VALIENTES Y LAS PARADOJAS DE LA PANTALLA ACTUAL

La venganza del culebrón

Presentado como una telenovela “como las de antes”, el nuevo programa de Canal 13 apuesta sin ocultarlo a la fórmula más clásica del género. Se trata de una historia plagada de clichés, que desacomoda, de todos modos, la lógica imperante en el prime time.

 Por Emanuel Respighi

El nuevo programa de Pol-ka, Valientes, condensa una de esas extrañas paradojas que atesora la modernidad y que el universo catódico vuelve visible. Presentada como una telenovela como las de antes, la ficción que se estrenó esta semana en la pantalla de Canal 13 (lunes a viernes a las 21.45) apuesta sin ocultarlo a la fórmula más clásica del género, en una historia en la que en los primeros capítulos ya se esbozaron cuáles son los amores imposibles, quiénes son los villanos y quiénes los buenos, qué secretos esconden los personajes y cuál es la venganza por la que avanzará el núcleo de la trama. Todo perfectamente explicado y sin mayores misterios ni sutilezas. Sin embargo, es justamente ese arraigo a la telenovela tradicional lo que termina por transformarse en un elemento atractivo, más por su aspecto renovador para la lógica del prime time que por una historia tan básica como la linealidad con la que están compuestos los personajes que le dan vida.

La distancia que separa a Valientes del costumbrismo polkano es tan grande que necesariamente le exige al televidente resetear el pacto tácito que desde hacía años conservaba con el televisor, en general, y con los productos de la factoría de Adrián Suar, en particular. El andar de un relato que no descansa en la verosimilitud de sus situaciones y en el que todo lo que ocurre, alimentado por el perfil de los personajes y las actuaciones, es exageradamente exagerado, reclama un espectador predispuesto a ingresar (y aceptar) sin cuestionamientos las formas que propone la ficción. Que no son otras que las de un culebrón que, sin llegar a alcanzar la dosis bizarra de Soy gitano, se parece demasiado –tanto en la temática como en el tono– a Pasión de gavilanes. O, más preciso aún, a Fuego en la sangre, la versión mexicana de aquélla.

Apelando a la venganza como nudo dramático, Valientes cuenta la historia de Leo, Segundo y Enzo Sosa (Luciano Castro, Mariano Martínez y Gonzalo Heredia, respectivamente), tres hermanos que fueron separados el mismo día en que enterraron a su padre. Ya adultos, los tres vuelven a encontrarse con la finalidad de vengar la muerte de su papá, quien supuestamente falleció por obra y gracia –directa o indirectamente– de Laureano Gómez Acuña (interesante papel de Arnaldo André), un hombre poderoso y millonario al que en el pueblo todos llaman “el Emperador”. Con identidad cambiada, los hermanos compran el taller mecánico ubicado frente a la mansión de Laureano (!), en busca de un pasado que intuyen, pero cuyos detalles desconocen. Como suele suceder en estos casos, el plan comienza a resquebrajarse cuando las tres hijas del villano se crucen (sentimentalmente) en el camino de los ahora rebautizados hermanos Morales.

Más allá del cliché de la historia, uno de los principales inconvenientes de Valientes es que el trazo grueso de una trama que hace del melodrama su sustento, sumada a la linealidad de personajes casi siempre con los ojos desorbitados, conspira contra la posibilidad de conformar líneas argumentales que cautiven tanto a la ama de casa como al resto de la familia. Por más esfuerzos que haga un elenco coral en el que nadie desentona, la manera en que está contada la historia vuelve imposible a los actores aportar algún atisbo de textura a un guión que limita al relato televisivo de fluidez, volviéndose en ocasiones a las escenas estáticas y estancas entre sí. Una fórmula que puede funcionar dentro del pacto televisivo de la primera tarde, pero cuya recepción a largo plazo en el prime time es una incógnita. No basta que haya algunos tiros y un poco de sangre para sofisticar una novela. Tampoco mostrar en corpiño en un par de ocasiones a Marcela Klosterboer para captar la atención del público masculino.

Con la esperanza de que el desarrollo de las múltiples líneas argumentales logre quebrar a la trama y a los actores de cierto esquematismo, Valientes tiene por delante el desafío de lograr captar la simbología de la novela tradicional, pero aggiornada a los tiempos actuales, sin caer en la puesta al aire de un programa pasado de moda, incluso desde la dirección de cámaras. La trama, por el momento, no esconde mayores misterios. Sólo resta saber si finalmente los hermanos Sosa consumarán su venganza. Y si ese interrogante basta para atraer a los televidentes a lo largo de todo un año. Por ahora, los televidentes acompañan la “novedad”: en su primera semana, Valientes derrotó todos los días a Los exitosos Pell$, la comedia que parecía imbatible.

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Valientes está lejos del costumbrismo característico de los productos de Pol-ka.
 
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