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Domingo, 11 de noviembre de 2012

TELEVISION › LOS OBSTACULOS PARA UN GRAN MOMENTO ARTISTICO

Estrategias para la ficción

La sana irrupción de nuevos lenguajes y temáticas en los ciclos surgidos como programas de fomento tropieza con varios elementos que conspiran para que esas ficciones lleguen a más público; hay un largo camino para desarrollar nuevas pantallas para el género.

 Por Emanuel Respighi

La ficción en la televisión argentina evidenció en los últimos años la irrupción de nuevos lenguajes y temáticas. Los concursos de fomento a la ficción organizados por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) y el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), juntamente con el Ministerio de Planificación Federal, renovaron un género que hasta hace poco estaba en manos de apenas un puñado de productoras y canales. La posibilidad de que otras miradas, productoras, guionistas y directores, pudieran realizar ciclos ficcionales es –sin duda alguna– una de las noticias más celebradas en el mundo televisivo argentino. En términos de producción, temas y formatos poco desarrollados por la TV comercial pudieron llegar a la pantalla chica. Y el público pudo toparse con nuevas y más opciones, en un círculo virtuoso que termina por elevar la diversidad televisiva local. Sin embargo, tras dos temporadas de estrenos, el interrogante es determinar si, efectivamente, toda esa catarata de ficciones por fuera del circuito comercial pudo instalarse como una verdadera opción televisiva.

El primer viento de cambio de las ficciones financiadas por el Estado se produjo hace un año, cuando en apenas diez días de octubre de 2011, ocho producciones asaltaron la pantalla chica, con propuestas que se emitieron por Canal 9 y América. Maltratadas, El pacto, TV x la inclusión, Los sónicos, Proyecto aluvión, Historias de la primera vez, Víndica y Decisiones de vida fueron las primeras series seleccionadas que llegaron a los televidentes, en una ola de estrenos casi en simultáneo que sirvió para dar cuenta de la novedad, pero cuya estrategia terminó por confundir a los televidentes, al hacérseles muy difícil distinguir entre una y otra propuesta. A esos estrenos se les sumó El donante, que Telefe puso al aire a comienzos de año.

Más allá de la solidez y el atractivo argumental de cada propuesta –tan heterogéneas como sus ejes temáticos–, todas las ficciones tuvieron el denominador común de que no pudieron acaparar audiencias masivas. Independientemente de sus calidades, los programas surgidos de los concursos y/o que forman parte del Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentinos (Bacua) no llegaron a atraer al gran público. Este año, otras ficciones ganadoras de nuevos concursos, como 23 pares (viernes a las 23.30) y Amores de historia y Babylon (domingos a las 21 y 22, respectivamente), se subieron a la pantalla del 9 y corrieron la misma suerte en materia de audiencia. También puede extenderse esa fría recepción a Memorias de una muchacha peronista (diariamente a las 22.30, por Canal 7), la ficción proveniente del Bacua, otra de las iniciativas estatales que financia proyectos federales que luego forman parte de un banco público de contenidos. La pregunta, entonces, es si basta con búsquedas estéticas y narrativas diferentes a las de la TV comercial para posicionarse como opciones televisivas reales a los ojos del gran público. ¿Cuáles son los motivos para que buena parte de las ficciones no hayan podido acaparar audiencias masivas, pese a que muchas resultan televisivamente atractivas?

Las razones de que este tipo de ficciones –ya sea las que tienen un anclaje social determinado como las que pusieron al aire propuestas con la única pretensión de entretener– no se hayan podido instalar fuertemente en la TV abierta son variadas. En principio, hay un aspecto que no puede pasarse por alto a la hora de analizar el andar de las producciones que ampliaron la polifonía de voces de ficción de la TV local: la cuestión cultural. Salvo esporádicas excepciones, la TV argentina concentró sus programas de ficción en Telefe y El Trece, por lo que cualquier intento por modificar ese hábito acarrea con la dificultad de tener que transformar un statu quo consolidado. En efecto, desde hace un par de años Canal 7 intenta posicionarse en el género, con propuestas de todo tipo (Ciega a citas, Contra las cuerdas, En Terapia), y pese a la permanencia en el tiempo de programas interesantes en la franja nocturna aún le cuesta mejorar sus niveles de audiencia.

Desprendiéndose de ese contexto, también hay que señalar que las ficciones se emitieron o se emiten en canales que no se constituyeron en los últimos años como pantallas a las cuales los televidentes acuden habitualmente a encontrar contenidos del género. El mérito de poder abastecer a emisoras (América, Canal 9) de ficciones que de otra manera no podrían programar tiene la virtud de diversificar el mercado de distribución de productos en la TV abierta, a la vez que carga con el inconveniente de presentarse en pantallas consideradas “frías” (de bajo encendido). En ese punto, las propuestas deben “formar” casi de cero una audiencia nueva (de ficción) para esas pantallas.

Otro aspecto con el que deben lidiar este tipo de ficciones es el que concierne a su temática y su forma. Alejadas de las fórmulas probadas, sin correr detrás del rating como imperiosa necesidad para mantenerse al aire, la mayoría de los programas abordaron temáticas que trascienden el aspecto de entretenimiento. El costado social de las historias se hizo evidente en muchas ficciones, desde TV por la inclusión hasta 23 pares, pasando por Maltratadas, El pacto, Volver a nacer y El paraíso, Incluso, otras como Proyecto aluvión, Amores de historia o Memorias de una muchacha peronista tuvieron una clara intencionalidad de revisar la historia reciente del país. Apenas Los sónicos, El donante o Perfidia se constituyeron –con sus matices y búsquedas– como ficciones más digeribles para el gran público.

Claro que más allá del contexto mediático con el que deben cargar sobre sus espaldas, hay una cuestión que debería replantearse en la nueva política de fomento a la producción de ficciones, si el objetivo prioritario es que esos contenidos lleguen a la mayor cantidad de público posible: la estrategia de programación. Para posicionarse como opciones reales, los programas deben tener la posibilidad de que los televidentes estén al tanto de sus estrenos y emisiones, para luego poder ser vistos e intentar lograr que el boca a boca haga lo suyo. En el mundo actual, se percibe que no basta con la calidad artística y temática de un ciclo para atraer televidentes, sino que hay todo un proceso integral que debe acompañar al contenido en sí. Tanto la promoción en pantalla de las propuestas, como los días y horarios fijados para sus emisiones deben responder a la lógica propia del medio, pensados estratégicamente. Programar ficciones un viernes a las 23.30 (23 pares, Proyecto Aluvión) o en días y horarios consolidados por la competencia (domingos a la noche) no pareciera contribuir a que la TV local pueda mantener en el tiempo ciclos que enriquezcan la pluralidad de miradas, tonos y ejes temáticos.

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Memorias de una muchacha peronista (lunes a viernes 22.30, Canal 7), una de las ficciones más recientes.
 
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