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Viernes, 21 de diciembre de 2012

TELEVISION › EL FINAL DE GRADUADOS, LA TIRA MAS EXITOSA DE LA TEMPORADA

Toda una fiesta de egresados

La serie de Telefe, que supo aunar el tono de comedia familiar con cuestiones más profundas e hizo brillar a un elenco notable, terminó con un rating de 32,3 y un pico de 37 puntos. El final feliz fue seguido por una multitud en el Teatro Gran Rex.

 Por Emanuel Respighi

La emisión del final tuvo una previa y una celebración posterior que rindieron sus frutos.

La celebración era justificada: al fin y al cabo, fue el programa más visto del año y el que tuvo una audiencia fiel y constante a lo largo de sus 178 emisiones. En un Gran Rex colmado, Graduados tuvo el jueves su noche de consagración, en un capítulo final que se transmitió con público en vivo, y que tuvo una “previa” y un “post” que sellaron un combo televisivo maratónico. En lo que desde Resistiré a esta parte pasó a convertirse en un clásico de las tiras diarias exitosas, el encuentro sin mediatización entre los actores y los televidentes (espectadores) marcó el merecido final de la historia producida por Underground-Endemol para Telefe. El rito de encuentro entre miles de fanáticos y los actores-personajes con los que sufrieron y rieron durante todo el año condicionó el final de Graduados, cuyo happy end fue tan festejado desde la platea como esperable en función del marco celebratorio.

El cierre de la ficción más exitosa del año en vivo en un teatro pasó a ser un epílogo natural en la TV argentina. Los motivos son variados: van desde la devolución de gentilezas de los actores, productores y del canal al público que los siguió fielmente durante todo el año hasta cuestiones estratégicas que tienen que ver con potenciar la performance del programa con un final arengado al calor del pueblo. Cualquiera sean las causas, lo cierto es que la jugada rindió sus frutos a Telefe: el capítulo final de Graduados promedió 32,3 puntos, alcanzando la audiencia más alta del año de la ficción (con picos que rozaron los 37 puntos). Antes de la última emisión, desde las 21.30, Telefe puso al aire una “previa” conducida por Marley, como para incrementar la expectativa, que midió 23,6 puntos. Luego de la proyección del capítulo final, el “post” –ya con los actores irrumpiendo en el escenario del Gran Rex– marcó 26 puntos. Es decir: las dos horas y media que Telefe programó alrededor de Graduados promediaron 27,3 puntos, pulverizando a la competencia (Tiempos compulsivos, por ejemplo, midió 6,3 puntos en la pantalla de El Trece).

Buscando no defraudar a su público, el final de Graduados tuvo el mismo tono juguetón que signó a una propuesta que supo conformar una trama en la que todos los integrantes de la familia pudieron verse, si no representados, al menos atraídos por un pasado que siempre se recuerda edulcorado. Melancólica y festiva a la vez, Graduados contó con un protagonista que le permitió correrse de la tira clásica: el salto en el tiempo. Y no a cualquier lugar: nada más y nada menos que a los ochenta, década gloriosa para aquellos que ya cruzaron los 35 años y misteriosa para quienes no pudieron vivirla (y/o sufrirla). El grupo de egresados que se graduaron en el ‘89 y que se reencontraron por casualidad 20 años después sirvió de disparador para que la trama pudiese renovarse con pequeños-grandes eventos de aquellos viejos buenos tiempos: el viaje de egresados a Bariloche, el paso por Feliz domingo, la salida al ItalPark o ir a Badía y Compañía a ver el show de Luis Alberto Spinetta fueron algunas de las situaciones que la ficción supo recrear con la complicidad del público. Y de las costumbres argentinas.

La amistad como vínculo irrenunciable e indestructible y el amor como camino a la felicidad: esos fueron los dos grandes ejes temáticos por los que surfeó la trama escrita por Ernesto Korovsky, Silvina Frejdkes y Alejandro Quesada. El epílogo, entonces, no podía escapar a esas premisas, con un final feliz que –aunque esperable– terminó siendo coherente con la historia. Una trama que supo ser lúdica, pero que también abordó temas relacionados con los vínculos humanos de lo más complejos. La discriminación y la burla adolescente a aquellos que tienen sobrepeso durante esa etapa de la vida encontró en el personaje de Jimena/Patricia (Isabel Macedo, en un trabajo consagratorio) el tono justo para concientizar sin caer en subrayados pontificadores ni caricaturas superficiales. Incluso, la trama contó con un personaje como Willy (Juan Gil Navarro), que supo no sólo elegir libremente su identidad sexual sino, incluso, hacer que su padre conservador lo terminara aceptando. No son pocas intenciones para una comedia familiar.

Volviendo a jugar con el tiempo (esa obsesión de Underground, presente en todas sus ficciones), el último episodio terminó en el mismo lugar en el que dos décadas atrás había comenzado la historia de amor entre Loli (Nancy Dupláa) y Andrés (Daniel Hendler): una fiesta en el colegio secundario. Si aquella noche en la que la pareja se revolcó en extrañas circunstancias tenía como contexto la fiesta de egresados, esta vez la excusa fue el reencuentro de los graduados veinte años después. Sin perder el sello estético de la productora, con “Los dinosaurios” cantada por Charly García (que participó en algún cameo en la tira, al igual que Fito Páez, Juanse, Pimpinela, Pablito Ruiz, entre otros músicos) de fondo, cada enamorado terminó junto a su media naranja. Por un lado, Loli y Andy se escapan de la fiesta juntos en la camioneta, bajo la emocionada mirada del hijo (Gastón Soffritti) concebido por “error” veinte años antes. Los queribles Goddzer (otras grandes actuaciones de Mirta Busnelli y Roberto Carnaghi) mantienen intacto su matrimonio judío, que parece garantizar su descendencia a través de la relación de su hija Gaby (Violeta Urtizberea) con Marito (Sabbagh), un chico bueno de “la cole”. Sin escatimar amor, y pese a que Pablo (Luciano Cáceres) descubre que Patricia, la mujer que ama, no es otra que la “chanchoto” Jimena de la que se burlaba durante la secundaria, ellos también terminan juntos y con un bebé en los brazos. Veinte años después, todos terminaron comiendo perdices.

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