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Lunes, 25 de enero de 2016

LITERATURA

Para poder competir

Hace casi dos años, Hernán Vanoli y Lola Copacabana decidieron lanzar el sello Momofuku, que lleva publicados diez títulos. “Empezamos con mucho entusiasmo buscando autores nuevos, hicimos algunas traducciones también, pero ahora estamos esperando a ver qué pasa por el ingreso irrestricto de libros –cuenta el escritor y editor–. Hay algo muy lindo entre los editores independientes y es que nos juntamos, charlamos, compartimos información, iniciativas, datos pequeños sobre distribución o imprentas. Un grupo de editores nos estamos organizando, Ediciones Godot, Blatt & Ríos, Páprika, Dédalus, Fiordo, para ver cómo enfrentamos el panorama del ingreso irrestricto de los libros extranjeros con un costo de producción muy alto para nosotros. Lo quieren presentar como que los editores argentinos queremos medidas proteccionistas para vender libros de mala calidad. No es así: justamente lo que queremos es poder competir. Lo que pasa es que si hacer un libro acá te sale muchísimo más caro que hacer un libro afuera se te trastrueca toda la cadena de valores y ya no podés competir. El macrismo está poniendo mucho énfasis en que ellos quieren que exportemos, pero para exportar hay que ser competitivos en precios también, si no se hace muy difícil. Lo que hicieron con la apertura de la importación de libros fue presentar la medida de una manera demagógica con consignas como la diversidad o ‘libros libres’, que nadie puede estar en contra, pero sin haber pensado políticas de ayuda para el sector.”

–¿Qué propuestas van a presentar los editores independientes?

–Hay una reivindicación histórica de la Cámara Argentina del Libro, la creación de un Instituto del Libro, que ahora no se va a hacer porque el espíritu del PRO no es generar más Estado, sino entre comillas eficientizarlo. La política del PRO tampoco es dar subsidios, así que lo que estamos pensando son diferentes cuestiones, como por ejemplo la exención del IVA que se paga por el papel. Al gran negocio del papel, el volumen de lo que hacemos las editoriales chicas no les cambia mucho la ecuación. Otra cuestión que nos interesa bastante es la ayuda para la difusión de los catálogos y también estímulos para la traducción. Nos parece que tendría que haber algún estímulo para las políticas de traducción porque siempre nos vimos invadidos por traducciones a un español más castizo, más ibérico, y nosotros acá tenemos muy buenos traductores y todos hacemos traducciones propias, contratamos a traductores. Esta es una política de la lengua que podría ayudar a que nuestra producción editorial se reposicione como en otros momentos. Damián Ríos planteó la posibilidad de ayudar a los lectores, pensar en tarjetas de descuentos para estudiantes secundarios, una forma de subsidiar a lector y no la editorial. Algunos editores también estamos interesados por el acceso a créditos para inversiones, pero todo pensado más en un lenguaje gerenciador. Subsidio es una mala palabra para el macrismo.

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