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Jueves, 13 de diciembre de 2007

CINE › ¿HEROES O ARRIBISTAS?

Arrieta superstar en la marginalidad

La pregunta básica de Estrellas es si la rareza de Julio Arrieta y su tribu no corre el riesgo de agotarse en su carácter de curiosidad mundana.

 Por Horacio Bernades

“No sé si es que nosotros llegamos a la cultura o la cultura cayó tan bajo que llegó hasta la villa”, piensa, hamletianamente, el villero Julio Arrieta. La duda metafísica tiene lugar en plena entrega de los Martín Fierro 2003, cuando Arrieta recoge, en nombre de Adrián Caetano, el premio discernido a Tumberos. Mientras lo hace, las celebridades de la tele miran para otro lado, tragan o chusmean, como si estuvieran en otra dimensión. De cómo se interprete la frase, el contexto en que tiene lugar y el modo en que se la presenta depende el sentido que se le atribuya, no sólo a la escena en sí, sino a Estrellas en su conjunto. ¿Se trata de una nueva disrupción que en pleno banquete mediático provoca el alguna vez llamado aluvión zoológico, del simple intento de conseguir un lugarcito bajo el sol del espectáculo por parte de un grupo de marginalizados o de una ocurrencia brillante, que difícilmente trascienda los límites de la mera curiosidad?

Combinando el registro documental con el de ficción y codirigida por el teatrista Federico León y el periodista y videasta Marcos Martínez, Estrellas no es una cosa ni otra, sino una forma de representación anfibia, no del todo ajena a la de un especial televisivo. Vaya esto no sólo por la reproducción que se hace de las atribuladas visitas del protagonista a programas varios, sino, lo que más importa, por la clase de relación que la cámara entabla con lo que filma, asumiendo un punto de vista que, como el del dispositivo televisivo, parecería querer simular su propia inexistencia. Rostro bastante conocido gracias a su exposición mediática, Julio Arrieta fue, alguna vez, figura de alquiler político, proveyendo de gente y bombos a punteros peronistas. Arrieta arriaba. Cuando las movilizaciones de fines de 2001 dejaron lugar a la avidez audiovisual por “reflejar la realidad”, siguió haciéndolo, llevando a la tele, como extras, a los mismos que antes conducía a la calle. O poniéndolos a disposición de equipos de rodaje en “su” villa, la 21 de Barracas.

“¿Por qué tienen que poner rubios a hacer de negros si los negros podemos hacerlo?”, pregunta el hombre con lógica irreprochable. La lógica sustenta lo que podría llamarse “efecto-Arrieta”, consistente en un desconcierto epifánico, en absoluto carente de humor. Humor que combina, en dosis demoledoras, lo naïf, lo pragmático y lo autoconsciente. “Yo te lo hago mejor, más rápido, más barato, y encima te hago un pete”, cuenta el desdentado Arrieta que le zampó a un asistente de Alan Parker, el día que aquél se acercó por la villa, en busca de decorados para Evita. Arrieta lo cuenta, y allá van los realizadores de Estrellas a demostrarlo (lo de “mejor, más rápido y más barato”, no lo del pete). Se trata de la escena más feliz y brillante de Estrellas. Arrieta y sus muchachos arman, en medio de un descampado, una casilla completa. Tan completa que incluye, como en La familia obrera, de Oscar Bony, una “familia villera tipo”, que integran él mismo, su esposa, hija y el mate de rigor. Lo cual devela, de paso, el carácter de representación inherente a todo falso realismo. Filmada en un solo plano y tiempo real (lo cual habla de un verdadero realismo), al pie de cuadro un counter canta el tiempo insumido: 3:26:17. Comprobada, la eficacia, rapidez y profesionalismo de los Arrieta Boys.

El otro momento alto es el de la elaboración del portfolio, con estos modelos tan poco modélicos posando con gestos y tics que parodian el imaginario publicitario, representando a nuevos ricos, “hippies” o turistas yanquis de camisa floreada. Allí, el espectador se ríe con ganas con Arrieta y los suyos, en tren de degradar estereotipos sociales. Pero hay momentos más incómodos, como aquéllos en los que se filma una película de ciencia ficción llamada El nexo, que a partir de otro slogan imbatible (“¿Acaso los villeros no tenemos derecho a tener nuestros propios marcianos?”) escribió el propio Arrieta y el realizador Sebastián Antico rodó en la villa, queriendo heredar tal vez a Ed Wood. Viéndolos fabricar naves espaciales con lustraaspiradoras, tirarles tachos de pis a unos disfrazados que más que extraterrestres parecerían apicultores y arrastrando a pulso la nave madre, con los piecitos asomando por detrás del temible aparato, al espectador no le queda otra que reírse de Arrieta y los suyos. Lo cual ya es bastante más discutible.

Héroes o monigotes de la risa, intrusos o arribistas, orgullosos marginetas o patética corte de los milagros, la pregunta básica que Estrellas promueve es si la contagiosa, desconcertante, a veces incómoda rareza de Arrieta y su tribu no corre el riesgo de agotarse en el inofensivo carácter de curiosidad mundana. De la clase que la tele suele absorber, procesar y reproducir.

7- ESTRELLAS

Argentina, 2007.

Dirección y guión: Federico León y Marcos Martínez.

Fotografía: Guillermo Nieto y Julián Apezteguía.

Música: Nicolás Varchausky y Guillermo Guareschi.

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