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Sábado, 24 de mayo de 2008

LAS PARTICULAS DE VIDRIO QUE VIENEN DEL VOLCAN

Cenizas del Chaitén bajo la lupa poderosa

Las opiniones de especialistas en volcanes revelan que, si bien las cenizas provenientes del volcán Chaitén no son tóxicas, su estructura está compuesta por vidrios volcánicos y cristales. ¿Qué riesgos se corren al entrar en contacto con estas partículas? ¿Cómo prevenir sus efectos? Para responder a estos interrogantes, Futuro, que está siempre alerta y se preocupa por los volcanes y sus consecuencias, conversó con geólogos y vulcanólogos.

 Por Jordana Dorfman

Desde Bariloche

No importa si las observamos de lejos, en fotos o a pocos centímetros de distancia, ellas se ven tersas, suaves como las cenizas del asado del domingo. Pero los microscopios no opinan lo mismo. Las emanaciones del volcán Chaitén llegaron lejos, y son primas cercanas del vidrio molido.

Los científicos afirman que, en este momento, las cenizas del volcán Chaitén no son tóxicas. Para saber algo más sobre su impacto ambiental, vale la pena escuchar al doctor Alberto Caselli (Director del Departamento de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - UBA y Grupo de Estudio y Seguimiento de Volcanes Activos) cuando habla sobre los riesgos de exponerse a estas partículas (que, dicho sea de paso, ya viajaron por buena parte del territorio argentino, en función de su forma y dureza). Tanto él como su equipo de “seguidores de volcanes” estudian los volcanes activos, como el Copahue en la provincia de Neuquén.

–Vistas bajo un microscopio, el aspecto de las cenizas es el de vidrio molido. ¿Respirarlas tendría el mismo efecto que inhalar los residuos de una copa triturada?

–Las cenizas están compuestas por vidrio volcánico y cristales. Son trizas (nombre técnico para partículas de cenizas) vítreas angulosas. No son redondeadas. Siempre presentan riesgo para los ojos y en especial los pulmones. Es necesario usar barbijo siempre y en lo posible, si no son los adecuados, usarlos doble. La tela debe tener un tramado muy fino; por eso, ojo al usar pañuelos por la trama. No deben pasar partículas por nariz o boca. Siempre que se esté en el exterior y haya ceniza cayendo o que sea levantada por los autos (es lo mismo) hay que usar barbijos. Es muy importante.

–¿Las “nubes” de ceniza que llegaron a Esquel, Bariloche o zonas más alejadas del volcán como Buenos Aires, son iguales?

–Sí, pero no en tamaño. Cuanto más lejos del volcán, son más finas. Si aumenta la velocidad del viento entonces en un mismo lugar traerá cenizas más gruesas. Pero para la salud también tienen que ver la cantidad a la que uno está expuesto. Cuanto más lejos, menos cantidad.

–Querría preguntarle... ¿Existe el riesgo de... este... terremotos que acompañen la actividad del volcán en los próximos días?

–Sí, es posible.

–No es muy tranquilizador.

–No se asuste.

–Uno se pregunta si la población está informada adecuadamente...

–Relativamente sí. Fue todo muy rápido y sorpresivo. Pero creo que hay que prepararse mejor para estas contingencias y es responsabilidad nuestra ayudar a mejorar los planes. Estoy pensando en proponer algo respecto a este tema. Mi experiencia de estos últimos días en Esquel me permitió ver con claridad algunas falencias. Y creo que desde la Universidad podemos aportar mucho.

“QUEDA MUCHO POR HACER EN MATERIA DE COMUNICACION DE RIESGOS”

La erupción de un volcán no es poca cosa. Las consecuencias de sus emisiones pueden repercutir tanto sobre la salud de las personas y animales como en estructuras edilicias, autos, aviones, economía regional, y más. ¿Estamos preparados para prevenir?

El licenciado Gustavo Villarrosa es geólogo y trabaja en el Grupo de Estudios Ambientales del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente (Inibioma-Conicet-UNCo).

–Hace casi tres años, usted advirtió públicamente acerca de la posibilidad de caída de cenizas sobre la Argentina en los diez años siguientes.

–Sí.

–¿Sirvió? ¿Se mejoró la prevención?

–Diría que hemos avanzado poco. Es siempre difícil prepararse y mantenerse alerta frente a fenómenos que presentan una recurrencia relativamente baja a escala de tiempo humano. Sobre todo en una región que ha sido poblada intensamente sólo en las últimas décadas, sin que exista un “registro” histórico o cultural que permita percibir claramente la exposición a los fenómenos volcánicos. Pero esto no es únicamente patrimonio nuestro, diría que en la gran mayoría de las poblaciones del mundo expuestas al vulcanismo no existe el suficiente grado de previsión o preparación para minimizar la vulnerabilidad.

–¿Cómo funciona el sistema de comunicación de los riesgos a los que estamos expuestos, aun a grandes distancias del volcán en erupción?

–Sobre la comunicación hay mucho que hacer, por eso venimos trabajando desde 2001 en la difusión y sensibilización local frente al fenómeno. Primero con un pequeño proyecto de interés comunitario y más recientemente con un proyecto de extensión de la UNCo en el Centro Regional Universitario Bariloche (CRUB). La línea de acción es reducir la vulnerabilidad y conocer las reacciones necesarias. Ambas son relativamente sencillas para el caso de las caídas de cenizas (que es el tipo de peligro de mayor afectación real en el país). En algunas localidades ubicadas en las proximidades de volcanes activos la situación es un poco diferente y requiere de mayor atención, pero existen antecedentes de trabajos en ese sentido.

NO LLORAR SOBRE LAS CENIZAS DERRAMADAS

En el mundo, existen antecedentes de las consecuencias que acarrea el convivir con las trizas. El daño que pueden causar a la salud humana depende de muchos factores, como toxicidad, características morfológicas de las partículas, dureza, tamaño, cantidad tanto en suspensión en el aire como depositada, entre otras.

Y en la Argentina convivimos con volcanes que pertenecen al “círculo de fuego”, que forma un anillo de “fogatas” alrededor del Océano Pacífico. Será cuestión de darnos por enterados y aprender a prevenir para no tener que llorar sobre las cenizas derramadas.

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FOTOGRAFIA DE CENIZAS DEL VOLCAN CHAITEN TOMADA BAJO MICROSCOPIO.
Imagen: Gentileza Miguel Sanfilippo
 
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