futuro

Sábado, 29 de noviembre de 2008

EVOLUCION Y MENTIRAS PIADOSAS

La paja en el ojo propio

El aniversario 150 de la publicación de El origen de las especies está cerca y se presenta como la antesala de una nueva discusión sobre si es conveniente difundir en las escuelas la teoría darwinista o, por el contrario, si debe enseñarse la propuesta creacionista de que todo fue proyectado desde los cielos.

 Por Esteban Magnani y Luis Magnani

La lucha entre creacionismo y evolución ha entregado un nuevo capítulo. Famosas son las derrotas sufridas en varios estados de los EE.UU. en los que se enseña en instituciones oficiales el “diseño inteligente” en pie de igualdad que la evolución. Esta primera teoría sostiene, básicamente, que la vida es demasiado compleja como para atribuírsela al azar. Está claro que el argumento es más filosófico que científico, ya que no aporta evidencia basada en el método científico como sí lo hace, por ejemplo, la Teoría de la Evolución.

El nuevo problema es que el terreno de la lucha se ha desplazado al corazón mismo del pensamiento científico, de la institución fundante de eso que llamamos ciencia: la Royal Society. El director de Educación, el reverendo profesor Michael Reiss, con la sagacidad de un jugador de Boca que se pone la camiseta de River para entrenar, afirmó, en un festival de ciencias a principios de septiembre, que los exámenes no deberían penalizar a los estudiantes que expresen sus opiniones personales. Ni siquiera si manifiestan que no creen en la Teoría de la Evolución por selección natural.

Reiss fue aún más lejos al aclarar cómo deberían responder los profesores de ciencias a los alumnos que creen en el creacionismo o en el “diseño inteligente” (teoría defendida por el inefable George Bush). Según su criterio, los profesores deberían, sencillamente, decir que quieren presentar la historia del universo y el modo en que evolucionaron los animales y las plantas desde la óptica de la comprensión científica; y manifestar que se cree en la Teoría de la Evolución porque está fundamentada por el método científico. Por otro lado, deberían estar preparados para discutir el creacionismo sin desechar el tema desde el vamos.

Estrategia inteligente

Sin sospechar la ola que levantaría (¿o sí?) Michael Reiss, que tiene un Doctorado de la Universidad de Cambridge en Biología de la Evolución y Genética de Poblaciones, justificó su punto de vista diciendo que cuando era profesor de Biología, al enseñar la Teoría de la Evolución por selección natural, nunca lograba cambiar las creencias religiosas de sus estudiantes. Ocurre que en el Reino Unido, de donde es originario Reiss, muchos alumnos provienen de familias que no aceptan la versión científica de la historia del universo y de la evolución de las especies. Por el contrario, y con sinceridad, creen literalmente en las escrituras cristianas, islámicas u otras. De modo que dar la versión darwiniana de la evolución intentando torcer creencias no es efectivo, por lo que más vale conformarse con hacer entender la teoría como un modo diferente de aprehender el universo.

Claro que esto también implicaría discutir el creacionismo y eso no es algo que sus colegas científicos estén dispuestos a hacer. Tampoco ayuda el hecho de que Reiss está ordenado como sacerdote de la Iglesia de Inglaterra. Sin contención alguna, su colega Richard Roberts, Premio Nobel de Medicina, escribió a Martin Rees, presidente de la Royal Society, una carta de tono subido. Se preguntaba allí, partiendo de la condición de sacerdote de Reiss, cómo fue posible que alguien de este planeta creyera que sería un director de Educación adecuado para la institución y que cómo era posible esperar que respondiera correctamente respecto de las diferencias entre religión y ciencia de una manera razonada. Su colega, el Nobel de Química Harry Kroto, no se quedó atrás y dijo que cuando Reiss estuvo por ser nombrado en el cargo, él le comunicó a la Royal Society que la designación era perturbadora en extremo y que no se podía pedir a un sacerdote que representara el libre pensamiento. Y sin rodeos, pidió la renuncia urgente de Reiss.

La pata que faltaba

Puede parecer curioso que estos dichos hayan levantado tanta polvareda si no se conocen los antecedentes de la Royal Society. Esta institución, creada informalmente por filósofos a mediados de la década de 1640 para discutir las ideas de Francis Bacon, fue fundada oficialmente en 1660 por 12 personas para promover el aprendizaje experimental físico-matemático. El mismísimo Isac Newton era su presidente en 1710 cuando la Sociedad adquirió su primer emplazamiento. Pertenecer a la Sociedad requería, por aquel entonces, una solicitud escrita firmada por los miembros que sostenían la candidatura pero desde 1847 decidieron que sólo el mérito del trabajo científico brindaría la membresía. En 1850 el gobierno reconoció a la Sociedad, le dio un fondo de 1000 libras y comenzó una relación cercana, que se mantiene hasta ahora, aunque la Sociedad ha conservado siempre su autonomía. Hoy está en la Carlton House Terrace de Londres y tiene un staff de 120 personas.

Con antecedentes tan prestigiosos, la Royal Society no se puede permitir la menor mácula. Por lo que la renuncia de Michael Reiss al cargo de director de Educación no sorprendió a nadie, aunque se dejó en claro que el daño causado a la organización había sido no intencional, y que sus dichos sobre el creacionismo habían sido mal interpretados. Probablemente esto sea cierto, por cuanto Reiss dijo que el creacionismo no tiene bases científicas, como las tiene el darwinismo; lo que quiso fue que los profesores estuvieran preparados para discutirlo filosóficamente.

El contexto

El tema que vino a tocar Reiss, con tan poca fortuna, es de los más sensibles para la comunidad científica. En los EE.UU., una gran cantidad de profesores enseña el diseño inteligente, lo que no es de extrañar en una sociedad puritana y mística donde hay fanáticos con poder y dinero para financiar la difusión de sus ideas. La hasta hace poco candidata a vicepresidente por el Partido Republicano, Sarah Palin, manifestó que apoyaba el creacionismo. Pese a que las cortes de ese país han decretado repetidamente que el creacionismo y el diseño inteligente pertenecen al ámbito de la religión y no al de la ciencia, uno de cada ocho profesores sostiene lo contrario, según el primer estudio del tema en el ámbito nacional. Además, el 16 por ciento de los profesores cree que el hombre fue creado hace menos de 10.000 años. El tiempo que estos profesores dedican a enseñar la evolución es, como era de esperar, un 35 por ciento menor que aquellos que tienen una formación más científica. Ante este panorama, no es difícil imaginar que la Royal Society británica haya intentado cortar por lo sano forzando la renuncia de Reiss en menos de dos semanas desde que se inició el conflicto.

El aniversario 150 de la publicación de El origen de las especies está cerca. Charles Darwin mismo era creyente (si bien al final de su vida se manifestaba como no creyente) y demoró mucho en publicar su gran obra e incluso midió mucho las implicancias de sus palabras pensando en la reacción clerical. En la actualidad la religión, algo devaluada respecto de otros tiempos al menos en Occidente, pelea el sayo de la ciencia para colarse por la puerta trasera en las instituciones educativas utilizando incluso a la Royal Society como caballo de Troya.

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REISS DIJO QUE EL CREACIONISMO NO TIENE BASES CIENTIFICAS, COMO SI LAS TIENE EL DARWINISMO.
Imagen: Adán y Eva, por Alberto Durero, 1507. Tomada de Wikipedia.
 
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