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Domingo, 2 de enero de 2011

EL JUICIO DEL MONO: OCHENTA Y CINCO AñOS Y CONTANDO

Otra vuelta al mono

En 1925, un profesor de secundaria del estado norteamericano de Tennessee fue denunciado por enseñar la teoría de evolución de Darwin. En ese momento regía en el estado una ley que prohibía la enseñanza de cualquier teoría contraria a la Biblia y que dijera que el hombre descendía de formas inferiores. Nunca está fuera de moda revisitar el caso.

 Por Claudio H. Sanchez

El hecho es conocido como “el juicio del mono” y entró en la cultura popular a través de la obra teatral Heredarás el viento y de sus muchas versiones cinematográficas. La más conocida es la de 1960, dirigida por Stanley Kramer, y con Spencer Tracy en el papel de abogado defensor. También tuvo su parodia en Los Simpson (“El traje del mono”, décimo séptima temporada).

John Scopes, el profesor en cuestión, enjuiciado por enseñar la teoría de la evolución, recibió una multa de 100 dólares, que era lo que preveía la ley (llamada Butler Act en nombre del legislador que la presentó). La condena fue apelada y, aunque la corte mantuvo su criterio, Scopes fue eximido de la multa debido a un tecnicismo: de acuerdo con la constitución del estado, los jueces no podían fijar multas de más de 50 dólares.

Aunque pasaron ochenta y cinco años del juicio del mono, la teoría de la evolución de Darwin sigue siendo rechazada por muchos norteamericanos y la cuestión de si las escuelas deben enseñar también teorías basadas en la creación divina revive periódicamente en ese país.

LO QUE DARWIN DIJO Y LO QUE NO DIJO

En su versión popular, la teoría de Darwin dice que “el hombre desciende del mono”. Pero Darwin no sólo no dijo eso (en todo caso, que el hombre y el mono descienden de un antepasado común), sino que la idea de que las especies evolucionan a partir de formas previas es muy anterior. Muchos filósofos, desde la antigüedad clásica hasta el Renacimiento, habían propuesto distintas teorías evolutivas. Lo que hace especial a Darwin es que propuso un mecanismo para la evolución que resultó acertado: la selección natural.

En general, los padres se parecen a los hijos: los perros tienen perritos, las tortugas ponen huevos de los que nacen tortuguitas y dentro de una manzana hay semillas de manzano.

Esto es consecuencia de los mecanismos de la herencia. Cada organismo le transmite a su descendencia el ADN que contiene la información necesaria para construir los nuevos organismos. Sin embargo, a veces se producen errores en la transmisión de esta información. Así podría ser que un perro y una perra, ambos perfectamente normales, con cuatro patas, dos ojos y una cola, engendren perritos con ADN diferente. En un caso extremo este ADN podría contener la información para construir un organismo con seis patas, alas o visión de rayos X. Esos cambios, estas características que aparecen en un organismo sin estar presentes en sus progenitores, se llaman mutaciones.

Las mutaciones pueden ser resultado del azar: al generar el ADN que se transferirá al nuevo organismo puede resultar una copia imperfecta, más o menos diferente del original. Otras veces la mutación puede ser producida artificialmente con técnicas de ingeniería genética. Ciertas radiaciones, como los rayos X o los rayos gamma, también pueden alterar el ADN y producir mutaciones.

Planteado este escenario, imaginemos unos insectos de color negro. Por las leyes de la herencia, su descendencia también será de color negro. Pero, como resultado de mutaciones al azar, cada tanto podrán aparecer camadas de insectos de otro color: blancos, marrones, amarillos o verdes. Una vez que se produce la mutación, el nuevo color es estable, hasta la próxima mutación: el ADN de los insectos blancos lleva la información correspondiente a ese color y la transmite a su descendencia, salvo que una nueva mutación vuelva a cambiar el color.

Supongamos entonces que liberamos una población de estos insectos en un campo verde. Los insectos negros destacarán sobre el fondo verde y serán presa fácil de sus predadores, los pájaros que se alimentan de ellos. Los insectos negros solamente sobrevivirán si tienen suerte, si logran esconderse o si se reproducen más rápidamente que lo que los pájaros los cazan.

Lo mismo les pasará a los ejemplares blancos que puedan surgir como resultado de mutaciones. Y a los marrones y a los amarillos. Pero los verdes se confundirán sobre el fondo de ese color y tendrán más posibilidades de escapar de sus predadores y reproducirse. A igualdad de condiciones, la población de insectos verdes se desarrollará más fácilmente que las de otros colores. Con el tiempo, la mayoría de los insectos en ese campo serán verdes. Si, como resultado de nuevas mutaciones, reaparecen insectos de otro color, tendrán pocas posibilidades de escapar a sus predadores y sobrevivir. Solamente los verdes prevalecerán.

Ahora supongamos que una sequía hace que el campo verde se convierta en un terreno marrón. Los insectos, mayoritariamente verdes, serán entonces fácilmente localizables por sus predadores y su población comenzará a disminuir. Pero los ejemplares marrones que pudieran surgir de mutaciones serán ahora los que tengan las máximas posibilidades de sobrevivir. Luego de algún tiempo, los insectos en este campo serán mayoritariamente marrones.

MARIPOSAS MUTANTES

Así opera la selección natural. Se necesitan tres elementos: la herencia, por la cual los padres les transmiten sus características a los hijos; las mutaciones, por la cual los hijos pueden tener características no presentes en sus padres, y el hecho de que algunas características favorecen la supervivencia y otras no.

Es interesante el papel que juega el medio en la evolución. En el ejemplo de los insectos podría pensarse que el cambio de color fue resultado del cambio en las condiciones ambientales (el campo verde que se volvió marrón). En realidad, el color cambió como resultado de una mutación casual. Lo que hizo el ambiente fue ayudar a que el nuevo color prevaleciera.

Esta historia de insectos mutantes no es totalmente imaginaria. Hasta fines del siglo XVIII existía en los bosques de Inglaterra una polilla con cuerpo y alas de color gris claro. Estas mariposas, al posarse en árboles de corteza clara, se volvían prácticamente invisibles para sus predadores. Con la revolución industrial, el humo de hornos y calderas hizo que los árboles de esa zona comenzaran a teñirse de negro. Las mariposas blancas se hicieron fácilmente localizables por los predadores y su población comenzó a disminuir. Pero una mutación hizo surgir una variedad moteada que se ocultaba mejor, que sobrevivió, y pronto todas las mariposas del lugar eran moteadas.

Cuando, en el siglo XX, las políticas ambientales y los cambios en los medios de producción redujeron la contaminación atmosférica, los árboles de la región recuperaron su corteza clara. El cambio perjudicó a las mariposas moteadas, que ahora se destacaban sobre los árboles claros, y favoreció a la variedad gris original que reapareció. Fueron dos confirmaciones de la selección natural en menos de dos siglos.

EVOLUCION, SELECCION Y ECONOMIA

Los que aún se resisten a aceptar la evolución seguramente no son conscientes de la importancia que tiene la teoría de Darwin para la producción de alimentos: los mecanismos de selección se aplican rutinariamente en agricultura y ganadería. Por ejemplo, cuando se quiere desarrollar una variedad de cereal que sea más resistente, más nutritivo o más rendidor, se estudian las distintas mutaciones que aparecen, se seleccionan las más adecuadas según el objetivo buscado y se descartan las demás, logrando en pocos años lo que a la naturaleza le llevaría siglos.

Cuando estos mecanismos se ignoran, la producción de alimentos (y con ella, la economía) se resiente. En la década de 1920 surgió en la Unión Soviética un biólogo llamado Trofim Lysenko que desarrolló su propia teoría de la evolución, no basada en mutaciones y selección sino en la idea de que es posible hacer que una especie adquiera ciertas características, forzando la aparición de una determinada mutación. Por ejemplo, si una especie vegetal se cultiva en un invernadero con condiciones especiales de humedad, la especie terminaría por “acostumbrarse” y las nuevas generaciones estarían naturalmente adaptadas a ellas.

Su teoría era una variación de la propuesta más de un siglo antes por el francés Lamarck: las modificaciones practicadas en forma forzada a un organismo se trasmitirían a sus descendientes. Por ejemplo, si depilamos a una familia de ratones y a sus descendientes, tarde o temprano los ratoncitos nacerían naturalmente sin pelo. Esta teoría ya estaba desprestigiada en tiempos de Lysenko. Habían fracasado los intentos de comprobarla experimentalmente y chocaba con la evidencia: si las hembras perdían su virginidad cada vez que procreaban, ¿por qué seguían naciendo vírgenes?

En cualquier caso, la teoría de Lamarck y su variante de Lysenko resultaban atractivas para el marxismo porque suponían que una especie podía mejorar si se esforzaba lo suficiente. Lysenko fue tratado como un héroe y un genio en la Unión Soviética, mientras se perseguía al darwinismo. El prestigio de Lysenko comenzó a decaer tras la muerte de Stalin, cuando sus colegas empezaron a publicar artículos que revelaban las falacias de sus métodos. En 1964, poco después de la caída de Kruschev, Lysenko fue destituido y el país volvió a aplicar técnicas basadas en la selección. Sin embargo, la agricultura soviética y la producción de alimentos tardaron muchos años en recuperarse. Mientras tanto, los científicos y técnicos de Estados Unidos siguieron aplicando las teorías de Darwin, en contra, muchas veces, de los deseos de su propio pueblo.

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