futuro

Sábado, 14 de mayo de 2011

IMAGENES DEL ESPACIO EXTERIOR

La Rosa del Hubble

El Telescopio Espacial celebra sus 21 años con una reveladora imagen de dos galaxias en interacción.

 Por Mariano Ribas

A esta altura, ya pocas dudas quedan: el Telescopio Espacial Hubble es el instrumento científico más popular de todos los tiempos. Su leyenda comenzó en la mañana del 25 de abril de 1990, cuando fue liberado de la bodega de carga del transbordador espacial Discovery. E inmediatamente después quedó en órbita terrestre. Allí, a 600 kilómetros de altura, y dando una vuelta a la Tierra cada 97 minutos. Y vaya que ha dado vueltas: en sus 21 años recién cumplidos, este cilindro plateado, del tamaño de un colectivo, ha completado 114 mil órbitas al planeta. Sin embargo, claro está, lo más impresionante, lo que lo ha hecho verdaderamente famoso, y científicamente invalorable, han sido sus épicos viajes por el universo. Este prodigio de la óptica y la electrónica ha clavado su ojo todopoderoso en planetas, lunas, asteroides, y cometas del Sistema Solar. Ha barrido buena parte de la Vía Láctea, explorando a fondo cúmulos estelares y grandes nebulosas donde continuamente se forjan nuevos soles. Y hasta se ha animado al vértigo de los abismos cosmológicos, escrutando galaxias relativamente cercanas, o decididamente perdidos en los confines del universo observable. Ahora, a modo de celebración, la NASA acaba de publicar una nueva postal del Hubble. Una imagen tan maravillosa como reveladora, porque nos muestra, como nunca antes, a un singular dúo de galaxias que los astrónomos conocían vagamente. Y que llamaban, simplemente, Arp 273. Son dos lejanísimas islas de estrellas en plena danza y coqueteo gravitatorio. En esta edición de Futuro, vamos a conocer algo de la historia de Arp 273. Y también, intentaremos “leer” esta maravillosa imagen, destinada a convertirse en un clásico del Hubble: la “Rosa”.

GALAXIAS PECULIARES

Espirales, elípticas, irregulares... las galaxias, esos monumentales ladrillos que forman la macroestructura del universo, vienen en todas las formas y tamaños. Y eso lo comprobó, durante la década de 1920, el mismísimo Edwin P. Hubble (1889-1953), uno de los primeros astrónomos que descubrió la expansión del universo (y por eso el telescopio espacial lleva su nombre). Pero el tiempo demostró que había cosas mucho más raras. Galaxias que, por distintas razones, se escapaban a la tradicional Clasificación de Hubble. Ya en 1966, y tras un arduo trabajo de observación, fotografía y clasificación, el estadounidense Halton C. Arp (1927) presentó su Atlas de Galaxias Peculiares, todo un hito para la astronomía galáctica. Allí aparecían 338 ejemplares sumamente especiales. Islas de estrellas relativamente cercanas (a decenas o cientos de millones de años luz de distancia) que no encajaban en los moldes tradicionales. El atlas de Arp tenía un poco de todo: galaxias espirales deformadas o con pequeñas compañeras; otras que mostraban vagos rasgos elípticos; algunas decididamente amorfas; pequeños grupos; galaxias dobles (atención con éstas); y hasta un puñado de cosas inclasificables. La intención de Arp (que dicho sea de paso, siempre fue un acérrimo opositor a la Teoría del Big Bang) era presentar una buena colección de rarezas que, a modo de “experimentos naturales” permitieran entender mejor los procesos que afectan, modelan y distorsionan a las galaxias. Y justamente de eso se trata esta historia.

UN DUO LLAMADO ARP 273

El valioso trabajo de Arp incluía varios objetos ya conocidos, pero de todos modos “peculiares”, como por ejemplo, la galaxia espiral M51 (catalogada Arp 85) que, efectivamente tiene una pequeña compañera, casi a modo de apéndice. O la gigantesca M87 (Arp 152), que ostenta un poderoso chorro de gas que brota de su núcleo (asociado, seguramente, a un súper agujero negro). Pero también, allí aparecían ejemplares nunca antes bien registrados. Entre ellos, un tal Arp 273. Según reza la descripción original del catálogo de Arp, se trata de dos galaxias juntas, con brazos largos, bien definidos y suaves, no irregulares. Según las estimaciones actuales, ambas están a 340 millones de años luz de la Vía Láctea. Y se las puede observar, con grandes telescopios, mirando hacia la constelación de Andrómeda. Individualmente se las conoce como UGC 1810, la mayor, y UGC 1813, su compañera menor (UGC es otro catálogo de galaxias). Si bien es cierto que los astrónomos ya sabían que Arp 273 era un par de galaxias en interacción gravitatoria, no había imágenes lo suficientemente buenas de ambas. Hasta que el Hubble hizo de las suyas. Otra vez.

LA MIRADA DEL HUBBLE

A fines de 2010, los astrónomos del Space Telescope Science Institute (Baltimore, Maryland, Estados Unidos) decidieron apuntar el Hubble hacia Arp 273. Y así fue como el 17 de diciembre pasado, el legendario telescopio, con su “Cámara de Campo Amplio 3” (WFC 3), realizó una toma del dúo galáctico de casi seis horas de exposición. Y con tres filtros distintos (dos de luz visible, y otro ultavioleta). El resultado fue publicado hace unos días, justamente para celebrar los 21 años del Hubble. Aquí está. Y es verdaderamente maravilloso. Justamente por eso, vale la pena detenerse un instante para desmenuzar bien la imagen, y así entender (y disfrutar) este verdadero drama galáctico. Vamos a “leer” la foto. Del mismo modo que los geólogos saben “leer” paisajes, rocas y cordilleras; y los paleontólogos saben “leer” fósiles y otras huellas de la vida en tiempos remotos; los astrónomos pueden “leer” lo que ven y fotografían con sus telescopios. Veamos, entonces, qué se puede leer en esta foto del Hubble.

LEYENDO UNA “ROSA”

Lo primero es lo primero: lo que aquí vemos, es una pequeña “ventana” al cielo, de menos de un décimo del diámetro aparente de la Luna. Pero a la distancia a la que está Arp 273, eso equivale a un área de 260 mil años luz de diámetro. Ese es el marco de la escena. Vamos ahora a las dos protagonistas. Con el primer golpe de vista resulta evidente el porqué de su mote actual: “la Rosa”. De las dos, UGH 1810 (arriba) es claramente la mayor. Una gran galaxia espiral, vista de frente, de más de 100 mil años luz de diámetro (similar a nuestra Vía Láctea). Su cuerpo espiralado está un tanto deformado: sus brazos internos están “torcidos”, y su brazo externo aparece “desgarrado” hacia abajo. Dos claros signos del largo juego gravitatorio con su compañera (UGH 1813). Pero, además, ese mismo brazo parece dar toda una vuelta, casi a modo de “anillo”. Y esa característica es típica en dúos de galaxias donde una ha pasado a través de la otra. Quizás aquí haya pasado lo mismo, hace decenas o cientos de millones de años. Un último rasgo notable de la galaxia más grande: en la parte de arriba, vemos un salpicado de puntitos azules. Son grandes cúmulos de estrellas jóvenes, masivas y muy luminosas (especialmente, en luz ultravioleta). Probablemente, la marea gravitatoria ayudó a agitar y a compactar grandes masas de gas y polvo en esas regiones externas de UGH 1810, disparando oleadas masivas de formación estelar.

Saltemos a la galaxia más chica, la UGH 1813: tiene un poco más de la mitad del diámetro de UGH 1810, y aunque también es espiralada, se nos presenta casi de perfil. Mirando con cierto cuidado, veremos que el extremo derecho de UGH 1813 se proyecta hacia arriba, en una suerte de “puente” difuso (formado por estrellas dispersas, y masas de gas y polvo). Es otro claro signo de interacción gravitatoria. Nos queda un último dato que si bien no resulta evidente en la foto, tiene su importancia: según los estudios espectrales (análisis de la luz), el núcleo de la galaxia más chica es más brillante y activo que el de la más grande. Para los expertos, eso significa una mayor tasa de formación estelar, disparada, también, por el caos gravitatorio general. Esta diferencia de “respuesta” en el núcleo de una y otra, tendría una explicación: en general, las galaxias chicas han consumido menos gas de sus núcleos que las mayores. Y ante un encuentro cercano, esas reservas pueden encenderse de golpe.

Algún remoto día, dentro de cientos de millones de años, las dos integrantes de la “Rosa del Hubble” se fundirán en un abrazo final. Y darán lugar a una única galaxia, probablemente de forma apelotonada. Nunca lo veremos. La parte que nos toca es ésta: apenas un fotograma de su larguísima y complicada danza gravitatoria. Una eternidad para los tiempos humanos. Un parpadeo efímero y maravilloso para los tiempos cosmológicos.

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