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Viernes, 18 de septiembre de 2015

VISTO Y LEíDO

Fotogramas del agua

Silvina López Medin utiliza en su nuevo libro, “62 brazadas” el argumento de un célebre cuento de John Cheever para encontrar en la natación una sensibilidad radiante.

 Por Daniel Gigena

El tercer libro de poemas de Silvina López Medin (Buenos Aires, 1976) surgió de una obra de teatro que ella escribía, basada en el cuento de John Cheever, “El nadador”. En esa obra, Neddy Merrill aparecía ante un grupo de personas que tomaba sol en la terraza de un hotel y les decía la frase que está al comienzo del relato de Cheever: “Anoche bebí demasiado”. Para la autora, el proyecto perdió encanto y la obra quedó trunca porque no podía representar en ella una de las variables fundamentales del cuento: el movimiento del tiempo, que acompasa el del nadador. Pasaron los días y López Medín escribió en un cuaderno de notas unas líneas, “uno de esos textos enmarañados que piden aire”, como escribe en el epílogo de 62 brazadas. Esos versos se convirtieron en el inicio de una serie poética protagonizada por un personaje que ve en las piletas de los vecinos el curso de un río. “Has puesto un límite a tu aventura/ has elegido aguas domésticas”, se lee en uno de los breves poemas, la “novena brazada”. Sobre las huellas genéricas en la escritura de su libro que van del cuento a la obra teatral y de ésta al conjunto de poemas la autora comenta: “Esas transformaciones tienen que ver con la insistencia que aparece en la serie y en la natación. Además, me atrajo pensar un texto poético a la manera de un guión: en cada bloque ver qué hacía, qué le sucedía a ese personaje. Supongo que eso hizo que me atuviera a cierta línea, que la escritura fuera condensada: había un personaje, una acción muy concreta. En ese sentido, fue un trabajo arduo y a la vez placentero. Salirme un poco de mí, intentar ver cada bloque casi como un fotograma. Creo que eso dio impulso a la serie, a que avanzara. Cuando la empecé a escribir jamás imaginé que terminaría durando 62 bloquecitos”.

En el libro, el protagonista a quien la voz poética presenta en textos conjugados en segunda persona, de una manera mitad imperativa, mitad solícita, pero siempre metódica entra en una pileta, nada, alcanza el borde, sale y hace pie, vuelve a zambullirse en otra y reinicia el proceso: “Los pies sobre la tierra, plantarte/ al borde otra pileta/ con esa decisión de saltar, saltar/ ahora: agua/ quedarte adentro, en lo radiante”. ¿Qué lo impulsa a seguir cada vez? “La brazada condensa algo de ese gesto: el brazo se extiende, parece que fuera a alcanzar algo y no lo hace: vuelve a hundirse, vuelve a salir. Pienso que intenté escribir sobre ese vacío; uno avanza, en la escritura, en la vida, sobre esa especie de vacío. Avanzar sobre el vacío es insistencia, es fe.” Los poemas de 62 brazadas son concisos, pocos superan los cinco versos; varios dísticos, como si fueran didascalias poéticas, están referidas al entorno y también a las posibilidades retóricas de la trama del poema: “Hueco del terreno que contiene agua/ que contiene”.

“Mientras escribía la serie me hacía muchas preguntas, algunas de las cuales explicito en el epílogo. ¿Por qué necesitaba que este personaje estuviera en el agua? Quería indagar los sentimientos que surgen al enfrentarse con un entorno no natural”, dice López Medín, que en su escritura suele utilizar una constelación de analogías y correspondencias entre el lenguaje y la naturaleza, entre el discurso poético y el proceso cognitivo: “Lo que ofrece el agua/ es resistencia./ No esperes otra cosa del agua”. Ya en su libro anterior, Esa sal en la lengua para decir manglar (en cuyo título se revelaba una declaración de elocuencia y de dicción), había utilizado la imagen de un bosque pantanoso para figurar la intensidad del entrecruzamiento de dominios que la poesía puede condensar. Por su temática y por su forma, 62 brazadas se suma a un conjunto de textos poéticos sobre la natación en aguas abiertas y “domésticas” escritos en la Argentina: Crawl, de Héctor Viel Temperley; Aguas, de Alicia Genovese; Casi boyitas, de Gilda Di Crosta (con ilustraciones de Daniel García), incluso algunos poemas de Fogwill en Versiones del mar, de Miriam Cairo y de Clara Muschietti.

62 brazadas
Silvina López Medin
Zindo & Gafuri

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