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Viernes, 29 de abril de 2016

ENTREVISTA

El futuro ya está aquí

Antes de su llegada al país para participar de COMUNES: Los caminos de la colaboración, encuentro internacional de economías colaborativas y cultura libre que tendrá lugar entre el 4 y 7 de mayo, la futurista brasileña y especialista en Economía Creativa Lala Deheinzelin repasa algunos conceptos clave que definirán el mañana. Un futuro donde, augura, compartir será clave, las energías serán sustentables y la democracia, digital directa.

 Por Guadalupe Treibel

Cuando Lala Deheinzelin tenía 4 años, su mamá la encontró sentada en los escalones de su casa, en plena madrugada. “¿Qué hacés?”, le preguntó. “Estoy pensando”, fue la réplica de la niña. “¿En qué?”, quiso saber la progenitora; respondió entonces la pequeñita: “En cómo cambiar el mundo”. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde que la –entonces– purreta declarase aquella primera intención, empero la voluntad férrea se mantiene incólume, buscando hoy día construir un futuro donde el bien común sea una realidad de hecho. No por nada, esta mujer nacida en São Paulo, en 1958, es a menudo referenciada como una de las 100 mujeres del globo que está co-creando una nueva sociedad y, sí, una nueva economía, donde creatividad, sostenibilidad y gestión colaborativa son estrategias clave para el desarrollo del siglo XXI. Donde la innovación se basa en posibles, ya no en probables. Donde el modelo centralizado y lineal ha quedado vetusto, y el trabajo en red multiplica potencialidades y recursos –sociales, ambientales, culturales y financieros–, volviéndonos “exponenciales”.

Acaso una de las futuristas más resonantes de su Brasil natal y de América Latina toda, esta pionera en Economía Creativa y Colaborativa llegó al campo tras recorrer –y nutrirse– de otros tantos: biología (“para entender la naturaleza de las cosas”), actuación, danza, producción… Como consultora, tallerista y conferencista en la materia convocante, desarrolla políticas y estrategias centrales que la han llevado a trabajar como asesora para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la UNESCO, o países como Cabo Verde, Mozambique, China. Sin desatender su aporte a organismos multilaterales y redes colaborativas, claro. Propietaria de Enthusiasmo Cultural, creadora del movimiento Cree Futuros y autora del libro Desejável Mundo Novo (disponible para descarga gratuita en portugués o inglés), “ficción” que fuera distribuida en Río +20, Deheinzelin anticipa algunas ideas que compartirá en COMUNES. Los caminos de la colaboración, encuentro que se realiza en Buenos Aires entre el 4 y el 7 de mayo, en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y Club Cultural Matienzo,

Lala, ¿cómo se inicia tu interés por la Economía Creativa?

–Siempre me dediqué a solucionar problemas, y lo hice en áreas muy disimiles: biología, historia, artes, corporaciones, gobiernos… Llegué a la Economía Creativa en mi búsqueda por hallar modelos sostenibles. Y la Economía Creativa es, por ponerlo en términos sencillos, una economía que se basa en recursos intangibles, como ser la cultura, el conocimiento, la creatividad, los valores. Recursos que se multiplican y renuevan con el uso, que tienen una vida dinámica exponencial. A diferencia de la Economía tradicional, que se basa en recursos tangibles que se agotan (por ejemplo, el petróleo). Empero, cuando creía que la Economía Creativa era la solución, entendí que si no se une a un proceso de gestión colaborativa, si no se comparte infraestructura, si los recursos son meramente financieros y no multivalor, tampoco funciona. El desafío es unir estas cuatro dimensiones y hacerlo en escala, porque de momento las experiencias son micro. Hay mucha abundancia en la red; y está disponible pero no accesible. Para ser accesible se necesitan herramientas, una plataforma. La causa ya la tenemos: un futuro sostenible y deseable para todos.

A menudo hacés hincapié en imaginar “futuros deseables”, plantar imágenes como semillas, contraponiendo esta figura con la de “futuros probables”…

–La manera de ampliar el posible es mirando lo deseable, no inventando el probable. Ampliar el campo de posible es lo que genera verdadera innovación. Y el deseo es el motor. Por eso, en general, los artistas han sido súper futuristas, porque están en contacto con su deseo y el de la sociedad. Los futuros son más soñados por artistas que pensados por cientistas. Como futurista, siempre me ha resultado curioso cómo, teniendo la posibilidad de mejorar el mundo, la gente opte por no hacerlo, y considero que se debe a que cree que no es posible. Mi trabajo, entonces, es coleccionar ejemplos, sistematizar por qué funcionan, explicarles a las personas que sí lo es. Como dice un colega: el futurista ve lo que está pasando, pero todavía no ha sido percibido. Porque estas no son invenciones: es sistematización a partir de la observación de cosas que están ocurriendo.

Aclaremos, para los despistados, que el futurismo del que aquí hablamos nada tiene que ver con el movimiento de vanguardia italiana de Filippo Tommaso Marinetti, de claro corte fascista, que mezclaba nacionalismo garibaldino con una concepción belicista, militarista, a comienzos del siglo XX.

–¡No, por favor! ¡Nada que ver!

¿Qué casos concretos de economías creativas exitosas podrías mencionar?

–Pues, las distintas ediciones de la Semana de la Economía Colaborativa son un claro ejemplo. Combinando las cuatro economías (Creativa, Compartida, Colaborativa, Multivalor), sin presupuesto ni una organización centralizada, logran realizarse en cantidad de países y escenas. Otro ejemplo serían las sharing cities, red de ciudades que aplican formas colaborativas, creando nuevas normas y procedimientos para llevarlas a cabo (recomiendo especialmente la fenomenal revista electrónica Shareable para empaparse de este y otros temas). En Brasil, hace más de 10 años existe el Circuito Fora do Eixo (en portugués, Fora do Eixo significa “Fuera de eje”), activador de redes latinoamericanas, presente en varios países, que comenzó en ciudades pequeñas con producciones musicales alternativas y, desde entonces, trabajan en forma colaborativa, con una sistematización de equipos de recursos para llevar adelante sus actividades. Hacen miles de eventos anuales, es impresionante; y los realizan con entre un 15 y 30% de dinero y el resto en flujos no monetarios. En Argentina, está el banco de redes Minka, que toma su nombre de la tradición precolombina, donde designaba mecanismos de reciprocidad y mutualización. Como futuristas, nuestro desafío es mirar este tipo de iniciativas y escalar hacia la gestión pública, instituciones, organizaciones. Normalmente, la innovación prende primero en los pequeñitos alternativos y, una vez sistematizada, comienza a aplicarse en otros ámbitos.

Cantidad de pueblos originarios aplicaban formas de Economía Colaborativa, prácticas que recibieron nombres como minka, tequio o ayni según la región o la etnia ¿Se pueden tomar como modelos para futuros deseables?

–Es una excelente observación y una de las razones por las que nosotros, desde América Latina, seremos quienes produzcan las bases para el próximo modelo de desarrollo, combinando conocimientos tradicionales, ancestrales, con tecnología de red. Sin más, en países como Argentina, Brasil o Bolivia se están desarrollando herramientas impresionantes. Porque aun cuando existe ese antecedente en nuestra historia, operaba entre comunidades pequeñas, grupo de afinidad por clan o territorio. Ahora, en cambio, es posible y necesario entender que la comunidad no está limitada por el territorio o las costumbres: somos todos, la humanidad, el planeta. Lo cierto es que el modelo estadounidense de generar riqueza por consumo, de competición, del emprendedor solitario, ya no funciona más.

¿El trueque, práctica presente desde el neolítico, es una de las formas viables?

–Durante muchos milenios, la economía se basó en formas de trueque; lo fantástico es que hoy podemos hablar de trueque 2.0, con intercambios multilaterales. Existe, por ejemplo, una tarjeta como bartercard, que permite hacer depósito de servicios. Digamos, por ejemplo, que soy peluquera y deposito cinco cortes de pelo. Con ese crédito disponible, puedo cenar en un restaurante en Tailandia –si el establecimiento acepta este modo de pago–. Este método, llamado reciprocal trade, ha estado presente en corporaciones desde siempre; salvo que antes eran los brokers los que disponían qué hacer con los excedentes.

Según has declarado, una vez que estas prácticas comienzan a implementarse y extenderse, otras formas estructurales comienzan a caer: los partidos políticos, el modo de generar energía, la forma de distribuir los recursos, etcétera. En este escenario posible, hablás de sistemas de uso compartido, de microenergías limpias autoabastecedoras, de democracia digital directa…

–La manera en que se organiza la sociedad, la información, los recursos, tiene que ver con el modo en que las cosas se conectan y fluyen. Hubo un momento, por caso, en que el modelo monárquico y monopólico no pudo continuar, y llegó la Revolución Industrial. Del mismo modo, ahora sucede algo similar, pero en forma exponencialmente más rápida, amplia y potente. Hace 20 años estamos en red, el flujo ya no es lineal y cada uno puede conectarse con el otro; eso significa otra forma de pensar, de comercializar, de vivir, de todo. Por tanto, no hay manera de que no haya cambio de modelo político y financiero.

Previo a desarrollarte en el campo de la Economía Creativa, trabajaste como actriz en films como Festa (1989), de Ugo Giorgetti, y O Corpo (1991), de Jose Antonio García. Empero, acaso uno de tus roles más recordados sea Cecilia, en la novela Vale tudo, que a fines de los 80s transmitió TV Globo. Allí, junto a la actriz Cristina Prochaska interpretaron a la primera pareja abiertamente lésbica de la televisión brasilera, un hito en el país…

–Es curioso, he pasado por cantidad de áreas muy distintas, tuve una suerte muy grande de conocer distintos ámbitos de la sociedad desde adentro, y siempre ha sido con cierta relevancia, pesaje. La experiencia en la tele es, sin duda, una de ellas, y me permitió comprender, por caso, que los medios de comunicación no son un poder más: son el poder. Por otra parte, la experiencia demostró una vez más que el colectivo tiene más consenso de lo que entonces se creía, porque estos personajes –primera pareja lésbica de Brasil– le encantaban a todo mundo. La gente estaba lista para celebrar la identidad, no tolerarla. Porque a la diversidad hay que festejarla; ese concepto gringo de tolerancia es –de por sí–intolerante. Lo que sí fue duro fue ser conocida como apariencia, que las personas conociesen tu cara pero no supieran nada más de ti. Como a menudo sucede con las mujeres, era mirada pero no vista. Digamos que mi paso por la tevé fue el experimento extremo de qué significa este problema. Un problema porque lo que importa genuinamente no es el hardware: es el software.

Tu padre, Jacques Deheinzelin, es un realizador francés que llegó a Brasil a fines de los 40s, participando de la creación del gran estudio de cine Vera Cruz. También es economista autodidacta, historiador, productor…

–Sí, y sin duda ha sido una gran influencia. Participó intensamente en los procesos de organización sectorial (del cine), en la formulación de leyes a favor de artistas, en el apoyo a productoras. Además, él ya suscribía a la Economía Creativa, aún antes de existir el término. A él le interesa mucho comprender sistemas a través de lo tecnológico y humano; nosotros como extensión de la ciudad y la ciudad como extensión de nosotros, sin tanta distancia entre naturaleza y tecnología. Como si fueran dos caras de la misma moneda. Se ve que tengo sus ojos…

Recientemente, el reconocido futurista australiano Ross Dawson, autor de libros como Living Networks, confeccionó un listado –en el que, por supuesto, estabas incluida–de mujeres futuristas que están haciendo un gran trabajo en la materia. Subrayaba, además, que el campo es mayoritariamente masculino y que las especialistas no suelen recibir el crédito que merecen por su trabajo ¿Cuál es tu experiencia al respecto?

–Encontré esa reflexión sumamente interesante. Nuestra área no es ajena a la realidad del mundo; en todo caso, es un reflejo de lo que sucede en tantos otros ámbitos. No sabría decirte si la desigualdad es más fuerte en el campo del futuro; lo que sí he notado es que, mientras la mayor parte de los varones hace hincapié en lo tecnológico, el abordaje de las mujeres futuristas es distinto; está más ligado al aprendizaje, al cambio de mentalidad. Al futurismo cultural, digamos.

¿Dirías que hay una visión homogénea entre especialistas sobre cómo abordar el futuro?

–No la hay ni podría haberla. Porque no hay un único futuro posible; hay muchos. En especial en un mundo en red que cambia constantemente, donde las novedades emergen a diario. Lo importante es alfabetizar sobre el futuro, porque es lo que nos sirve para dibujar el presente. Y la mejor brújula para elegir caminos es el deseo, porque atendiendo al deseo se percibe lo posible, ya no lo probable. En especial en países como los nuestros, en crisis, en etapa de cambio –de modelo político, económico, etcétera–, donde nuevas formas de gobierno son inevitables…

Hacia la democracia digital directa…

–Tal cual. De hecho, la tecnología para una red distribuida inteligente ya existe. Entonces, me resulta llamativo que aún con todo lo que está ocurriendo en Brasil, donde la cosa es muy aguda, la gente no hable de una tercera opción. Hay una polarización entre partidos cuando, en realidad, ambos son iguales: necesitan de la corrupción para mantenerse. Entonces, ¿por qué no asumirnos como transicionistas que, a nivel global, van hacia otros modelos? No sé por dónde empezará el cambio; acaso sea en España o Dubái. Lo que sí creo es que será en poco tiempo; antes del 2022 ya tendremos un nuevo modelo. Y es que, aunque muchos no lo noten, estamos en velocidad exponencial. En este contexto, el rol de Latinoamérica es sumamente importante, en especial al momento de trabajar futuros posibles desde una mirada social y cultural; aspectos clave en tanto sin cambio de mentalidad y comportamiento, los demás cambios no llegan. Y el Norte se dedica muchísimo a comprender el futuro desde el punto de vista tecnológico, pero rara vez piensa en los modos de vivir, de pensar.

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