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Viernes, 24 de junio de 2016

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La caca está en orden

Fáchima está exultante con el nuevo presidente y sale a patear cabezas de pobres a golpes de lengua viperina desde su ventanita cheta en la web.

Una Fáchima es esa vecina que una cruza paseando el perro, recién levantada y ya con un batido de cerebro muy Radio Mitre tempranísima. Destilando, entre mate y mate, odio clasista desde la primera mañana. Explicando, por ejemplo, el nuevo “encuadramiento ético argentino”: “Cada uno se empieza a ubicar en el lugar que le corresponde. ¿Aumentó el pan a cuarenta pesos? Listo, ¡no se compra más! Resuelto el problema de los celíacos y de esos chicos de pocos recursos que igual están excedidos de peso. Y ningún feriado puente ni esos inventos de vagos. Hemos vetado también la ley esa de los despedidos. Es todo en beneficio de los trabajadores, parece que no… ¡pero sí!”, reflexiona desde su fanpage de Facebook con más de trece mil seguidores. Entre ellos cada tanto se cuela algún paracaidista que la putea porque no entendió el chiste. Otrxs -que tampoco entendieron- dicen sentirse muy representadxs, que por fin alguien expresa con tanta claridad el fuero interno del cacerolero medio pelo promedio.

Hay que reconocérselo: Fáchima mantiene una férrea línea de pensamiento, con la meritocracia como faro hacia el tercer semestre. Y aun hundiéndose en el más oscuro de los túneles o en el popó de su propio perro, junta aire para salir a la superficie y gritar “¡Igual con los kukakakas estábamos peor!”. Bajo la manga, siempre, un argumento súper meditado, para enrostrarles a los que ponen palos en la rueda: las críticas se explican por “la envidia que genera nuestro Presidente. Parece que no se puede ser buen mozo, hábil para los negocios, simpático, entrador. ¡Es un poder magnético!”. Por eso Gabriela Cerruti lo sigue a todos lados: “¡A cada cosa que hace Mauricio, Cerruti la denuncia! Yo las banco, chicas, con el ‘Ni una menos’… ¡pero ni una más en la política, por favor! ¡Qué conventilleras que son!”. Y cuando no hay remate, María de Los Ángeles, la amiga cordobesa de Fáchima, igualmente hecha y derecha, lo remienda con un “Cuídense, changuitos”, mensaje de cariño para los suyos, nacidos y criados del lado bien de la grieta.

Fáchima no tiene el temple sereno de Micky Vainilla, ni la sangre azul de las señoras de Barrio Norte que interpretaban Antonio Gasalla y Carlos Perciavalle, quienes en 1971, en el disco Yo no... ¿y ud? -un retruco al slogan de la dictadura “Yo quiero a mi país... ¿y usted?”-, querían arreglarlo todo mandando a lxs pobres a Rusia. Fáchima es otra cosa, es representante de la clase sin clase. En su acento forzado, su regocijo por las plazas vacías y libres de manchas de grasa de choripán, en su negacionismo (¡basta ya de currar con los Derechos Humanos!), resuena el residuo más fascista del sentido común. Pero humor no le falta: “ahora los negros piden el blanqueo, ¡ironías de la vida!”, dice mientras le pide paciencia a su empleada doméstica por los aportes que no llegan ni llegarán y ofrece la mirada esperanzadora del vaso medio lleno: “es preferible trabajar en negro y por un sueldito que estar sin trabajo”. Por su amor a lo extranjero y lo ajeno -y con los pesitos extra que juntó por no pagarle la jubilación a la empleada- se fue a pasar unos días a Cancún. Tampoco allí halló la paz tan ansiada: “En este país también rompen las guidas, ahora, con estos 33 chiquitos que han muerto, que han quemado vivos, no recuerdo bien.” Manda saluditos para todos desde esas divinas playas, donde se fue para escapar del frío y de algunos periodistas que se empecinan en dar malas noticias: “Hay un complot internacional contra nuestro Presidente. No paran de descubrirle plata afuera. ¡Qué desequilibrio! ¿Por qué la prensa del mundo no dice ni una palabrita de los hijos de Báez? Parece que hay que ser Presidente para que se fijen en vos…” Ni ella misma se hubiera imaginado que estos tiempos la encontrarían así: muy, pero muy, politizada; relamiéndose el dulzor del triunfo. ¿Quién no conoce una? Las Fáchimas siempre han estado entre nosotrxs, sólo que ahora se pasean con la euforia de sentirse de nuevo como en casa, con todo en orden. Ahora, sí, ¡cuídense, changuitos! l

Facebook: Fáchima

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