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Viernes, 28 de enero de 2005

LIBROS

Mrs. Amable

Con las contratapas que durante los últimos seis años Ima Sanchís publicó en el diario La Vanguardia de Madrid –la mayoría entrevistas a personas que han sufrido lo suyo y sobrevivido para contarlo– se armó el libro El don de arder. Mujeres que están cambiando el mundo, en el que la autora intenta mostrar “una luz de esperanza”.

 Por Sonia Santoro

De inmaculada, nada”, dijo su abuela escocesa. Y la llamó Ima. Se podría decir que desde entonces Ima Sanchís se dedicó a meter las narices en lugares poco pulcros, nada adecuados para una señorita y menos para la mujer que probablemente imaginó la otra abuela, la valenciana, cuando quiso que esa beba llevara su mismo nombre. Ese recorrido la metió en el periodismo a los 16 años. Los últimos 7 viajó por el mundo entero para entrevistar y fotografiar vidas atroces en las que sus protagonistas hayan podido vislumbrar algún vestigio de luz. Parte de ese trabajo es el que ha volcado en su libro de entrevistas El don de arder. Mujeres que están cambiando el mundo, que acaba de publicar la editorial Del Nuevo Extremo. Allí, Sanchís rescata voces de mujeres analfabetas, políticas, escritoras famosas o científicas que han sabido trabajarse a sí mismas en su desgracia y crear sus propias verdades para poder seguir adelante.
Ima Sanchís está hecha de frases que le han dicho otros. No es que las repita como un loro, no. Sólo que ha estado con muchos otros y otras en el mundo entero, y se ha metido tanto con cada uno de ellos que no puede, dice, más que aprender de esos encuentros; tomar las frases que más le resuenan, recordar a esos personajes con el cariño que se recuerda a alguien próximo.
Empezó con todo este barullo, como lo define ella, a los 16 años, cuando fue a un diario de Mallorca a atender un teléfono rojo al que llamaban para quejarse. Luego se llevó la corresponsalía a Barcelona, escribió en la revista Interview y hace 10 años es reportera en el diario La Vanguardia, donde desde 1998 publica estas entrevistas de carácter social, entendiendo lo social como político, en la contratapa.
Su primer viaje fue a la guerra de El Salvador. No volvió a hacer conflictos. “Pienso que hay que dar un poco de esperanza. La gente que me llama y me cuenta sólo desgracias y no ha crecido nada de eso, no las publico. Procuro hacer entrevistas que demuestren que se puede salir de los atolladeros”, dice, a cara lavada, en una mañana de sol casi tan deliciosa como su acento.
–¿Cómo es que hacés un libro de mujeres que están cambiando el mundo y planteás que no sos feminista?
–No, lo que no me gusta es la división. En realidad, el tipo de entrevista que yo hago es muy personal, en el sentido de que cuentan una vida y hay vidas interesantes en todas partes.
–Pero en las historias de El don..., muchas mujeres pasaron lo que pasaron por ser mujeres.
–Es que está muy mal entendido el tema del feminismo. Cuando entrevisto a políticas que me dicen “no feminista, no”, me pone muy nerviosa... Si feminismo es defender la igualdad de derechos, pues por supuesto que soy feminista porque está claro que no se ha igualado, en el tercer mundo ni hablemos pero en el primero tampoco porque, a igualdad de cargos y preparación, las mujeres siguen cobrando menos. El tema es que hay tantos tipos de feminismo, y es una pena porque las propias mujeres nos negamos a eso, no lo conocemos a fondo.
–Muchas de las mujeres entrevistadas fueron sometidas por sus madres. ¿Qué podés decir de eso?
–Alguien me dijo: “No nacemos al mundo sino el mundo nace en nosotros”, es decir, a un bebé el mundo se le viene encima en el cerebro y acaba siendo lo que es nuestra sociedad y ahí se forman los prejuicios. Yo creo que hay que cuestionarlo todo. Muchas de estas mujeres hay un momento determinado en el que cuestionan: a ver, a mí no me parece normal que me peguen aunque les peguen a todas, yo no lo aguanto más. Hay que ser muy fuerte para eso porque si a todas tus amigas les pegan y lo importante es estar casada, hay que tener muchas narices, recoger a tus niños pequeños e irte a la ciudad. Pero antes de eso hay que haber cuestionado. También es cierto es que en muchas de estas personas ha influido un personaje que les ha ayudado a ver el mundo de esta manera. Siempre hay un personaje que planta la semilla de la conciencia.
–¿Tenés alguna teoría de la entrevista?
–Yo creo que es un encuentro con alguien. Yo creo que has de saber sobre la persona, pero has de saber también lo máximo que puedas sobre ti mismo, sobre tus prejuicios: has de saber que los tienes, porque no los puedes eliminar si no lo sabes, pero si lo sabes puedes saber que te está apareciendo el monstruillo que llevas adentro. Y a partir de ahí insistir, en la entrevista cuenta más la repregunta que la pregunta, yo soy muy pesada, hasta que no entiendo una cosa no paro. Y luego, no tener pretensiones. No intentar captar su personalidad sino el momento de la persona, que puede surgir en cualquier tema, entonces, me dejo llevar y no voy a por el titular, voy a conocer a esa persona que tengo adelante. Y procuro explicarle al entrevistado qué es lo que busco. Porque creo que todos somos espejos los unos de los otros y que en nosotros están todos, desde el asesino hasta el santo.
–En una de las entrevistas decís “me gusta esa imagen de Jesucristo mujer”. ¿Podría ser esa idea de caridad, de solidaridad, el hilo conductor de estas mujeres tan diversas?
–Yo creo que la palabra es empatía. Yo creo que son mujeres que se han trabajado a sí mismas a través de lo que les ha ocurrido. Yo he aprendido tanto, para mí es una gran universidad.
–¿Cómo es eso?
–Aprendo cosas muy sencillas, pero cada cual aprende lo que más le resuena. Por ejemplo, cuando le pregunté a Eduardo Galeano qué es lo más importante que ha aprendido en la vida, me contó: “Cuando era pequeño era muy nervioso, muy ansioso y siempre corría de aquí para allá. Una profesora de primaria un día me cogió y me dijo: ‘Mírame a los ojos: Eduardo, respira, es lo más importante”. Y a mí eso me quedó grabado, respirar, abrir, estar en el momento presente. Y eso también es una entrevista, estar ahí y vivirlo, no entrevistarlo para sacarle algo, si tienes la posibilidad de conectar con otro ser humano, ¡conecta!
–¿Estas mujeres vinieron al mundo con un don o las circunstancias las hicieron seguir un objetivo en la vida? ¿Cuál es tu don, para qué estás en el mundo?
–Aparte de para aprender, creo que si algo puedo aportar es ese punto de vista más personal y más humano en cuanto al periodismo, que lo veo siempre en tensión. Creo que hay un hueco ahí que es el de contar más desde el corazón. Juegan más cosas que el intelecto, que el razonamiento; tenemos la sensibilidad, la desarrollamos muy poco, la empatía. Otra cosa que me dijo un entrevistado me impactó mucho. Cuando le pregunté: ¿qué es lo importante en la vida? Me dijo: tres cosas, ser amable, ser amable y ser amable. Y sí, ser amable quiere decir que seas una persona que los otros te puedan amar.

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