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Viernes, 20 de enero de 2006

ENTREVISTA

Una jueza inquieta

Su nombre resonó cuando de candidatear mujeres a la Corte Suprema se trató. Y, aunque no pasó a mayores, la trayectoria de esta jurista de actuación académica, integrante de la Suprema Corte mendocina, interesada por temas como la clonación, los derechos de las mujeres y el derecho a la identidad, justifica que se la haya nombrado. Cómo piensa Aída Kemelmajer de Carlucci.

 Por Gimena Fuertes

Desde hace 22 años, Aída Kemelmajer de Carlucci es la única mujer de la Suprema Corte de la “muy conservadora” provincia de Mendoza. No sólo se pronuncia públicamente a favor de la despenalización del aborto sino que, además, opina que se lo debe autorizar en determinadas condiciones en los hospitales públicos “porque de nada vale despenalizar si el sistema público no ayuda a la mujer”. Usa su apellido de casada, pero cuando participó de las Comisiones de Reformas al Código Civil Argentino en 1992 y 1998, planteó la creación de un nombre de familia para que los padres puedan decidir qué apellido llevarán sus hijos, si el paterno o el materno. La propuesta nunca fue aceptada, pero ella piensa que hoy tendría mayor aceptación. Esta jurista es miembro de las Academias Nacionales de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y de Córdoba, es académica honoraria de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid e integra el Comité Nacional de Etica. En todos esos lugares suele plantear su posición ante temas como la clonación, los derechos de las mujeres y el derecho a la identidad.

–Mendoza es una provincia muy conservadora. Siempre digo que en las elecciones, sea del partido que sea, siempre gana el candidato más conservador. Existen centros muy conservadores, incluso de grandes intelectuales, no sólo de gente que habla sin fundamento. Nuestra provincia es de tradición conservadora. He sido la única jueza en la Corte de Mendoza. Fui la primera y en 22 años nunca designaron ninguna otra. Se ve que conmigo tienen bastante. ¡Se ve que dijeron que con una loca basta!

¿Por qué propuso la ley de nombre de familia para que los apellidos no se trasladen sólo por filiación paterna?

–Formé parte de dos comisiones de reforma del Código Civil. Los proyectos que han salido de esas comisiones no han tenido siquiera tratamiento legislativo. En esas comisiones siempre planteé lo que ha sucedido y sigue sucediendo en Europa. Este proceso empieza con una decisión del Tribunal Constitucional alemán, cuando Alemania sale del nazismo y dicta una nueva constitución que consideró que la ley alemana violaba el principio de igualdad entre el hombre y la mujer porque en definitiva daba una prioridad al hombre. En la legislación argentina es mucho mayor, porque no sólo es una prioridad sino que directamente el hijo lleva primero el apellido del marido y después el de la mujer. La única excepción a eso que está en la ley es que si ha sido reconocido primero por la madre y durante muchos años la persona ha sido conocida con el apellido de la madre, la ley faculta a que se siga usando como primer apellido el de la madre y después el del padre, pero es la única excepción, y sólo una excepción. Por eso, en la Comisión yo sostenía que después de la reforma constitucional del año ‘94, en la que se había incorporado al texto constitucional el tratado de no discriminación a la mujer, nos iba a pasar lo mismo que a los alemanes. Y que la legislación argentina que da esta solución es directamente contraria a la incorporación de este tratado, y que teníamos que ir a un sistema como el que adoptó Alemania, que es la creación de un nombre de familia. Eso significa que en la pareja extramatrimonial o en el matrimonio son los padres los que eligen qué apellido quieren que lleven los hijos.

¿Qué opina de la sentencia en el caso de Romina Tejerina?

–Ese caso no estuvo nunca en mi sala. Son casos por los que creo que el legislador debe empezar a fijar otro tipo de pautas. El problema de la violencia es tremendo y no nos ocupamos debidamente, entonces cuando viene la reacción de la persona que durante tanto tiempo ha sido la víctima, ahí nos acordamos. El Derecho Penal debiera empezar a ocuparse más de las víctimas.

Como jueza, ¿cuál es su posición ante la noción de identidad determinada por el aspecto biológico?

–Hay una cosa que tiene que quedar bien en claro: yo defiendo la identidad biológica y el dato biológico a muerte cuando hay un ilícito en el medio. Por ejemplo, en los casos de los hijos de los desaparecidos busco todo lo posible esa verdad biológica y no le pongo ninguna restricción. Estoy en contra de lo que resolvió la Corte en el caso de la hija de desaparecidos que aceptó prestar su propio cuerpo para la prueba del ADN, pero condicionado a que los resultados no se utilizaran en contra de sus padres. Entonces sostuve que el tribunal tendría que haber accedido a la petición de ella, que se hiciera la prueba y que no se usara penalmente contra los padres, porque eso les hubiese dado a las Abuelas una prueba terminante sobre esa identidad y sobre ese origen. Los casos donde hay un delito de por medio quedan afuera de esta discusión. Pero me pregunto si siempre el dato biológico debe identificarse con el dato jurídico. Ahí es donde yo distingo, por un lado, la filiación, el lazo o la relación jurídica y, por el otro, el derecho a conocer el origen biológico, que es un derecho prácticamente absoluto, muy pocas restricciones podría admitir, y esas restricciones serían temporales. Ahora, una cosa es que yo tenga derecho a conocer mi origen biológico y otra es que ese origen biológico me cree un vínculo jurídico. Por ejemplo, en la fecundación asistida llamada heteróloga, cuando se trabaja con material genético de un tercero, esta persona que nace de la fecundación asistida tiene derecho a saber quién fue el donante, pero no tiene derecho a establecer vínculo jurídico, ese donante nunca va a ser el padre, a su vez el donante tampoco tiene acción contra él. Tienen derecho a conocer el origen, que es más del hijo que del padre, porque ha llegado sin ningún acto de voluntad. Sostengo que los casos controversiales deben debatirse en los medios para generar conciencia de lo que pasa, sin que se pueda llegar a saber de quién estamos hablando, ya que la identidad siempre se debe resguardar, pero son temas que considero que es necesario debatir. A lo mejor mi criterio no es el que tiene democráticamente la mayoría de la población.

Con respecto a la legislación actual sobre materia reproductiva, ¿en qué situación considera que estamos en la Argentina en este momento?

–Tengo esperanzas bien fundadas en que la Corte de la Nación va a modificar el criterio que sostuvo el caso que vino de Córdoba por la venta de un medicamento. Es más que esperanza, estoy segura de que la jurisprudencia Portal de Belén va a ser modificada en cuanto vuelva a llegar a la Corte. También creo que se han dado pasos muy importantes en la provincia de Buenos Aires. En la mayoría de las provincias hay leyes de salud reproductiva, que en general han sido atacadas de inconstitucionales,pero los tribunales las han declarado constitucionales, por eso creo que ha habido un gran avance. Pero de cualquier modo tiene que venir la despenalización del aborto. El aborto no es bueno, no digo que sea una cosa buena, no conozco ninguna mujer que haya abortado voluntariamente que salga de la clínica contenta. Estamos hablando de lo malo que es la penalización y de las consecuencias negativas a las que conlleva. Hay que ir a una legislación similar a la europea, que no sólo lo ha despenalizado sino que lo autoriza en determinadas condiciones en los hospitales públicos, porque de nada vale despenalizar si el sistema público de salud no ayuda a la mujer en este tipo de condiciones. No hay demasiadas cosas que inventar, hay que tomar leyes como la francesa y ponerse a regular seriamente este tema.

Por opinar públicamente sobre estos temas, o por legislar según su criterio, ¿ha sentido resistencias de algunos sectores?

–Todos los días. Sacamos una sentencia en la Corte de Mendoza que ha tenido poca difusión, no sé por qué, me lo pregunto entre comillas, donde sostuvimos que una docente embarazada aunque fuera suplente tiene todas las garantías de la maternidad, o sea que no se la puede despedir, tiene que ser asistida, tiene que tener todo el sistema de la seguridad social, aunque ella sea suplente y no permanente. Sacamos un plenario porque había mucha discrepancia en la jurisprudencia para darle esta protección a la maestra de escuela suplente. Todos votaron y estuvieron de acuerdo conmigo menos uno. Yo terminé mi voto sosteniendo que era un claro caso de discriminación contra la mujer porque las únicas que se quedan embarazadas son las mujeres y hablé del derecho de las mujeres. Entonces uno de los colegas adhirió a mi voto, pero aclaró abajo que en realidad el tema había que apuntarlo no desde la perspectiva de los derechos de las mujeres sino que tenía fundamento en la Comisión Internacional de los Derechos del Niño. Obviamente que ese también es un argumento. Pero yo terminé mi voto diciendo que en un país donde para abortar lícitamente hay que ser mujer violada y demente era imposible que, por otro lado, el Estado desprotegiera a una empleada pública sólo porque era suplente y no era permanente, que era una incoherencia total y que el sistema jurídico debe ser coherente. Un sistema jurídico incoherente genera inconstitucionalidades.

Usted había sido mencionada para participar de la Corte actual. ¿Por qué no aceptó?

–He sido mencionada muchas veces. Cada vez que se produce una vacante se pronuncia mi nombre, se hacen encuestas. Esta vez es la sexta, son tantas las veces que me mencionaron, y ningún gobierno me ha llamado. Estoy convencida de que no estoy seriamente en los planes de ningún gobierno para ser designada ministra de la Corte, entonces como no estoy seriamente en sus planes, la Corte no está en los míos. La composición de esta Corte es muy distinta a la anterior y se han designado juristas de gran prestigio. No hace falta ser mujer para estar por la despenalización del aborto, hay personalidades como Eugenio Zaffaroni que seguramente está por la despenalización.

Siempre firma y se presenta como “Kemelmajer de Carlucci”, su apellido de casada figura en todos lados. ¿Por qué decide usar su apellido de casada?

–Bueno, cuando me casé, esos eran los hábitos y las costumbres. Después vino la Ley 18.248, que lo estableció como una obligación de la mujer. Luego, la 23.515 del gobierno democrático eliminó esa obligación. Siempre he sido conocida con este apellido, y mi madre siempre me decía en aquellos tiempos: “Hay muchas puertas que a vos se te cierran por llamarte Kemelmajer, y se te abren porque te llamás Carlucci”.

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Los casos controversiales deben debatirse en los medios para generar conciencia de lo que pasa. Hay temas que considero que son necesarios debatir. A lo mejor mi criterio no es el que tiene democráticamente la mayoría de la población.
 
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